Después de una larga
espera, por fin y sin más preámbulos “Uriah Heep” para el especial espoliado
del “Hardrock” Ahora bien, ¿Qué traemos entre la caja desplegable? Pues sin
duda alguna una de aquellas bandas que pasan desapercibidas -a pesar de ser considerada una de las más
famosas de los años 70´s- por los antiquísimos tramos empolvados, y que su mención no creo sobrecogimiento o pavor entre
ningún escucha nobel; quizás, lo únicos que podrían retornar, o expiar, serían aquellos
arqueólogos o los más grandecitos que
nos llevan a muchos de la mano. Ahora bien, un caso a ligera y sin más demoras sería el paralelismo,
de situación similar, con Gran Funk Railroad, cuya presencia fue estridente en los
primeros años, pero después, por que cosa o quién sabe qué, quedaron totalmente
olvidados.
Y de esto se trata,
de hacerle un noble y justo tributo, no a Ac/Dc (Qué de acérrimos violentos,
estoy hasta los pelitos de los huevos negros) ni muchos menos a entes litúrgicos
de parafernalia como Kiss. Sería innecesario defender bandas (Sí se hace pues
no hay ningún problema) que sus admiradores levitan por las líneas íngrimas del
cielo y la tierra. Uriah Heep, merece y con rezongona atención, un fiel tributo
en este espacio de poros y hongos venenosos. Y se lo daremos con una bienvenida
calurosa y calenturienta.
Entre el periodo de
1969 y 1970 los siguientes miembros: David
Byron en vocal, Mick Box en guitarra principal, Ken Hansley en el teclado, Paul
Newton en el bajo y por último, Alex Napier en la batería. De estos 5 miembros,
los más constantes quedarían estampados entre fichas David, Mick Y Ken: ¿los
más perseverantes o talentosos? Muy bien. Es gracioso, que siempre hablemos de
bandas olvidadas o pérfidamente denostadas por la crítica comercial (Aquí somos
“True” nos rasuramos el pecho, porque no tenemos pelos) y ahora, en el caso
contrario, tenemos un eje con una óptica lateral, o más bien inusual: Banda
exitosa en su época, olvidada en la nuestra, y de talento para no desgastar las
suelas. Eso es todo.
Disco que es merecedor de nacer en plenos 70´s: sonidete
crudo –Aunque de coros apastelados- desaliñado y lacónicos (sin tanta vacilación,
toquines progre, pero directos) con una portentosa mecha rubrica, incendiaria y
genéticamente salvaje. Vayamos pasa por paso; no queremos atragantarnos. Arreglos
de velos de novia, mis estimados; encajándose en sus quicios y vértices apocados,
quiero decir, con un sonido sin rellenos inútiles. Por ejemplo: cuando oímos una
composición con su intrigante “Solo” o un novedoso “Coro” antes que nada dependerá
del ejecutor (O sea el músico) transmitir aquel aire de simpatía, o
congraciarnos con agiles y vocativas técnicas (En el caso de un vocal machón y
pecho partido) pero crear, ante todo, un ambiente edificante y de empatía con
el receptor. Ahora, en el segundo término, el oyente, que como bien su nombre
lo indica, este carga una subjetividad
tremenda, así que sólo dependerá de la educación musical que haya tenido (Hablando
coloquialmente. No vayan a creer que
para oír se necesita escuela.)
Y aclarado este punto, nos pega, y nos gusta, a pues no
tenemos quejas de nada. Muy importante es tomarse este punto, ya que las
posibles reverberaciones del álbum, o los constantes y fluctuantes tiempos,
podrán hacer que el oyente cambie repentinamente de opinión, a no ser, que en
sus cavilaciones madure la idea y se diga a sí: Esto está rescatable. Me
destaparé la cera con el Vinyl.
Sigamos.
La ejecución es recreativa, porque ésta esparce un jugosa
y enjundiosa tabla de valores: por unos instantes armonías bucólicas (Muy al
son de la tranquilidad y la desentonación), introducciones orquestales notables
y loadas en virtud de espontaneidad y lirismos casi versátiles, como bien
demandados por una adición en rítmicos exploradores; y esto es inquietante (pero
la época lo recompensa) porque el terreno aún era virgen y hacer cualquier
disparate valía un sendo contrato discográfico que te llevase a la cima de 4
años en fama y rubias pechugonas, 2 en vicios, y el resto de tu vida guardando
los trajes de lona, cuero y terciopelo de “El día que seré famoso “ no te
desalientes campeón, soy Julio Zelada.
Las guitarras hacen juego con el Teclado, no en un versus
definitivo, pero si en una practica refrescante de gamas sencillas y
orquestales. La cosa no era parecerse a un “Deep Purple” ni imitar a Lord of
Lord (John Lord) pero, si sentar bases de un rock que podía tener de todo,
menos industrialismos pesados. Podía tener: arpegios básicos, antesales entre
amelcochados sonidos graves, tonos guturales (Tonos de instrumentales, claro) lúdicas
practicas a nivel vocal y mucha naturalidad en el concepto más amplio. Pero a
mi parecer el único PERO que le pondría es lo místico (En gracia y desgracia de
quién lo halle) de la enumeración de canciones.
La mejor de todas, y la primera en abrir de corte titánico
es “Gypsy” Bueno, sólo para no ser tan pragmáticos detengámonos a contar, como
si le estuviéramos hablando al cura pedófilo de la parroquia; que en este punto
la canción es el caprichoso eslabón del rock de todos los tiempos, ya que su
entrega a nivel de energía es descomunal, imperceptible y cerval. Pero, ¿por
qué hago alusión a los dualismos entrecomillados de Gracia y Desgracia? Pues bien,
la canción es tan imperante –Qué mierdas, una genuina obra de arte del
heavymetalismo más bruto y orquestal- y su manifestación me deja con más ganas
de este estilo tan destructor y castigador. Lo demás es bueno, no digo que no cumpla, pero
por favor, compare con todo el álbum.
Y no quiero cometer una osadía con mis adorados Rainbow,
pero bien entraría “Gypsy” como una obra que patearía a las más flojitas de aquel mítico “Rising” y
dejaría medio atolondrado al God. Bueno. En fin , ¿qué más? ¡Muy bueno! “Y como no pendejo, si ya es viernes… si me
salías con una mala nota es que perdiste 5 días para entregarnos más de lo
mismo, Spaggiari. Vete a la mierda” Tranquiii! Ya estamos de vuelta y con el
pene más negro y erecto que nunca.. Ahora, Abran la boca, putas!
Nota: 8.4
bien ajustado y con ganas de más
Publicado Por: Albert Spaggiari
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