domingo, 6 de abril de 2014

Dark Angel – Darkness Descends [1986]


La mayoría de los lectores sabrá que el Thrash Metal en 1986 es cuando exploró, innovó y rediseñó el género por completo; definiendo el sonido que cuyo estilo debería de tomar para las siguientes entregas, o para las noveles y pubertas bandas en advenimiento. Así como exploración y repaso general sabremos que las bandas de antaño –precisamente del 86- sacarían sus pruebas natalicias y definitorias en sonido y estilo para esas fechas; Dark Angel sería una de las principales bandas Norteamericanas, cuya vena maldita, llevaría al estilo junto con Slayer (No meteré a Sadus aquí aún) a nuevos miramientos y condensados como sangrientos paisajes escabroso. Con el paso del tiempo la poca información sobre estilos y la clamosidad en categorías, tendría que ocultar con mucho polvo, a 3 metres bajo tierra, a una de las obras pecaminosas y astrales del género.

Dark Angel, conformada por: Don Doty en las vocales, Hoglan en la batería, Rob Yahn en el bajo, Jim Durkin en la guitarra con Mayer en las gemelas también. Entonces, una vez dicho esto podemos pasar a su placa, su segundo álbum, el segundo recorrido de los californianos. Si desde su “We Have Arrived” los americanos nos habían dado pruebas y pataleos de velocidades que superaban a “las principales agrupaciones”  y las más habladas bandas de Thrash del montón; éstos configurándose con un sonido más agresivo de la “Bay Area” más característico de las oscuridades y los vecinos Death Metaleros. Más bien la banda americana con sonido europeo que parecía canadiense. De esa manera coaligaría ese vástago amigo de herencias ricas en salvajismos y brutalismos metaleros.

“Darkness Descends” recompone la manera de tocar Thrash: un tiempo rezumado a la velocidad, pasajes complejos en bajos interceptadores, vocales rasgadas con tonos infrahumanos y batería poderosísima; muy pedregosa y cambiante. Lo que compone a este disco es la gran maravilla en cambios de ritmos que tenemos, canciones de una duración estándar y disfrutable con armonía adecuada y destrucción incontrolada. Veamos porque. La influencia Slayer está presente –¿Si no era así como?-  pero la versatilidad y la mentalidad ennegrecida de estos cabrones iba más allá a oscurantismos satánicos y lamento diabólicos, D. A, trata de afligir la piel, y entrometerse en los sentidos de la decencia y la compasión humana más arraigada a los santos.

La manera de tocar aquí no es técnica, ni falta que le hace. Más bien se concentra en un solo punto, y este quiere ser explotado lo más que se pueda: crear música brutal y directa con el propósito de ser virtuosos, pero no vanagloriosos Los tempos agraviados, degenerados y obscenos. Las guitarras al igual que el bajo están en una constante humareda de gas lacrimógeno, venenoso y muy dañino, no sólo para nuestros ojos –Terrible pesadillas son las que veremos si seguimos contemplando esto- sino también para nuestros esclavizados y mortuorios oídos. Las piezas compensan esos 35 minutos que contiene el álbum y como se dijo una vez: “Toda obra de calidad no cuenta de perlongadas escenas, sino de una escena donde perdure la calidad” silogismo chatarrero, pero con un sentido de la noción realista y consecuente.

Y sin más concatenaciones, podemos decir, argüir o acusar a este empapeladito de: Maravilla de álbum, único y total. Y es que estamos ante la muestra de expresión, el ceño fruncido, la sien palidecida o las arrugas de la edad séptica de un disco de casi 30 años de antigüedad, dónde marco un antes y después en la música que llevaba su ADN.. y que desde su ARN ya habían conmutado de maldita, a sangrientas y maléficas. Esperate sólo células amargadas y cancerígenas. No apto para Metalicaduchos, Megadtheros o Anthraxistas. El requisito es que disfrutes al combo de King y los suyos para encontrarle mucho sabor a esta malvada piedra caliza y de poros grandes.

La producción encapsula los requisitos, y las expectativas se ven aunadas con semejante trayecto, ya que los valores son adecuados y certeramente colocados. Pasa lo mismo con la caratula espeluznante, esa de los avernos, con un aliento demoniaco y crudelísimo. La crudeza esta reflejada tanto en su música como en su estética. La estereofonía debida  hace que el bajo, un instrumento por veces muy ignorado por los “crudos” del Thrash suene a pacotilla; sin embargo, aquí ya lo tenemos corpóreo y dentón, con artimañas y ningún eslabón que suceder y cría que enseñar.

En definitiva un disco magistral de principio a fin, con sus variantes y su historia, con su tragaluz que le recuerda, con un nombre que si bien no ha sido objeto de admiraciones populares, si ha sabido colocarse y erguirse con mirada altiva entre los grandes del Thrash Americano, y no sólo entre los americanos, sino entre el globo, entre las hechizadas colinas y el reciproco caudal: flotando entre la nata, entre la crema y las doradas nueces del estilo. En fin, no tengo ganas de describir… pero si tengo ganas de recomendarles una bandaza en toda su extensión nada light y redundante, sólo para machotes de talla vagabunda y sudada.
Es digno no tenerlo en la estantería, sino entre los clásicos y estomacales álbumes del metal. No se hable más que Descienda la oscuridad, cabrones.





Nota: 8.8 



Publicado Por: Albert Spaggiari

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