martes, 29 de enero de 2019

Alice Merton - Mint [2019]





Directo al mambo, sin rodeos.

Rescatamos en esta ocasión otro ente que se desvirga en el 2019 en este maravilloso arte que nombramos: musiquita. Alice Merton es, como todo canon del Pop, una cantante que exhibe sus cuerdas vocales, melodías más pegajosas que un chicle en el cabello y, como no, marketing por ser fémina. Y buehhh…ya sabemos cómo es el mercado a la hora de explotar la imagen de la mujer. Si bien, cuando sucede tal cosa, por ende esperamos cualquier bazofia clonada de Ariana Grande o algo parecido, como sucede casi siempre. Pero, amiguetes Poperos, que no nos engañe esa cara bonita que nos tratan de vender, pues, Alice es la ralea exclusiva entre todo indicio de basurita fresona que no entra al mismo costal de defecaciones. Aclaro, tampoco es la crema refinada entre las tostadas mosqueadas.

Alice Merton nacida en 1993 en Frankfurt, Alemania, tras vivir por Canadá e Inglaterra en el transcurso de su niñez y su adolescencia, y tras tener la triple nacionalidad por razones que, tal vez, expone en este “Mint”, logrando mediante una voz notable (tampoco asombrosa) como cantante concluye a transmitir el sentimiento de nómada o trotamundos albardado de, como no, letras personales o optimistas sobre la vida. No los engañaré, Alice no recita poemas alejandrinos en latín, ni repite 100,000 veces “a mover el culo”, pero tiene el encanto y personalidad suficiente para maniobrar una placa, más que decente, disfrutable.

Puesto que, esbozaré un poco la tónica del álbum: Acá hay una voz que si bien no es vertiginosa ni plana, remite un registro con una dulzura con carácter que cuando echa los estribillos, puentes y demás ubica bien los tonos y acopla bien con las excelsas sutilezas compositivas que tiene el guitarrista, la batería, el teclado y demás efectos poperos/electrónicos que ambientan a las melodías sin ser molestas o taladrantes, sino, enriqueciendo con gramos de musicalidad sin ser unos catedráticos en la materia. Después de todo, esto es Pop jugosón chicloso y amentolado, como presagia el titulo de la placa.

Y es que, la belleza de “Mint” radica, como siempre, en la germana-canadiense-británica Alice que delinea ingeniosamente múltiples melodías, que pese a repetir muchas veces estribillos, no estropea el producto ni aturde. Ya sabemos, un Pop con cremora no le estaremos dando vuelta analizándolos cual obseso melómano, neles: Lo pones mientras estás jugando videojuegos u ocupado, y en segundo o primer plano te excitaras al oír esos cánticos, esos fraseos y esos fragmentos pegajosisímos que no aburren tras esos casi 40 minutazos que se van diluyendo en tu memoria gustosamente en una dinámica homogénea. Y eso que entretener tan si quiera con un simple y asequible Popcito es decir mucho, pues ni digamos lo mucho que se disfruta cada cambio de ritmo, coro o melodía bailable, nostálgica o cuasi hit hímnico de Alice Merton.

Sin más, reseña directo al mambo. Canciones sencillicas que harán erizar los pelos púbicos, dinámicas desde bailonas, “modo karaoke”, tranquilitas, de todo apá, y todas con ésa homogeneidad y efectividad en tatuarnos en nuestro puto cerebro las exquisitas melodías de cada canción que solo la hermosa Alice Merton hace. Y es que, ¿Para qué carajos necesitas más?, sin tener un nivel compositivo o musical exorbitante, sin tener la mejor voz del mundo, sin tener el marketing de las mismas putas veinteañeras más bonicas, te transmitirá mil veces más, desde canciones como: la que da apertura "Learn To Live", el hitazo semi-rocker, semi-hímnico de “No Roots”, La sublimes y maravillosas ”Homesick y “Honeymoon Heartbreak” (que puta maravilla de canción, mi preferida, sacándome lágrimas hasta en el pene), el otro hitazo medio-rocker de “Lash Out”, la tranquilona y soberbia “Speak Your Mind” (una muestra de acoplar perfectamente la instrumentación con la voz de la germana) y las danzante “Funny Business”, y a eso sumémosle los segmentos específicos de las canciones que erizan el ano, te hacen corear y terminan de masturbar tus tímpanos.

En resumen, te gusta el Pop, te gustará Alice Merton.






Nota: 7.5


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


martes, 22 de enero de 2019

Orchid - Miasma [2019]





Es impactante el cómo algo que por naturaleza divina o ingenio monstruoso de un ser en una determinada época resulte a día de hoy tan instructivo como fue en su tiempo. No nos engañemos, nos guste o no, el “Mathcore”, el “Djent” y cualquier etiqueta la mar de risible que quiera catalogar un recurso o sonido en la “música extrema” o Metal, es tan bienvenida como una puta de a 25$ sin SIDA. Más sorprendente aún, es el hecho inexorable de la camaleónica evolución que ha tenido el Metal, y que pese a ello, el estancamiento es todavía más inevitable. Por muchas herramientas que tengan un carpintero o albañil para construir algo, no puede realizar su obra sin tener una nimia idea o visión de los planos y de cómo usar las herramientas. De modo que, el Metal ni ningún género está exento de estancarse, es una ley natural que se debe de ralentizar lo máximo que se pueda con el ingenio, creatividad y osadía de los seres humanos con las herramientas que nos han dejado nuestros antepasados. Así como en la ciencia, en la tecnología, en las leyes, y demás; también en la música se debe de aprender de lo que hubo para construir un futuro.

Concretamente, remitiéndonos al METAL, tras ser en la actualidad tan globalizado como el porno y los genocidios, uno puede esperar o no esperar ya casi nada, dependiendo de qué ángulo. Metal, Metal, Metal, Metal… No, no hay vuelta atrás, solo hacía adelante. Es un hecho, uno puede encontrar tan plácidamente desde su champa discos, mezclas, regiones e integrantes más raros que el ano rojizo de Dios (es decir, el eclipse rojizo lunar). No nos debe de extrañar, ORCHID, grupo que emerge de la India es una, de millones, evidencia fehaciente de la transculturización de este bello y ruidoso germen que llamamos METAL (no me cansaré de escribirlo).

Pues bien, Orchid oriundos de Bangalore, India, tras zamparse en la escena formalmente con su autotítulado EP en 2016, han sacudido como mosquitos al gremio nacional más underground con ése hiriente, atrevido y pesado material de Death Metal con variopintas mezclas de Rock Progesivo/Psicodelico. Si bien, no es hasta 3 años después de su fogeo a nivel nacional que viene a sacar la erecta y venosa verga morena de 17cm y a penetrar todo a su paso. La verga enorme con la cual se presenta al mundo enseñando su brillante y húmedo glande se llama: “Miasma”. Placa debut de los Indios sureños que ante su EP, lo único que hacían, era presagiar el sonido característico que propiciaría en este primer lanzamiento.

De “Miasma” se pueden trazar una de ésas típicas disyuntivas que a todo pelele le ha ocurrido: ¿Y esto cómo se come?, ¿A qué género o etiqueta podría poner con cabalidad al sonido de lo que estoy escuchando? Lo dejé claro, el Ep solo vaticinaba el avance compositivo y musical al que podían optar éstas exóticas orquídeas indias. “Obsolescence” nos divide lo indivisible: los testículos. Desde el primer segundo una apabullante y aplastante muralla sónica nos muele acompañado de un Kaushal desquiciado tirando unos ininteligibles gritos. Y lo que puede parecer un “Mathcore” caótico que durará lo mismo que las rutinas de ejercicios en la casa, es decir: una puta eternidad de sufrimiento, nos equivocamos y PLAS! Aproximadamente al pasar el minuto llega una intervención medio psicodélica, medio Jazzera. Al transcurso del track, tras el apagón de testosterona renace la inicial violencia de nuevo con otros matices, con estructuras y tonos Deathmetaleros pero con el mismo desquiciante griterío vocal. En síntesis, la explicación del sonido de Orchid la tenemos en la canción de apertura.

¿Avant-Garde?, jajaja, o te vas o te puyo bicho!!!
Puesto que, la riqueza de Orchid es elaborar un sonido que se aleja del incipiente Death Progresivo con tintes jazzeros a lo que es “Miasma”: un casi Mathcore en el que abundan momentos que hacen del álbum entretenido. Desde los segmentos ultra jazzeros-psicodelicos como en una especie de mantra o interpretación de un paraje desolado que sirven como pausa a la tormenta colérica (como el caso de “Dead End”), hasta la demoledora avalancha de Riffs del artífice Vinay que junto a las impecable estructura o golpeteo Jazzero de Mayur está entre lo más destacable (como el caso de: “Master Supreme”, “Identoid”) sino fuera por el registro vocal de Kaushal alejando un poco los growls para sofocar el tímpano más pipiolo con ése salvaje y demente canto evolutivo del Hardcore más lacerante que te puedas imaginar en tu puta vida.

Y es que, el tracklist está tan bien pensado y dosificado, que pasamos de brutalidad excesiva de menos de 2 minutos a temas de extrema elaboración técnica en su composición. No es un dinamismo onanista ultra-virtuoso en el que se pegan una retahíla de cambios rítmicos y melódicos, pero el ADN del Jazz es tan palpable que aún en los ocasionales tonos disonantes de la guitarra y la embadurnada presencia del vocalista que atestiguan el cómo aún sin los pasajes calmos en casi todas las canciones se siente la esencia del Progresivo o del Jazz en el desarrollo de las estructuras. Es acá, donde la metamorfosis a un Mathcore asequible torna credibilidad, y Orchid torna identidad.

Canciones exquisitas que abanderan al álbum: “Obsolescence”, “Dead End”, “Sugar Pill” y “Zero-Sum Game”. Putas locuras que pueden testificar a mi favor sobre lo que escribo y apoyo con fervor. Muestras enormes de brutal exposición de lucidez compositiva conjugada con la densa y pesada demencia trasferida en Riffs progresivos cual arma atómica inevitablemente destrozará cada partícula existente de nuestro ser, y con ésa variaciones melódicas que incluso nos recuerde a un Rockcito hasta nos gustará. En cambio, los gruñidos e imparables rugidos del vocalista junto al animalejo que está hecho el baterista nuestro cuerpo reposará hasta que surjan los apacibles tramos en los cuales se puede apreciar también al Bajo. Aunque, no será necesario explicar que no es el típico disco que abruma hasta que te crezca un tumor cerebral, es, dentro de la incesante pesadez del presente “género”, accesible, si lo dejamos reposar y nos dejamos ir cual nenúfar en su tranquilidad, aunque esto reparta pesadez hasta los huevos con altas dosis de Metal Progresivo.

. En síntesis, otro debut firme, fresco y grande que satisface a todo oyente del exterminio musical, y encima, tan accesible como un crujiente Cheetos de cartón cucaracheado. 

Otro verdadero descubrimiento de la actualidad y de toda región del planeta que satisface a su servidor y a cualquiera que precie de escuchar las moviditas actuales en vez de venerar las cagadas auto-plagiadas de los anquilosados Brontosaurios del Metal. Abrir espacio a los cipotes!!!, Abrir espacio a cualquier país!!! Abrir espacio a cualquiera que ofrezca algo de propuesta!!! 

Ofrezcámosle apoyo a una orquídea india que quiere deslumbrar con su belleza a la flora universal, y no al orinado monte chuco y ordinario.   
Felicitaciones a Orchid, y sigan mutando, que ustedes son los que valen la pena, no las asquerosas momias.






Nota: Un 7.0 tan alto como el Volcán de Izalco


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


lunes, 14 de enero de 2019

Iron Mountain - Iron Mountain [2019]


Bienvenidos a otra ingesta de caca extraída de la purulenta necrosis anal!!!! 


(Vaya trío de barbudos!!, como mandan los estereotipos de su ralea)


Si bien Detroit, Michigan, ha sido cuna de gérmenes innombrables, sin temor a equivocarme con un lapso mental, como: Blue Cheer, MC5, The Stooges, Grand Funk Railroad y miles de pajarracos pestilentes que olvido, que no tienen otra función que destruir el tímpano. Claro, clarito Carlos!!! No compartían estilos, pero si objetivos. Hoy por hoy, no habrá duda que algún sabiondo me recrimine pero jamás de los jamases podrá renegar que cada país tiene su “zona sucia” donde germinan animalejos inhabitables para su época, o bien, intentos de explotar la pesadez musical.

A lo que nos compete, Iron Mountain no es un mesías ni de broma, pero si algo tiene este trío estadounidense es reivindicar y retomar la esencia (en idea, porque musicalmente están en otra órbita) de los tatarabuelos mentados. Doom compayito, Stoner/Doom de un oleaje negruzco de más de 1 hora para los compas de las tinieblas que disfrutan con cualquier chunchero metálico, y denso como los putos cánones mandan. No podríamos esperar más del 2019, un disco hómonimo que debuta en la escena del Doom Metal con el pie firme, venoso y sudado como un pene apunto de eyacular. Y es que, Así son las cosas cerotas trompudas, acá se viene hablando fuerte o no entras al selecto clan “Doomer”, ¿O pisas o te pisan?

No hay que irse tan lejos Carlo!!! Si emanas con sello independiente un 5 de enero con un Stoner/Doom proveniente de Michigan solo esperas honestidad. Iron Mountain no se codea con perros falderos. Bien, ¿cómo carajos hacen tres tipejos que ni los conoce su madre para elaborar en una hora un Doom tan jugoso como un cerdo de kobe? Ni papi chús puede explicarnos ése fenómeno.

Entrando en materia, cabe resaltar el núcleo y el concepto general del álbum. Resaltar primeramente: La densidad arrolladora y apisonadora de la guitarra al fundirse cual intimidante bruma que ni Dios quiere estar atravesando. Brandon Urban no hace otra cosa que desplegar Riffs eternos carentes de amabilidad y vastos de profundo tono abrasivo que empaña nuestra cordura, a tal punto que los sencillos y eficaces guitarrazos del señor logran ése ambiente místico y demoniaco que exhala en su portada. Canciones de mínimo 5 minutos y una media de 7 ó 11 minutos desglosando unas lentas caminatas de un ansioso mamut diabético. Desde los medio-tempos hasta los típicos arrancones de adrenalina, solo esbozamos ideas de melodías mediante solos impolutos y engañosamente atípicos para entender que prima más la cadente atmósfera que los Riffs rocanroleros. En síntesis, lo que se podría llamar como la esencia del Doom Contemporáneo en el cual a veces recurren de la espesura de un Drone sin llegar a su inherente tedio, pero con movilidad conjugada con el ambiente conceptual del sonido.

Qué decir de la voz!!
Con certeza no sé si el bajista (otra bestia lanuda que se arrastra como una sanguijuela chupasangre) o el guitarrista hacen las vocales o se reparten la labor. De modo, que me la va a tener que sudar y alabar el registro colérico y chillón del tipejo al que le están amputando un testículo sin sedante. Si bien, es cierto, no hay fraseos a lo Ozzy ni letargos eternos a lo Dorrian, pero el desgañitarse cual ser con gastritis sediento de sangre se acopla a las composiciones como parte de ellas y no como la focalización de la idea, ya que no empapan la voz, saben exactamente en qué tramos, logrando que ni aturde ni aburre. Un instrumento más que no se dedica a echar estribillos al 2x1. 

Razón extra por la cual se debe de ingerir el producto por su entereza y no desmembrarlo como si fuese el nuevo de Belinda. Puesto que, hay tanto momentos álgidos: En Bajo/Batería, como el tramo inicial/medio de: “Solitude Last Stand” donde el Bajo embadurna su presencia succionando almas y las batacas (correctas) relucen; En la Guitarra: los solos, y junto al Bajo TODO el álbum drenando con una densidad atmósferica sin llegar a mantener eternamente una nota ni cambios de ritmos extravagantes, pero cuando surgen los cambios de ritmos (escuchése: “Solitude Last Stand”, “Black Sky”) o los demoledores pasos de mamut obeso al ritmo de una tortuga (escuchése: “Spider Queen” y “Moonlight Ritual”) llegan a deleitar a todo amante del género. Y, ¿El vocalista?, Solo falta imaginarse el estribillo más reiterante y asequible del disco, el cual dedica con unas bonicas palabricas al Conde Orlok en “Keeper of Coffin (Guardián del Ataúd)”:
“Orlok 
Keeper of the coffin 
Orlok 
The sunlight's fallen”
Es una delicia, no es un canto semejante al Sludge, pero en ocasiones hay cotas de salvajismo y demencia en ése exquisito registro durante todo el tracklist (escuhése: “Hellbound Hearth”) que hace una dualidad con la abrumadora sección rítmica que se arrastra perfectamente en la misma malevolencia.

En resumen: Un disco que costará a la novatada más pecosa y virginal, pero a cualquier dosis esto es una jodida obra de Stoner/Doom que logra no solo entretener, pese a sus extensos Riffs prolongados y su inusual vocalista, a cualquier pelagatos que dedique bien su tiempo, sino, engrandecer con esas aparentes falencias para hacerlas sus fortalezas como recurso de una embrionaria y yacente identidad que se erige en la escena actual mostrando ése desértico camino hacía la Montaña de Hierro.

No cabe duda, Éstos gringos vinieron a plantar bien su cosecha, vinieron, como dije, hablando fuerte y golpeando a la mesa sin temor que venga un viejo lobo de mar a dejarlo en su merecido puesto. Un irreverente que debuta sobresaliendo ya con su primer vástago. 

A chuparla, bien chupada!!!!






Nota: 8.3


Publicado por: Zdzislaw Beksinski


La Cachada del 2019

Para darle actividad, promoción y conocimiento a la música no hay método más eficaz que reventarse el glande explorando las novedades que nos trae este delicioso y vasto arte que hacemos llamar Musicón!!!

Lo que todo neófito y/o melómano quiere en su puta y asquerosa rutina sedentaria: Disquitos del 2019, estrenos de año nuevo, jocotes en miel o cómo mierdas quieran llamarle. Especial dedicado a lo más reciente y variado, sin restricciones de género se avecina un aletargado "Especial 2019" donde se abordará críticas y descubrimientos dentro de todos los estilos y paladares.

Abrochen la cremallera y el sostén!!!, se viene una fuerte fiebre de novedades!! 




Publicado por: Zdzislaw Beksinski

lunes, 7 de enero de 2019

Cruachan - Folk-Lore [2002]


  Volviendo, volviendo hecho mierda después de tantos meses sin escribir ni abonar ningún disquito al blog. Pero proseguimos con el material y con el especial de Folk Metal….¿Folk Metal? Eso es mi cagada matutina de color verde, por los parásitos que recorren mis intestinos.




Cruachan, banda irlandesa que se fundó en 1992, y que en un principio asomó la lengua para saborear el sazonador especial del esperma del Black Metal de ése entonces. Recordemos: La hibridación del folclore nativo o regional de una sociedad antiquísima con el Metal para el contexto histórico en el que se hallaban los de Dublín era embrionario, casi escaso y carente de personalidad. De aquél costal precario destaca Skyclad u otros tipejos que manoseaban la fusión, de lo contrario amamantabas más de otra teta, como es el caso del gateante Black noruego. Pero, no es hasta el 2002 que nuestros amiguitos Cruachan se perfilan como uno de tantos(¿?) abanderados de rescatar la mitológica historia y raíces de su tierra y embadurnarla y depurarla con Metal hecho y derecho.

Cae al globo terráqueo: “Folk-Lore”: Titulo más que inspirador y “genuino” para regodearse entre el apogeo de los druidas metaleros de inicios/mediados del nuevo siglo, y aclarando de qué va el mambo de una puta vez. ¿De qué va?, el sonido, como mandan los cánones de todo género estereotipado, es ACCESIBLE hasta el hartazgo: flautas danzantes, sección rítmica como una sucesión de tonadas, melodía a mansalva viejazo!!! Acoplándose (inexorablemente) al “Lore”, es decir: a la mitología, a la historia y/o tradiciones de Irlanda. Y es que, cuando uno hurga en la lírica de todo grupete de Folk verá desde cuentos milenarios hasta cómo se inhalaban los pedos los duendes. 

Lo curioso o lo agridulce de la esencia que plasman los dublineses, es la tónica general, el “leit-motiv” como dirían los snobs, que resaltan taaaaaaaaaaaaanto manufacturar un sonido tan juglar, tan aural del año de la cuca, que para lograr esa “teatralidad” inundan el tracklist con melodía en demasía para forzar la asequibilidad a todo oyente. Pintarrajean con el recurso que, como dije, es agridulce, y eso no es otra cosa que Riffs, canto y melodías de flautas, mandolina, cello, e.t.c en constante tempo rítmico o danzante. Aclaro, tampoco estamos ante Justin Bieber chupando la flauta por más de 40 minutajos, pero la virtud y la falencia de la tercera entrega de Cruachan radica en ello.

 Habiendo focalizado la abrumadora predominancia de la melodía, cabe rescatar en alto, que pese a lo que a un servidor le puede parecer algo incongruente como un disco que en ocasiones es un tedio de mierda empalagoso, en ocasiones canciones como: “Ossians Return”, “Bloody Sunday”, “Death of Gael” me inyectan adrenalina conjugada con armonía. Es así, Karen Gilligan, como cantante es buenorra, pero hay una fisura: reiterar constantemente en la sencillez de explotar ese mecanismo de estructura: sonidiño folclórico-acoplado a un canto bueno pero genérico y desembocar en unos Riffs más gordos que el Gordo Max se vuelve entretenido y cansino a su vez. Y eso sucede hasta en las soberbias “Spancil Hill” y la famosísima “Ride On” que hacen alarde de perfeccionar el núcleo del disco y transportarnos a un ambiente mítico e insospechado en el que habitan ruinas, lagos e historia mística de una civilización antigua en derredor de un gélido pero extrañamente entrañable lugar.

Repito, Recalco y Remato con lo anterior dicho. No hay que confundirse, los Riffs del mandamás Keith Fay junto a la flauta de John te van a dar cerdas ganas de silbar sus tonadas juglares junto a tu clica de confianza, sino, olvidables como un pedo silente en el bus de la ruta 112. Recomendado a todo público, acá si no hay discriminación, cualquier pelagatos que precie de adrenalina bailona metálica le encantará. Cruachan al blog y a ver su los deleita su música o los aturde. En resumen: Agridulce y contradictorio “Folk-Lore”, que para ser lo más imparcial de la Vía Láctea es disfrutable dependiendo de la ingesta

Cerramos el especialón de Folkmetaleño y abrimos el 2019!!!!!






Nota: 6.0 raspadito, raspadito, raspadito


publicado por: Zdzislaw Beksinski