domingo, 31 de agosto de 2014

Jonh Ford - Trilogía de la caballería: Rio Grande (A.K.A Río Grande) [1950]


Maestrazo el Ford éste, cuchillero indeleble, patronazo del Wéstern, capataz del patriotismo más morboso, y curandero del buen arte cinético (Del movimiento aparente) Volvemos con metraje demás, salidito de las purgas espumosas sobre la caballería vs Apaches. Ronda final, “dramando” menos y calculando más. ¡Así se nos presenta Río Grande! Que hasta el momento recupera los mejores condimentos que Ford empleó para con sus anteriores vestigios. Y todo se envuelve esta vez en un ralentí motorizado por una trama más sencilla de lo normal, más categorizada, y, claro, muy centrada sobre el recurso a explorar o ¿explotar? De la misma manera que sus anteriores, el indestructible sandunga de Ford, nos presenta lo que sería su último dardo y su máxime achacado celuloide. 

Reclutando otra vez al maldito John Wayne (Este vez como Coronel Kirby Yorke). De éste poco se puede decir sino se ha dicho mucho, pero lo mucho que se ha dicho es poco para lo mucho que falta decir de él. Porque figura emblemática la tiene en toda la trilogía, ya que en cada apartado militar que requiera de una prestancia autoritaria y disciplinaria, éste coronel al mando hace de las suyas con impetuoso perfil y como por efecto un malestar en su catadura; También, añadir, el contraste de sus emociones: cuando hay que sentir tristeza por alguna pérdida o por el tormentoso vacío familiar, la sien de éste vuelve e mimetizar a regla cumbre de sus interpretaciones. ¡Wayne es calibre de señoríos! ¡El bigotón de los ojos furibundos!


Pero ahora toca en él, en Wayne, un papel no sólo de coronel/capitán sino de un marido que ha tenido por prioridad la caballería, el reguardo militar, y que poco se conoce de su vida privada, ya que lo único que gira a su alrededor es su trabajo; la familia queda en segundo plano, si es que está en algún plano. A fuerza de eso, la trama se consolida cuando llega el hijo del capitán York, de cuál hasta el momento sólo le conocemos que ha sido expulsado de West Point, y que para remediar su fracaso, se alista en la academia de servicio militar, aquélla que educa  los futuros soldados de caballería. Cabe resaltar, otro punto tensionado en la trama -Por eso agregué que, de paso en paso, se hacía más condimentada la cinta- y es cuando llega la madre en oposición de la voluntad de su hijo, el soldado York. Mauren O’Hara (Interpretación de la Señora York) se opone a que su hijo siga la misma vida que su padre, puesto que su vida conyugal con él ha perecido del todo, y los pocos lazos que los unen, y siendo el más fuerte, es el de su hijo.


A medida que la sucesión avanza encontramos una cinta más depurada en el contexto familiar/trabajo como temática central, y esta vez queda como retoque el asedio indio, sólo como vía transitoria para que los elementos rotos con los que abre Ford su Río Grande, puedan fluctuar en pos de armonía, y un desenlace pudiéndose decir: Agraciado. Otro rellano importante a tocar, es cuando la señora York se desmaya en medio de un insatisfecho ataque de los indios hacia los soldados. Esto tiene la repercusión de sintientes círculos simpatizantes por la pareja distanciada, haciendo una conexión prosaica del amor perdido y una vez recuperado. 


Otro desarrollo psicológico que aglomera Ford, es el desencanto paterno: escenas nos muestran claramente una dualidad de parte de Kirby, donde él admira la valentía de su hijo, pero como Coronel que es no puede mostrar alguna afección hacía éste -que tenía más de 15 años de no verle- y darle un trato especial por se consanguíneo. Y como tales, los insultos y degradados calificativos que recibe el Joven York, le enfurecen, y la honra de su fantasmal padre que ahora conoce, le resulta conveniente proteger y no manchar tal nombre, aunque éste no signifique mucho para sí, o ¿sólo es una muestra de lo que nos hace pensar el novato? Se da el caso de la escena donde lo vemos peleando con un soldado que le dobla la edad. Especial mención en la comedia sutil de Ford, ni muy aberrante y desesperada; o refinada y compacta. También tenemos una escena para eso, pero ya estriamos hablando mucho de sus escenas.


Todo recae cuando el Joven York y su Padre llevan la empresa que demuestra que este primero es todo un soldado. La acción se da cuando un grupo de apaches roba una carreta con una veintena de niños menores, y todos estos tienen que ser salvados mediante una estrategia que desenvuelve y “tragicomediza” las aventuras de los enviados. En fin, un final que se esperaba, aunque su humanismo es soberbio. Río Grande se sale un poco la ecuestre línea horizontal, y se basa en un simposio de elementos psicológicos primarios, asimismo haciendo notar los sentimientos más arraigados que, por ser lo más pasionales, se ven ocultos por la voz de la “razón” o la demando, cualesquiera.


Cinta cumbre, la mejor de la trilogía, y una catapulta para conocer el cine de Ford en su más amplia virtud. La madurez que iba teniendo, ya casi 40 años en el ’50 del inicio, era impactante; dejaba los soldaditos de guerra, para enaltecer valores más allá. Mediante el público iba creciendo, la cinematografía iba complejizándose y tomando más en cuenta factores humanitarios, heredado, claro y por obviedad, del cine del maestro CHAPLIN. Al final de la cuesta: Una película que entierra a las anteriores, y les enseña como carajo se debe hacer cine de calidad. 




Nota: 8.0, y le mando un nalgazo al director de fotografía, carajo.


Publicado Por: Albert Spaggiari.

viernes, 29 de agosto de 2014

Krzysztof Kieslowski – Tres Colores: Blanco [1994]



Proseguimos con la estadía de Krzysztof en Francia con la exposición de dichos lemas, en el ciclo Trois Couleurs, con su segunda entrega: Blanc, Bialy o Blanco. La igualdad, como la ejecuta el director hace nuevamente trazos de lo que podría significar en verdad o lo que por él entiende. Sinceramente, lo más rescatable detrás de la evolución de su primera Oferta “Bleu”: es la maquina frigorífica que nos transporta desde la capital de France, hasta la bañada, fría y congelada Polonia que viste de Blanco todos sus eternos y longevos paisajes invernales. Ese sería el ambiente del color gazpacho blanquecino, que se encargaría de incorporar comedia triste y menos simbolismos sobrecargados como lo fue el broche en alto: “Tres Colores: Azul”.

La trama es sobre un tipo llamado Karol (Zbigniew Zamachowski) que es un peluquero polaco donde su casamiento en Francia no fue consumado y su esposa: Dominique (Julie Delpy) hace el proceso del divorcio debido a que Karol tiene impotencia pasajera (Vaya pendejada!). Una vez pasada esa situación, pasa sin ningún dinero, sin lugar donde dormir y con una gran maleta, en el metro. Al conocer al único amigo en todo el desagüe de su vida, Mikolaj (Janusz Gajos), éste le presta dinero para volver a su tierra natal a reformarse. Tras algunos inconvenientes, Karol logra llegar a la peluquería de su hermano golpeado y devastado, sentimental y físicamente.

Karol aunque ama fuertemente a su ex-esposa, primero trata de establecer una manera fácil y productiva para ganar dinerín, luego le ayudaría su encumbrada personalidad habilidosa a hacer un negocio que le hará rico y suficientemente reformado para seguir sus planes, hace socio a Mikolaj por ser el único que lo apoyo en los momentos más difíciles, y por ultimo: Un Plan maquiavélico para vengarse y enamorarse aún más de Dominique, la persona que lo despreció, humilló y lo pulverizó con las leyes.

Y así de sencillo está el turrón que nos vamos a comer con sabor a venganza, amor, obsesión, dolor, esperanza y una infinidad de sentimientos que desequilibra la balanza, pero: ¿Dónde está la igualdad? De seguro está por el pago que recibe uno hacia el otro, llegando finalmente a la felicidad de ambos. Tremebunda idiotez sin lógica si la vemos con una óptica de arrebatado pandillero que quiere su dosis muy explicativa y con métodos a lo Disney. La igualdad es la más camuflada en el largometraje, con un estudio intimista con los personajes que maniobran unas cualidades que nos darán momentos de reflexión y emoción. Un punto cursivo en la obra, es el retrato de combinar humor con drama, que despliega en la historia con las peripecias de Karol el ni hacernos gracia ni hacernos emocionar como también hacernos gracia y hacernos emocionar, entreteniendo con la simpleza adecuada.

El nivel de “Blanc” es más bajo que su predecesora, per no por ello falta de ingenio y personalidad, porque queda demostrado desde este punto. Que Kieslowski no es un director que te hecha la faena así por así o que le va a dar la vuelta a la tortilla sin el permiso de tu empleada. El polaco añade en sus largometrajes el poder de la cualidad intrínseca, aunque la que me he fajado de un tirón sin sentir el tiempo encima, contiene numerosas imágenes y flashbacks para construir un hilo o conexión entre la tríada pintoresca, donde en esta circunstancias se presenta un hombre y no una mujer, donde acostumbra regar criticas y sumergirnos en la refrigeradora para ver si sobró un poco más de ese rancio turrón.

Los personajes de Dominique, Mikolaj y Karol son soberanamente sobresalientes, nos podemos identificar o no con ellos pero desprenden belleza cada quien, argumentos elaborados y las cámaras ya ni contamos… ¿Cómo papuchas la técnica no va hacerse mención? Si solo hay que ver las escenas, los ángulos, el color y sobretodo captarnos el momento con fijación. No quiero forjarme un debate exhaustivo o un pergamino descriptivo de lo que es este segundo peldaño en la trilogía definiendo La Igualdad, y opto por no quebrarme el coxis y dejarles la tarea chunga de ponerse a trabajar ese culo aguanoso, a sudar las axilas con bellos de cavernícolas y agitar las uñas mugrosas frente a los pixeles muertos de en frente, para encontrar “Trzy Colory: Bialy” en calidad empañada.

Al espectador le costará concluir con exactitud el mensaje transmitido, ese final inesperado, ese plan que se comete a perfección y el sentido en que como se realizan los sucesos y actos como menos esperábamos, casi rozando lo absurdo. ¿Cuál es el tema de la película?, ¿El desamor?, ¿la inadaptación del individuo a un contexto sociocultural diferente al suyo?, ¿la venganza?, ¿la infelicidad?, ¿la inmigración?, esa serie de temas se embargan todos a la vez, aunque podríamos extendernos con varias cuestiones que exhibe “Tres Colores: Blanco”, no lo haremos, un tema principal es: Tú me jodes y yo te jodo o en un trasfondo más entendido solo hace falta correr por sus cuentas la ultima pregunta: ¿Qué hace falta según ustedes cucarachas, para llegar a la igualdad?, ¿Según lo expuesto por el director, cambia su forma de ver la igualdad?. Eso, colegialas…Es un mérito a “Bialy” y a Krzysztof Kieslowski, que caga blanco y si huele, eh…




Nota: 7.5


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


miércoles, 27 de agosto de 2014

John Ford – Trilogía de la caballería: She Wore a Yellow Ribbon (La legión Invencible) [1949]




Llegamos a la segunda parte del terceto de la caballería, y esta vez la acción tiene lugar en “tiempo real” en pos de la muerte del oficial Custer, donde sus tropas han sido confrontadas por una civilización hostil de apaches. Todo recae en el oficial Nathan Brittles (El padrino, Wayne) donde los días para su retiro están contados, y ha sido encargado por su superior en una última expedición. Ésta consiste en alejar a los cheyennes del territorio norteamericano, orillándolos hacía las reservas de los nativos. Todo comienza cuando Nathan tiene que, como encargado y responsable de su caballería, transportas a las damas de sus superiores para unas diligencias en cuestión, la cosa se tuerce cuando hallan un campamento, del cual ya hicimos mención, donde dejó varios muertos, heridos y unos pequeños niños abandonados. 

El objetivo no fue cumplido, y las expectativas de Nathan se despojaron al ver que los chayannes se hicieron con unos refiles a través de una mala treta con unos contrabandistas, de cual, la peor parte se la llevaron estos últimos. Los chayannes se consideraban absolutamente mortales, sus flechas llevaban mortíferos venenos sedicientes en sus puntas, de tal manera, que esto hacia que lo enemigos desangraran a la vez de inficionaran. La tropa fracasa y sus intentos se ven entorpecidos por aparición de búfalos, heridos, tormentas e ineficiencia es las estrategias pertinentes. Por lo cual todos regresa regimiento de resguardo, sólo dejando a una tropa a cargo.
Al final, Nathan sale victorioso unas horas después de su retiro, comandando las últimas huestes y alejando a los nativos de una buena vez a sus reservas. Es nombrado, antes de su final partida, como jefe de exploración en su nueva jefatura. 

La trama para esta segunda realización tiene menos carga, pero siempre los mismos elementos persuasivos de dirección; pues claro, la firma de Ford es única. En esta ocasión hay un cierto aire de honor hacia la caballería estadounidense, resaltando actitudes como la moral militar, especialmente sobre el “perdón”: debilidad en cualquier momento o circunstancia; la disociable relación de las mujeres con la milicia; el respeto hacia las órdenes, por absurda que éstas puedan llegar a parecer, siempre y cuando vengan de un superior; las marchas militantes con su folclore popular en canciones de trote. Ese especial homenaje no es escindible del patriotismo que carga Ford, y la condimentada espesura con que lo realza. 

La producción inundada del tecnicolor que la usanza ameritaba, y que a pesar de ser un director de elite por el mudo, no se iba a permitir ni limitar a que sus escenarios tuvieran un cromatismo más afable y adecuado, sin que estos relumbraran y mostraran lo que es estar en una contienda a caballo y a la espera de cientos o miles de tribus armadas hasta los dientes. Punto talludo del film, se da con los paisajísticos cuadros; tornando estos de una viveza lirica y visual pronunciada y ecuestre. Claro, la música revigoriza esos valores visuales lustrados.  

Queda reafirmado que John Wayne con John Ford fue una de esas duplas inseparables, donde sus trabajos demuestran un esmero y una latencia por el cine como nunca. Especialmente en las aéreas transitorias, aventuristas y clamorosas del Wéstern: cine que nunca se le dio mal y que sus películas aisladas de esta escena no fueron más que suplicios soporíficos para algunos; aunque para mí todo lo que toda midas es oro: todo lo que hace Ford es calidad… así de llano.
Segunda entrega que no deja malparado, entre su primera placa se van a los monedazos, o como dirían en su cuchitril: 
Al establo con disputa y mano cargadita!


 

Nota: 7.2 pero relinchando, carajo!


Publicado Por: Albert Spaggiari. 

martes, 26 de agosto de 2014

John Ford - Trilogía de La Caballería: Fuerte Apache (Fort Apache) [1948]



 
Así es la vida, cada quién puede portarse como le parezca mejor, cada quien puede chutarse a una hembra en el rio si así lo dispusiere en contra de su voluntad. Cada quién puede actuar de la manera que mejor le parezca. Eso sí, todo tiene sus consecuencias, y a mi me resta mucho saber que una persona puede comportarse con una ética baja y falaz, lo que es tolerable y justificado, es que seas presa de la vendetta. Donde está el valor del ser para  actuar correctamente, más allá de su palabra y misión (aunque suene como sermón de vista de primera comunión) sin duda que radica en el beneficio colectivo (O sea, social) y la propensa predestinación a valorar los ideales “moralmente buenos” para con cualquier persona o ente, lo que putas sea.

Y de eso va el cine de John Ford, en darnos aleccionadoras muestra de vida, aunque independientemente de que no hemos vivido en su momento, en su tiempo, estas lecciones no tienen paredón o aduana, ya que, simplemente existe un lenguaje universal casi corporal, para mostrarnos cuando obramos de tal o cual manera, y qué consecuencias pueden traer estas. Fuerte Apache es la sucesión bélica de las invasiones colonas hacía los indígenas americanos, los famosos apaches. Todo centra en una guarnición (Bueno, así parece a primera vista) más bien un batallón del ejercito que reside en “Fuerte apache” allende al gran cañón, viejo oeste no menos. La trama se destila en excelentes (Creí que nunca iba a utilizar esta palabra en el “blog cine”) desfiles de hechos, sucesos y actos. Aunque lo parezca no éstos términos quieren decir lo mismo, por lo menos un suceso es un acontecimiento que gira en torno a una situación concreta; en cambio un hecho es un acto que está pasando por dicha situación, como algo emergente de tal: pepito destrozo el salón (Suceso) porque no quería ir a la escuela (Hecho) ahhahaa tremenda mierda de analogía.

Bueno ya claro. Entonces lo que sigue es el enfoque de un oficial degradado, Owen Thrusday (Henry Fonda) a dicho puesto, Fort Apache. En aquél cubil la organización de ORDEN tiene una connotación diferente para los oficiales, ya que su regimiento es perezoso, no viste adecuadamente, claro, que no son canallescos entre sí, sólo les hace falta disciplina, esa disciplina que sólo la ofrece: la militancia gubernamental, o bien, las mujeres a los mangoneados. Una trama sobre la conquista de los pueblos “salvajes” donde el mease del Western, nos muestra donde radica la ambición, y  la subestimación. 

Efectos colaterales tienen a la contienda que ésta pierda fuerza, a base de traición o simplemente de engaño guasado. Cámaras estacionarias que fortalecen el valor de unidad, de compañerismo, de rigidez, comando, servidumbre..  Como así primerismos planos, y el grato honor a los planos americanos (Planos de la altura de la cintura) o claro los primeros planos que dejan en visto la expresión, a veces estoica de los subordinados o comandos de bajo relevo, con un ristra neutral o descongojada.  La humanidad del film es única, como siempre ha sorbido el Fort.


Sin duda que también da cabida, a cuadros sensacionales, como es el caso de la hija del comandante a cargo, y el hijo de un primero oficial, de cual se le tiene con bueno meritos porque ha salido de la academia militar West Point.  Esa coyuntura entre su amor, el fúrico comandante, y su sentido de la obediencia. Vuelven a dar la conflictivas escaramuzas sobre las clases sociales, tan típico, pero estilizado de una manera sutil, no tan vulgar como comedidos programas sugerentes para la distracción, tal el caso de televisa.  Aunque ofendí con sólo comprar, bueeee! Y claro un Wayne putero, bien actuado, rollizo y pendenciero! Jodido este cabrón.
Me encanta el cine de Ford, es único, vetusto, añejo, añagazoso. Y esta es la primera parte de sus films, mas, vendrá su 2da production… y a al espera de Rio Grande, hijos de puta.  
Sólo porque me duele la rabadilla, no inquieto más las bocas, así que empiécese a bajarse con chanfle y patadón.



Nota: 7.5 ya no más, carajo! 

Publicado Por: albert Spaggiari.

lunes, 25 de agosto de 2014

Krzysztof Kieslowski - Tres Colores: Azul [1993]



En muchos países el color Azul, es una simple sustancia pintoresca para decorar con otros colores. En otros aspectos significa la inteligencia o la madurez. Pero mejor significado no se le puede hallar entre los recuerdos y los pensamientos entremezclados con el susodicho color, al citar a Francia, que embellece su bandera con Tres Colores: Azul, Blanco y Rojo (Libertad, Igualdad y Fraternidad). El cine se ha encargado de emplear los ideales de este país a través de demostraciones graficas de lo que representan los tres lemas, que a lo mejor no sea en un trasfondo político como muchos pensarán, pero se utiliza como una de las herramientas factibles para mejorar o aclarar nuestras dudas sobre la vida misma.

Bleu, Blue o Azul, sería el primer peldaño de la bandera, donde embarga el concepto de Libertad. ¿Quien se encargará de difícil labor cinematográfica de filmar una de las interpretaciones de más carga existencial? Nada más y nada menos que en tierras polacas: Krzysztof Kiewsloski, un director que cierra su filmografía dejando un testamento para el mundo: Trois Couleurs, una trilogía de a mediados de los 90s de habla francesa donde enseña el tridente alegórico: Bleu, Blanc y Rouge. Según el director su retirada fue causada porque dejo claro lo que quería decir al mundo con sus ultimas 3 obras.

Y para comenzar a probar el pan, cortamos el primer listón con Azul: Una trama sencilla de una pérdida de dos seres amados en un choque automovilístico, donde la sobreviviente Julie (Juliette Binoche) carga con el sufrimiento de las perdidas de su hija de 5 años y de su esposo Patrice, un celebre compositor de música clásica. La protagonista para deshacerse de la dolencia, primero intenta suicidarse pero ve que la única opción es despojarse de cualquier elemento que haga recordarle su vida pasada, solo conservando una lámpara azul. El fin de Julie es empezar una nueva vida donde no tenga obligaciones ni compromisos, con la búsqueda de la libertad. He ahí, cuando se sumerge un complejo estudio psicológico sobre la libertad individual. Lo que hace que este film se convierta en una mixtura de sencillez y complejidad a la vez.

El ritmo que cunde a enredar al espectador a disolverse en la cinta, es cuando el pasado de Julie Vignon retorna con una sinfonía inacabada y cuando desenmascara a su difunto esposo al hallar que tenía una amante que espera un hijo de él. Olivier, que era un ayudante de Patrice es un componente que influye en la vida de Julie, al enamorarse de ella. Estos aspectos serían los “nudos” que contiene el largometraje, porque todo está armonizado con una naturaleza y simplicidad silenciosa que no es apta para fans de Robocop, Godzilla o Rambo. Una obra que no se necesita mucho tiempo en escribir de qué trata, si no de lo que representa con una serie de imágenes y escenas con una gran carga simbólica que empapa la temática que busca nuestra actriz que acopla en sus ojos la tristeza que experimentó, la mencionada y añorada: Libertad.

Cabe resaltar el constante trasfondo de dos componentes elementales que sirven para dar coherencia a la historia: 1. El color Azul siempre presente como signo vital del indeleble recuerdo de sus días como madre. Y 2. La música, ya sea por el intento de Olivier y Juliette por acabar la sinfonía con los derechos correspondidos o la banda sonora de Preisner que impregna en unos cortes de fondo totalmente negros, para la imprevisible respuesta de la actriz principal. Ambas referencias, son puntos álgidos de la obra porque recorre toda su extensión con el dolor concurrente hacia el papelazo de Binoche que le queda exacta la talla para exponer las cualidades de la protagonista que interpreta, Kiewsloski apunta hacia la indicada y ella no falla.

Los efectos ultra-irreales, diálogos y escenas memorables no se plasman en Bleu, porque la belleza radica en la sutileza de las simples acciones realistas. Como dije anteriormente: Es silenciosa y filosófica. Con el objetivo de dar un mensaje, nos da varios, y es que es innegable que la elaboración técnica y los actos que se ejecutan con semejantes detalles minuciosos ad hoc a la libertad, nos confundan o nos tratan de repetir la temática por medio de efigies de manera consiente e inconscientemente a cualquier percepción humana. Aunque eso sí, necesitas estar en un ánimo acorde a la pantalla y no tener en tu cabeza: “Lo que la vida me robó”, “Mi Corazón es tuyo”, “El Color de la Pasión”, “La Patrona”, “La Gata” o sino, te va parecer un somnífero o sedante de buena marca.

Para finalizar mi observación al respecto, incorporo lo que es para mí, Primero: El mejor guion de la cinta, que es cuando Julie visita a su mamá, donde Kiewsloski hace una fuerte critica a la tecnología mostrando unos ancianos practicando un nuevo deporte y la madre con alzheimer fascinada con la televisión, cada quien juzgue por su lado a lo que quiere referirse. El dialogo es aún mejor y resume la meta de Julie:

 Julie:"¿Sabes?, antes era feliz, los quería y ellos me querían. ¿Mamá me escuchas?"
Madre de Julie: "Te escucho Marie-France."
Julie:"Ahora me he dado cuenta de que sólo voy a hacer una cosa, NADA. Ni más posesiones, ni más recuerdos, mi amigos, amores o ataduras; no son más que trampas."

Luego quiero aclarar lo Segundo: La mejor escena en mi opinión, donde nuevamente las imágenes dicen más que mil pajoleras palabras, que es cuando Julie al visitar su cafetería cercana, siempre ve a un vago que toca la flauta en el piso con unas notas que hacen recordar a su marido, en una ocasión ve nuevamente al vago, pero está vez se veía claramente como lo dejaban en auto, saliendo él feliz y por su propia cuenta a tocar en la cera. Julie aprovecha la ocasión y le dice que de dónde aprendió a tocar esa tonada y él le dice que inventa muchas cosas, le gusta tocar. Más claro el ejemplo de la libertad, de hacer las cosas que te gusten sin ataduras, no puede existir.

Y la terminal observación y afirmación absoluta e incontestable que quiero exhibir, es el hecho de que los ojos de tristeza de Juliette Binoche son penetrantes y si me reitero varias ocasiones mencionándola es debido a tan majestuoso papel que tuvo que echarse sin molestias. Impresionante la claridad de sufrimiento, seriedad, tristeza y honestidad que expone. Todo complementado sin llegar a la burda o absurda solución lacrimógena que nos dan como el pan de cada día en las Melodramas para señoritas de lágrimas fáciles.

No quiero extenderme y puntualizar con mala calaña, por lo tanto cierro mi deber como vidente aficionado al arte grafico, al ver que solo se necesitan unas cuantas imágenes de “Tres Colores: Azul”, para saber por tu propia cuenta la magnitud de esta obra de la que estoy tratando de presentar como lo que es: Un Diamante Imprescindible del Cine. Donde en lo alto y ancho de la película hace frente a una de las mejores definiciones de lo que la franja izquierda de Francia representa: LIBERTAD, no solo en su nación, en todo el mundo. Solo al ver este fruto innegociable del prodigioso cine de Calidad, no te olvidarás del nombre del Maestro Polaco: Krzysztof Kieslowski y aún falta más, eh!




Nota: 9.5


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


miércoles, 20 de agosto de 2014

La Tríada del Trébol

Nos encaminamos a las trilogías, tríos, tercio, ciclo, etcétera. Donde todo director y compañía han fundido con intenciones consecutivas una serie de films que lleven una continuidad y espacio dentro de cada naipe expuesto, que es infaltable para nuestra vista: Las Trilogías de Nuestros Directores. Que ponen un hilo más prolongado y que no le basta narrar o explicar porqué están esos jocotes bajo la industria.

No tentemos mal el rollo, y echémonos de una sola tarde de resaca el rodaje a nuestros episodios favoritos o desconocidos a la disminución de tiempo, que vale la pena eh? No por nada te alojas tremebundas mierdas sin ganas por una hora

A Cagar Peso Pesado!!!



Publicado Por: Zdzislaw Beksinski