martes, 15 de octubre de 2019

Daniel Wohl - État [2019]





Seré breve. No me quiero apunar con tanta palabrería, y más cuando he dejado procrastinando tanto material, debido a las asiduas irregularidades que padece un servidor, llevando, en ocasiones, a no ver nunca la luz discos que tenía en mente publicar y que fueron tristemente abortados. Puesto que, éste no es el caso, toca turno del compositor francés de Música Electrónica: Daniel Wohl. Radicado en Estados Unidos. 

¿Qué podemos decir de un cabrón que tiene bajo su ala títulos de composición en Bard College, en la Universidad de Michigan y en la Escuela de Música de Yale? Cuán menos un currículum abrumante que hizo uso en las, -exagerando la cantidad- casi centenar de colaboraciones en música de orquesta, música de cámara, música clásica, proyectos sinfónicos en Estados Unidos, etcétera. A ver… Contextualizando: la preparación académica y práctica de Wohl es suficiente como para saber que no se dedica a samplear cagadas para alentar a cualquier cocainómano o un chamaco saltarín dentro de un Life in Color.

Luego de facturar un par de trabajos de estudio, sale la tercera placa, que según palabras del autor describe éste álbum “État” que en francés significa "estado", haciendo referencia a una imagen evocadora, tanto antigua como futurista, que Wohl siguió imaginando mientras creaba la música, un artefacto del pasado que contiene un mensaje, enterrado en las profundidades de la tierra y poco a poco expuesto. Adornando la idea extra-musical con una grisácea portada de un rostro derritiéndose con un aura nostálgica de aquí a Taiwán. 

Aclarando ya lo obvio: Daniel se ha instaurado como un compositor especialista en ensamblar una combinación electrónica con instrumentos acústicos con una notoria atmósfera sinfónica, y acá no es la excepción. Las canciones derrochan la homogeneidad del enfoque de música clásica con la utilización de samples o “partes” de instrumentos de cuerdas como llanas brumas junto a la columna vertebral, que no es otra cosa que la magia de los elementos electrónicos para construir una base de ritmo, un concepto y un sonido.

“État” me recuerda vagamente al uso experimental de los teclados y demás, de gente como Brian Eno o Jean-Michel Jarre (sin tener la osadía de comparárseles), porque resulta un sonido en ocasiones vago y con abundante sutileza. Y es que, no es una carencia en sí, es el enfoque musical y conceptual que lleva logradamente a cabo. Música Electrónica que roza al Ambient que, según mis putos tímpanos, no me mueve ni una sola neurona. Y, sobre todo, cuando NO atrapa al oyente con sus melodías. 

Es curioso, el otro matiz a evaluar es la predominante y reiterante SUTILEZA que menciono. Si bien, se percibe la ardua visión y empleo de hasta sonidos de la cotidianeidad como teléfonos y demás parafernalia mezclada en capas dentro de una base electrónica de cada track, como es el caso de las más variopintas, ágiles y dinámicas del disco: “Primal” y “Subray”, pero en líneas generales tratar la barbaridad de instrumentos acústicos adheridos con los múltiples electrónicos para facturar temas con sabor simplón ambiental que van “in crecendo”, que en ocasiones me atraen y en otras me duermo plácidamente, es óbice para el disfrute pleno. 

Sintetizando algunos puntos amargos u olvidables, están: ”Aftermatch”, “Dream Sequence” y la deleznable “Angel”, llevándome a olvidarlas, conciliar el sueño, e irritarme, respectivamente. 

Ahora bien, el sonido electro-acústico del francés atestigua su capacidad irrefutable de componer, es palpable el cómo tracks como las iniciales: “Melt” y “Ships”, son muestra de la identidad y de la movilidad conjugada con los ritmos pausados y los silencios. Parte de la inventiva de la mixtura que se adueña Daniel Wohl de la manera más homogénea que se les ocurra, con grandes aciertos en segmentos y cambios de ritmos en las canciones. Destaco principalmente la maravillosa y contemplativa: “Orbit” que inicia con sonidos fundidos y una tonada de piano exquisita que expresa sensaciones como la desolación y la nostalgia. Siempre que la escucho me viene al coco la imagen de las ruinas materiales y espirituales de la guerra. Momentos puntuales soberbios que fusionan el dinámico –pero no vulgar- ritmo de una electrónica influida por clásica contemporánea con el halo de música ambiental con tonalidades y texturas suaves.

Para finalizar, decir que manejar: concepto-música-identidad tan palpable en un músico en 2019 es más que notable, pero el caso probable de que olvide éste artefacto dice más que todos los títulos de graduación de composición. Electrónica sofisticada y mixturizada con Música clásica contemporánea orientada al Ambient, para ponerlo mientras tus pensamientos albergan en tu cabeza o para deleitarse mientras yaces en la cama en un día lluvioso.

Por último, dejo palabras que describen cómo emerge la inspiración para Daniel Wohl en este disfrutable État, que extrapolándolo a otra(s) área(s) se torna interesante el siguiente pensamiento: "Encuentro que la noción es bastante fascinante", dice Wohl, "que algo siempre está ahí (conocimiento, experiencia, una idea), solo necesitas estar en el estado correcto, o tener la lente correcta, para poder percibirlo"






Nota: 6.0


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


miércoles, 11 de septiembre de 2019

Fawn Limbs - Harm Remissions [2019]





No hace falta que nadie me lo diga, ni que yo lo diga, pero brevemente lo diré: Decir que para escuchar el feroz Mathcore sin que se te reduzca el sangrante ano al tamaño de una hormiga mientras cunde el aturdimiento en tus sucias orejotas de camello, tienes que entrenarte y que ni los mil discos de Death metal de manual harán la costumbre es un claro pleonasmo, y no hace falta extenderse más en ése punto. Cualquiera que haya acercado su olfato en éste género sabe que cuesta acostumbrar el tímpano a su sonido, y que sólo el tiempo y la dedicación logrará a tu incipiente morbo crear un gusto sobre el estilo.

Hay quienes prefieren inclinarse por la vertiente Jazzera, y hay otros (más locos) que optan por lo Caótico, y muchos otros prefieren otras opciones dentro de la gama que provee el género. Y es que, el género por identidad ofrece PESADEZ y TÉCNICA, pero el que ha olfateado trabajos sabe que la balanza a veces se inclina, o bien a: trazar y delinear pasajes puramente de Jazz o compositivamente una vena muy marcada, o bien a: cagar un tropel desproporcionado de pesadez y aturdimiento en un muro sónico incesante provocándote disnea continua. En éste último, los debutantes Fawn Limbs engloban su propuesta desde el primer puto segundo por si todavía al incauto pipiolo no sabe dónde se metió.

Según la traducción –probablemente errónea- del nombre de la banda es: Miembros de Cervatillos. Es decir, partes desmembradas de ciervos jóvenes, para despabilarnos un poquito con esa carta de presentación nos arremeten, como ya dije antes, con un jodido muro destroza-tímpanos, quiebra-ortos, ¿destruye-esperanzas?... Los oriundos de Pennsylvania sacan de la galera un Harm Remissions que brilla por su caos sonoro, su muralla de voz(ces) ininteligibles y atacantes junto a una base rítmica aplastante que se mueve como un tropel de jabalíes iracundos a la velocidad de la taquicardia de un colibrí. 

Durante los avaros 25 minutos que dura el invento con canciones cortas y cortantes encontraremos –después de cuajar bien la bonica mierda- un sempiterno sufrimiento y dolor que no dan cabida a ningún Riffs carnicero Deathmetalero y una pesadez abrumadora que incrementa más la opresiva atmosfera asfixiante a tal grado que creemos que ha pasado mínimo una hora. Y, sin embargo, la obvia efectista intención del Trío de Pennsylvania en marear, y sobretodo, aturdir al oyente al punto de desquiciarse se cumple sobradamente. Y es que, una buena interpretación de Mathcore abrasivamente ruidoso y casi sin concesiones la obtendrás.

Si bien, que sea una jodida tralla disonante no quiere decir que fuese perfecto, ¿no? La falencia más predominante es la ausencia imperante de Riffs machacones, Riffs malévolos o un involucramiento de la Guitarra en ése aspecto al que relegaron por sonar a una endemoniada roca fundida de magma en el que la instrumentalización se base en una estampida al unísono. Es decir, el recurso para la pesadez extrema le da un punto a favor y uno en contra. Y es que, Fawn Limbs reinterpretan el sonido del Mathcore con la idea predispuesta de atacar a como dé lugar sin importar cómo.

Otra notable laguna en este reducido CD de música extrema es: la redundancia del concepto compositivo. A medida que llegamos a la parte final del tracklist; la antepenúltima y penúltima con instrumentales modo Post-Metal como excusa de “respiros” a la bulla sónica y denotando la escasez de creatividad es un ejemplo, perdemos la sorpresa y dinamismo facturando ligeramente predecible una brutalidad que desfallece un poco cuando nos aprendemos la tónica instrumental que esbozan cada track (que a modo de brizna esperanzadora meten segundos de silencios en el final de casi todas, aunque produce un efecto sofocante que gusta y disgusta por ambas partes).

Sin embargo, tirarse salvajadas como: “Wisdom Teething” , “Ore Lung” (desde el minuto 1:27 empiezo a creer que esto no lo hizo un humano), “Threats Entrench and Renew” o “Gravitated”(¡Qué áspera la maldita voz invitada!) formará una jodida sonrisa y pondrá de contrapunto lo antes dicho. Y es que, no niego una obviedad que pareciese un reglamento del género: cambios de ritmos en reducidos y exactos segmentos dentro de las canciones, la insondable pesadez, cambios de tempos, velocidad desquiciada, el Bajo sanguinolento dando cotas de densidad, y etcétera.

La espectacularidad del cacahuate éste recae en: Eeli Helin con las voces de sesión/acompañantes y el baterista Lee Fisher. Por un lado, en el micro tenemos una soberbia animalada, un demonio, una bestia; el registro apegado al Hardcore no existe acá. Esto no parece ser emitido por un ser humano, es un constante torbellino que ataca y golpea el oído; encima, una guturalidad incomprensible que resuena e incómoda en todo el jodido metraje. Y del otro lado un Lee Fisher que martillea con una versatilidad y técnica sin despampanarse que hacen de Harm Remission uno de las dos causantes de la originalidad del sonido apabullante de los estadounidenses.

En conclusión, debut disfrutable y apetecible dentro de los cánones de un estilo musical que unos cuantos moscos se regodearán, cuál caca recién hecha. “Harm Remissions” es conciso y efectivo en su finalidad: ATURDIR, la palabra que define el primer paso de estudio de Fawn Limbs.






Nota: Un 6.0 plano como el piso


Publicado por: Zdzislaw Beksinski


sábado, 10 de agosto de 2019

Jake Leckie - The Abode [2019]





No nos vayamos con rodeos, que ya me duele el ojo derecho y capaz me da estrabismo por estar frente a la pantalla más tiempo de lo que mi salud me permite.

La guarandinga ya está hecha, no hay vuelta de hoja, ni revés ni marcha atrás que pueda revertir lo irreversible, cuál violador ha dejado su huella física y mental hacía su víctima; EL JAZZ, y la música en general ha cotorreado más de medio siglo y pensar que los cánones, formas y estructuras quedan inamoviblemente solidificadas en su estancamiento de su gestación o apogeo es pensar como el cromañón. Habiendo expuesto la situación, cabe aclarar: los pedos y medios del Avant-Garde o Free no son el caso de hoy, ni tampoco el nuevo sol del gremio jazzero. Si de algo estoy segurísimo, es que ni hace falta encontrar la utopía para deleitar nuestros tímpanos o para trastocarnos en lo más hondo de nuestro fútil ser.

Jake Leckie es un contrabajista gringo nacido en Boston, y que antes de saber de su puta existencia -como todo aspirante al ingreso a un gremio de altas exigencias como lo es el Jazz -, se empapa, se ejercita, ensaya y se mata (lo último es exageración, o quién sabe…) en aprender con la práctica en diversas colaboraciones en bares y demás travesías, para que de una jodida vez el alumno con sus conocimientos los interprete y termine expresando su “Sonido”, o al menos la grabación de su conocimiento como testimonio de su calidad. Dicho y hecho, Jake es el caso ejemplar al haber sacado de la cremallera su debut presente: “The Abode”.

“La Morada” es el disco idóneo para defenestrar al pipiolo más cercano hacía la ventana incandescente del Jazz, ¡y PUNTO! Hay una cuantiosa cantidad de melodías de excesivo ingenio que trazan en todo el álbum la exposición de una magra accesibilidad tanto a los incipientes como a los masuchos seniles. Y no es novedad, existe la asequibilidad en todo género, pero Jake y Cía no malogran la conjugación entre la banalidad de un chicle y la exquisitez de una comida gourmet bien hecha. 

Y con esto quiero esclarecer un poco: no hay paroxismos de Solos del ego del artífice de TODAS las composiciones ni de ningún otro miembro de la Obra, todo se mueve bajo un sentido de polifonía sofisticado. La palabra: Melodía y Armonía son la clave, es el concepto que se maneja dentro de cada track, donde hay un enfoque tal hacía ello que pese a que la Trompeta de Kenny Warren y el Saxofón de Caroline Davis son los que deambulan junto al Pianista: Sebastien con notoriedad junto a toda la estela de gente que hay en el proyecto, no hay ni se presiente ningún protagonismo a ningún instrumento, sino a –como he dicho antes- a la MELODÍA, orbitando cada notable miembro con su propia presencia. Y eso, al escuchar “Metís” (que arranca con un Solo de Contrabajo de Jake para desembocar en un despliegue instrumental de sonoridades que enganchan fácil), uno se da cuenta que Jake Leckie más que un buen Contrabajista, es un excelente compositor.

La tónica crepuscular y dinámica de éste Debutazo, con temas más rítmicos como “The Abode”, “Negev” y “Bam Bam” junto a los medio-tempos o a paso/atmósfera de balada como: la nostálgica pasiva y noctámbula “Mutuality”, la fabulosa “Morning Sound” que derrocha un Solo de Órgano al inicio, “After The Flood” que lleva consigo una participación vocal de: Alexis Morrast, muy bien acoplada, y la épica “Perseverance” con sus sutiles arreglos con violines y percusiones; lo que muestra y denota en éste homogéneo y exquisito disco de Jazz una amalgama de variedad a tal grado que ni al despistado somnoliento se aburra, y a su vez, vea la exteriorización del ingenio “del de las gafas” que aparece en la llana portada.

Recomendación absoluta para al que guste de LA MÚSICA. Y no es necesariamente la quintaesencia de lo inescrutable de un huevo de Onyx, pero estamos ante una clase magistral y majestuosa de cómo en pleno 2019, y habiendo tanto material tras nuestras espaldas, parece sorprendente que “The Abode” logre hasta erizarme el bello anal y salga un orgasmo en tramos puntuales o simplemente adornar mi sala o la comilona con esto de fondo, y ser tan asertivo y efectista que deleita, sin perder jamás la esencia del Jazz añadiendo ni quitando estilos, solo le bastó a Jake Leckie plantar su debut para darse a conocer.






Nota: 8.9


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


lunes, 15 de julio de 2019

El Mito Y La Mita cumple 6 años!!!



Señores y Señoras, los que ocasionalmente se pasan por este blog, y a todo el que se tope con una reseña de hace 3 años,4 años,1 año, o de hace meses, sabrá el cariño, la pasión y la dedicación que se tiene para mantener intacto (todavía) a un sitio como éste. Hacemos, nuevamente, leyenda: 6 PUTOS AÑOS DE MÚSICA!!!

Se dice fácil, y más con mi inconsistencia y escasez en reseñas/críticas que he aportado ultimamente, pero de vez en vez, pero a pesar de ello, la huella está presente, cuál violador silencioso deja semen en su víctima muerta. Y NO, mientras su servidor: Zdzislaw Beksinski (Wanango) siga vivo y mis capacidades mentales/motrices y  -a su vez- agentes externos no hagan óbice mi labor, nunca dimitiré de ofrecer y opinar lo que todos nosotros amamos: LA MÚSICA

HOY EL MITO Y LA MITA CUMPLE 6 AÑOS, Y QUE CUMPLA MÁS!!!


"Que se haga La Música"






Publicado Por : Zdzislaw Beksinski

lunes, 17 de junio de 2019

Possessed - Revelations Of Oblivion [2019]





El Ave Fénix ha renacido. Han pasado 33 años tras su muerte, tras las eternas cenizas doradas que dejaron a la posteridad como un jodido modelo de cómo mierdas iba a mutar la música, renace en este 2019, no sólo es un mito y leyenda del Death Metal, si no, un DIOS. Y como sabrán, los dioses tienen algo en particular semejante a la tan mentada ave mitológica, y eso es: LA INMORTALIDAD. Y créanme, escasos lectores que se pasan por este blog, toda la sarta de vómito y mierda que escriba sobre el grupo que nos acontece no hará más que retratarme como un ridículo, y no creo que ni los mil Cervantes hagan justicia, y con todas las de la ley: lo que dejó POSSESSED es de un tamaño bíblico para el Death Metal, quizás más.

Ni hablar: más de 3 décadas de ausencia discográfica, su único integrante original en silla de ruedas, el fichaje de la “Coca-Cola del Metal”: el sello Nuclear Blast (con todo lo que eso implica), el avejentado y aventajado paso del tiempo que pasa factura hasta a los más grandes, las suplencias de artífices compositivos y la presión ciclópea en sus hombros por parte de sus devotos. Como para cagarse y mesurarse un poquitín a la hora de lanzar el tan esperado producto, como cualquier ser humano, pero no fue lo que sucedió… El legendario Jeff Becerra al micro recluta a las ignotas bestias que lo acompañarían en este resucitado y renovado POSSESSED: Robert Cardenas al Bajo, en las hachas de seis cuerdas; Daniel Gonzalez y Claudeous Creamer, y a la bataca el pelonchas de la banda Asesino: Emilo Marquez.

¿Qué obtenemos?
Un Álbum de casi una hora que surte y abastece una desmesurada cantidad homogénea de temas Death/Thrash Old School con el sabor -como era de prever- modernete. Algo que cualquier banducha de refritos de la actualidad colisionaría hacia el olvido, pero el caso, pese a sonar idéntico, no lo es. ¿Por qué?, 1. Así como en el fútbol tiene mayor reflector y peso más la camiseta que lo que haga dicho jugador, también en la música: pesa más el nombre de la “marca” instaurada que la calidad de sí misma. Y 2. “La modernidad” sonora de sellos como Nuclear Blast y el contexto temporal, increíblemente no mancilla lo que comúnmente llamamos a una bandototota como: el núcleo o la identidad. 

Y esto último es el causante de que “Revelations of Oblivion” gane la inmunidad en la impoluta y corta discografía de POSSESSED: Suenan a ellos. Fácil, arremeten contra nuestros tímpanos, no sólo con la incesante ráfaga violenta que disparan los Riffs y el punzante ritmo demoledor como nos tenían acostumbrados hace siglos, si no, que inclusive optan por la modernidad y la nostalgia como “aderezo”. ¿A qué me refiero?, que, así como nos despachan en 5 minutos una demoledora sección rítmica hasta degollarnos, también se da bastante espacio para una sencillez atractiva en los estribillos, un dote más de melodía y las pinceladas o guiños nostálgicos como golpes puntuales en la batería que rememoran a Mike Sus, campanas que recuerdan a “Fallen Angel” o esa lírica ultramegahíper-satánica.

Toda incertidumbre queda resuelta, todo temor embaucado y toda sospecha ausente. Escuchar, tras una Intro mística de casi 2 minutos, “No More Room In Hell” es garantía y afirmación de que los Dioses han vuelto a apabullar a las masas. La tónica compositiva es el reflejo de la llaneza, de la brutalidad y de la eficacia que tornará el sonido de “Revelation of Oblivion”. Y es que, algo que inicie con unos Riffs malévolos, una bataca para abrir con un áspero “canto” icónico para headbangear y hasta seguirle el fraseo desgarrador e intacto a Don Becerra no se puede hacer mucho, solo degustar del diabólico y crujiente manjar de Death/Thrash.

Llega “Dominion”, y junto a: “Damned”, “Abandoned” y “The word” ejemplifica el asunto: la pesadez no faltará ni de broma (incluso por algún tramo de algunas canciones retumba el hedor al Death Metal más pesado), pero se embadurna con una ingesta de excelentes fraseos, ritmo dinámico y estribillos con ganchos junto a una imparable violencia sónica y una atmósfera ritualista. Una conjugación excelente, porque en ningún puto momento del tracklist te quepa duda que las revoluciones de la estampida de Riffs y martillazos menguará.

Y es que, pese a tener una uniformidad latente por más de 50 minutos no muy agraciada de escuchar, POSSESSED la transfiguran a un camino demoledoramente entretenido y dinámico en las diez canciones que rondan los 5 minutajos. Sorprende lo arriesgado y efectivo del invento: TODAS, no miento, TODAS las canciones se disfrutan plenamente, desde las anteriormente mencionadas, el acribillado desenfreno de “Shadowcult”, “Ritual” y “Graven”; o la opresiva, tétrica y endemoniada “Omen” que recolecta todos los aspectos, logrando una simbiosis pirotécnica del disco; Y por recalcar una entre todas, me quedo con el rolón de “Demon” y su medio-tempo jodidamente avasallador a la par de un Becerra rabioso e inigualable junto, como si no fuese posible, a un tramo aún más desollador que inicia en 3:15 y se eleva al ¿infierno?, hasta un jodido solo de Bajo con un subsecuentemente solo de Guitarra para luego regresar a la tralla para que finalmente se me erice los pelos del culo y morir con una sonrisa, para lo que en mi arrogante opinión, exclamar que es un himno nuevo para el repertorio de los (mejor dicho: del) de San Francisco.

Ultimísimo detalle fundamental a recalcar: Emilio Marquez. Puta bestia sinigual, las remembranzas que ocasiona y el estilo caótico y métrico del Pelonchas es digno de alabanzas. Una brutalidad y potencia a la hora de destazar la Batería. Ponerle suma atención a la destreza que tiene y la relevancia presencial a su pegada, doble bombo, y a los platillos. Adquisición muy predominante a diferencia de los guitarros que, no defraudan en ningún instante, pero no sobresalen como el de las baquetas. Y para finalizar con “Revelation Of Oblivion”: Señor y Amo que lleva adelante la resurrección de POSSESSED: Jeff Becerra. ¿Qué decir del ilustre personaje? Los 50 añetes de edad no son carga para una de las gargantas más legendarias dentro del gremio, un registro: áspero, crudo, rabioso y feroz que es ya singular que gracias a Lucifer no ha envejecido, solo retuvo sus imperantes fuerzas para escupir la desgarradora y potente voz que se mantuvo silenciada en grabación durante 33 años y que triunfantemente ha vuelto.

Eso sí, el que piense que “Revelations of Oblivion” demerita por no ser del calibre o ralea del “Seven Churches” y/o “Beyond The Gates” necesita ir a un psiquiátrico urgentemente. Puesto que, atestiguamos el material que sostiene el legado intacto de uno de los pioneros, creadores, fundadores, amos, reyes, maestros, jefes y DIOSES del Death Metal, y como tal, aún con todo, resurgen cuál ave fénix relampaguea su destellante plumaje para imponer su presencia inmortal como un Sol.

Que mejor día para publicar el renacer de uno de los PADRES DEL DEATH METAL, que el propio Día del Padre en mi país.






Nota: 8.0


Publicado por: Zdzislaw Beksinski


martes, 29 de enero de 2019

Alice Merton - Mint [2019]





Directo al mambo, sin rodeos.

Rescatamos en esta ocasión otro ente que se desvirga en el 2019 en este maravilloso arte que nombramos: musiquita. Alice Merton es, como todo canon del Pop, una cantante que exhibe sus cuerdas vocales, melodías más pegajosas que un chicle en el cabello y, como no, marketing por ser fémina. Y buehhh…ya sabemos cómo es el mercado a la hora de explotar la imagen de la mujer. Si bien, cuando sucede tal cosa, por ende esperamos cualquier bazofia clonada de Ariana Grande o algo parecido, como sucede casi siempre. Pero, amiguetes Poperos, que no nos engañe esa cara bonita que nos tratan de vender, pues, Alice es la ralea exclusiva entre todo indicio de basurita fresona que no entra al mismo costal de defecaciones. Aclaro, tampoco es la crema refinada entre las tostadas mosqueadas.

Alice Merton nacida en 1993 en Frankfurt, Alemania, tras vivir por Canadá e Inglaterra en el transcurso de su niñez y su adolescencia, y tras tener la triple nacionalidad por razones que, tal vez, expone en este “Mint”, logrando mediante una voz notable (tampoco asombrosa) como cantante concluye a transmitir el sentimiento de nómada o trotamundos albardado de, como no, letras personales o optimistas sobre la vida. No los engañaré, Alice no recita poemas alejandrinos en latín, ni repite 100,000 veces “a mover el culo”, pero tiene el encanto y personalidad suficiente para maniobrar una placa, más que decente, disfrutable.

Puesto que, esbozaré un poco la tónica del álbum: Acá hay una voz que si bien no es vertiginosa ni plana, remite un registro con una dulzura con carácter que cuando echa los estribillos, puentes y demás ubica bien los tonos y acopla bien con las excelsas sutilezas compositivas que tiene el guitarrista, la batería, el teclado y demás efectos poperos/electrónicos que ambientan a las melodías sin ser molestas o taladrantes, sino, enriqueciendo con gramos de musicalidad sin ser unos catedráticos en la materia. Después de todo, esto es Pop jugosón chicloso y amentolado, como presagia el titulo de la placa.

Y es que, la belleza de “Mint” radica, como siempre, en la germana-canadiense-británica Alice que delinea ingeniosamente múltiples melodías, que pese a repetir muchas veces estribillos, no estropea el producto ni aturde. Ya sabemos, un Pop con cremora no le estaremos dando vuelta analizándolos cual obseso melómano, neles: Lo pones mientras estás jugando videojuegos u ocupado, y en segundo o primer plano te excitaras al oír esos cánticos, esos fraseos y esos fragmentos pegajosisímos que no aburren tras esos casi 40 minutazos que se van diluyendo en tu memoria gustosamente en una dinámica homogénea. Y eso que entretener tan si quiera con un simple y asequible Popcito es decir mucho, pues ni digamos lo mucho que se disfruta cada cambio de ritmo, coro o melodía bailable, nostálgica o cuasi hit hímnico de Alice Merton.

Sin más, reseña directo al mambo. Canciones sencillicas que harán erizar los pelos púbicos, dinámicas desde bailonas, “modo karaoke”, tranquilitas, de todo apá, y todas con ésa homogeneidad y efectividad en tatuarnos en nuestro puto cerebro las exquisitas melodías de cada canción que solo la hermosa Alice Merton hace. Y es que, ¿Para qué carajos necesitas más?, sin tener un nivel compositivo o musical exorbitante, sin tener la mejor voz del mundo, sin tener el marketing de las mismas putas veinteañeras más bonicas, te transmitirá mil veces más, desde canciones como: la que da apertura "Learn To Live", el hitazo semi-rocker, semi-hímnico de “No Roots”, La sublimes y maravillosas ”Homesick y “Honeymoon Heartbreak” (que puta maravilla de canción, mi preferida, sacándome lágrimas hasta en el pene), el otro hitazo medio-rocker de “Lash Out”, la tranquilona y soberbia “Speak Your Mind” (una muestra de acoplar perfectamente la instrumentación con la voz de la germana) y las danzante “Funny Business”, y a eso sumémosle los segmentos específicos de las canciones que erizan el ano, te hacen corear y terminan de masturbar tus tímpanos.

En resumen, te gusta el Pop, te gustará Alice Merton.






Nota: 7.5


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


martes, 22 de enero de 2019

Orchid - Miasma [2019]





Es impactante el cómo algo que por naturaleza divina o ingenio monstruoso de un ser en una determinada época resulte a día de hoy tan instructivo como fue en su tiempo. No nos engañemos, nos guste o no, el “Mathcore”, el “Djent” y cualquier etiqueta la mar de risible que quiera catalogar un recurso o sonido en la “música extrema” o Metal, es tan bienvenida como una puta de a 25$ sin SIDA. Más sorprendente aún, es el hecho inexorable de la camaleónica evolución que ha tenido el Metal, y que pese a ello, el estancamiento es todavía más inevitable. Por muchas herramientas que tengan un carpintero o albañil para construir algo, no puede realizar su obra sin tener una nimia idea o visión de los planos y de cómo usar las herramientas. De modo que, el Metal ni ningún género está exento de estancarse, es una ley natural que se debe de ralentizar lo máximo que se pueda con el ingenio, creatividad y osadía de los seres humanos con las herramientas que nos han dejado nuestros antepasados. Así como en la ciencia, en la tecnología, en las leyes, y demás; también en la música se debe de aprender de lo que hubo para construir un futuro.

Concretamente, remitiéndonos al METAL, tras ser en la actualidad tan globalizado como el porno y los genocidios, uno puede esperar o no esperar ya casi nada, dependiendo de qué ángulo. Metal, Metal, Metal, Metal… No, no hay vuelta atrás, solo hacía adelante. Es un hecho, uno puede encontrar tan plácidamente desde su champa discos, mezclas, regiones e integrantes más raros que el ano rojizo de Dios (es decir, el eclipse rojizo lunar). No nos debe de extrañar, ORCHID, grupo que emerge de la India es una, de millones, evidencia fehaciente de la transculturización de este bello y ruidoso germen que llamamos METAL (no me cansaré de escribirlo).

Pues bien, Orchid oriundos de Bangalore, India, tras zamparse en la escena formalmente con su autotítulado EP en 2016, han sacudido como mosquitos al gremio nacional más underground con ése hiriente, atrevido y pesado material de Death Metal con variopintas mezclas de Rock Progesivo/Psicodelico. Si bien, no es hasta 3 años después de su fogeo a nivel nacional que viene a sacar la erecta y venosa verga morena de 17cm y a penetrar todo a su paso. La verga enorme con la cual se presenta al mundo enseñando su brillante y húmedo glande se llama: “Miasma”. Placa debut de los Indios sureños que ante su EP, lo único que hacían, era presagiar el sonido característico que propiciaría en este primer lanzamiento.

De “Miasma” se pueden trazar una de ésas típicas disyuntivas que a todo pelele le ha ocurrido: ¿Y esto cómo se come?, ¿A qué género o etiqueta podría poner con cabalidad al sonido de lo que estoy escuchando? Lo dejé claro, el Ep solo vaticinaba el avance compositivo y musical al que podían optar éstas exóticas orquídeas indias. “Obsolescence” nos divide lo indivisible: los testículos. Desde el primer segundo una apabullante y aplastante muralla sónica nos muele acompañado de un Kaushal desquiciado tirando unos ininteligibles gritos. Y lo que puede parecer un “Mathcore” caótico que durará lo mismo que las rutinas de ejercicios en la casa, es decir: una puta eternidad de sufrimiento, nos equivocamos y PLAS! Aproximadamente al pasar el minuto llega una intervención medio psicodélica, medio Jazzera. Al transcurso del track, tras el apagón de testosterona renace la inicial violencia de nuevo con otros matices, con estructuras y tonos Deathmetaleros pero con el mismo desquiciante griterío vocal. En síntesis, la explicación del sonido de Orchid la tenemos en la canción de apertura.

¿Avant-Garde?, jajaja, o te vas o te puyo bicho!!!
Puesto que, la riqueza de Orchid es elaborar un sonido que se aleja del incipiente Death Progresivo con tintes jazzeros a lo que es “Miasma”: un casi Mathcore en el que abundan momentos que hacen del álbum entretenido. Desde los segmentos ultra jazzeros-psicodelicos como en una especie de mantra o interpretación de un paraje desolado que sirven como pausa a la tormenta colérica (como el caso de “Dead End”), hasta la demoledora avalancha de Riffs del artífice Vinay que junto a las impecable estructura o golpeteo Jazzero de Mayur está entre lo más destacable (como el caso de: “Master Supreme”, “Identoid”) sino fuera por el registro vocal de Kaushal alejando un poco los growls para sofocar el tímpano más pipiolo con ése salvaje y demente canto evolutivo del Hardcore más lacerante que te puedas imaginar en tu puta vida.

Y es que, el tracklist está tan bien pensado y dosificado, que pasamos de brutalidad excesiva de menos de 2 minutos a temas de extrema elaboración técnica en su composición. No es un dinamismo onanista ultra-virtuoso en el que se pegan una retahíla de cambios rítmicos y melódicos, pero el ADN del Jazz es tan palpable que aún en los ocasionales tonos disonantes de la guitarra y la embadurnada presencia del vocalista que atestiguan el cómo aún sin los pasajes calmos en casi todas las canciones se siente la esencia del Progresivo o del Jazz en el desarrollo de las estructuras. Es acá, donde la metamorfosis a un Mathcore asequible torna credibilidad, y Orchid torna identidad.

Canciones exquisitas que abanderan al álbum: “Obsolescence”, “Dead End”, “Sugar Pill” y “Zero-Sum Game”. Putas locuras que pueden testificar a mi favor sobre lo que escribo y apoyo con fervor. Muestras enormes de brutal exposición de lucidez compositiva conjugada con la densa y pesada demencia trasferida en Riffs progresivos cual arma atómica inevitablemente destrozará cada partícula existente de nuestro ser, y con ésa variaciones melódicas que incluso nos recuerde a un Rockcito hasta nos gustará. En cambio, los gruñidos e imparables rugidos del vocalista junto al animalejo que está hecho el baterista nuestro cuerpo reposará hasta que surjan los apacibles tramos en los cuales se puede apreciar también al Bajo. Aunque, no será necesario explicar que no es el típico disco que abruma hasta que te crezca un tumor cerebral, es, dentro de la incesante pesadez del presente “género”, accesible, si lo dejamos reposar y nos dejamos ir cual nenúfar en su tranquilidad, aunque esto reparta pesadez hasta los huevos con altas dosis de Metal Progresivo.

. En síntesis, otro debut firme, fresco y grande que satisface a todo oyente del exterminio musical, y encima, tan accesible como un crujiente Cheetos de cartón cucaracheado. 

Otro verdadero descubrimiento de la actualidad y de toda región del planeta que satisface a su servidor y a cualquiera que precie de escuchar las moviditas actuales en vez de venerar las cagadas auto-plagiadas de los anquilosados Brontosaurios del Metal. Abrir espacio a los cipotes!!!, Abrir espacio a cualquier país!!! Abrir espacio a cualquiera que ofrezca algo de propuesta!!! 

Ofrezcámosle apoyo a una orquídea india que quiere deslumbrar con su belleza a la flora universal, y no al orinado monte chuco y ordinario.   
Felicitaciones a Orchid, y sigan mutando, que ustedes son los que valen la pena, no las asquerosas momias.






Nota: Un 7.0 tan alto como el Volcán de Izalco


Publicado Por: Zdzislaw Beksinski


lunes, 14 de enero de 2019

Iron Mountain - Iron Mountain [2019]


Bienvenidos a otra ingesta de caca extraída de la purulenta necrosis anal!!!! 


(Vaya trío de barbudos!!, como mandan los estereotipos de su ralea)


Si bien Detroit, Michigan, ha sido cuna de gérmenes innombrables, sin temor a equivocarme con un lapso mental, como: Blue Cheer, MC5, The Stooges, Grand Funk Railroad y miles de pajarracos pestilentes que olvido, que no tienen otra función que destruir el tímpano. Claro, clarito Carlos!!! No compartían estilos, pero si objetivos. Hoy por hoy, no habrá duda que algún sabiondo me recrimine pero jamás de los jamases podrá renegar que cada país tiene su “zona sucia” donde germinan animalejos inhabitables para su época, o bien, intentos de explotar la pesadez musical.

A lo que nos compete, Iron Mountain no es un mesías ni de broma, pero si algo tiene este trío estadounidense es reivindicar y retomar la esencia (en idea, porque musicalmente están en otra órbita) de los tatarabuelos mentados. Doom compayito, Stoner/Doom de un oleaje negruzco de más de 1 hora para los compas de las tinieblas que disfrutan con cualquier chunchero metálico, y denso como los putos cánones mandan. No podríamos esperar más del 2019, un disco hómonimo que debuta en la escena del Doom Metal con el pie firme, venoso y sudado como un pene apunto de eyacular. Y es que, Así son las cosas cerotas trompudas, acá se viene hablando fuerte o no entras al selecto clan “Doomer”, ¿O pisas o te pisan?

No hay que irse tan lejos Carlo!!! Si emanas con sello independiente un 5 de enero con un Stoner/Doom proveniente de Michigan solo esperas honestidad. Iron Mountain no se codea con perros falderos. Bien, ¿cómo carajos hacen tres tipejos que ni los conoce su madre para elaborar en una hora un Doom tan jugoso como un cerdo de kobe? Ni papi chús puede explicarnos ése fenómeno.

Entrando en materia, cabe resaltar el núcleo y el concepto general del álbum. Resaltar primeramente: La densidad arrolladora y apisonadora de la guitarra al fundirse cual intimidante bruma que ni Dios quiere estar atravesando. Brandon Urban no hace otra cosa que desplegar Riffs eternos carentes de amabilidad y vastos de profundo tono abrasivo que empaña nuestra cordura, a tal punto que los sencillos y eficaces guitarrazos del señor logran ése ambiente místico y demoniaco que exhala en su portada. Canciones de mínimo 5 minutos y una media de 7 ó 11 minutos desglosando unas lentas caminatas de un ansioso mamut diabético. Desde los medio-tempos hasta los típicos arrancones de adrenalina, solo esbozamos ideas de melodías mediante solos impolutos y engañosamente atípicos para entender que prima más la cadente atmósfera que los Riffs rocanroleros. En síntesis, lo que se podría llamar como la esencia del Doom Contemporáneo en el cual a veces recurren de la espesura de un Drone sin llegar a su inherente tedio, pero con movilidad conjugada con el ambiente conceptual del sonido.

Qué decir de la voz!!
Con certeza no sé si el bajista (otra bestia lanuda que se arrastra como una sanguijuela chupasangre) o el guitarrista hacen las vocales o se reparten la labor. De modo, que me la va a tener que sudar y alabar el registro colérico y chillón del tipejo al que le están amputando un testículo sin sedante. Si bien, es cierto, no hay fraseos a lo Ozzy ni letargos eternos a lo Dorrian, pero el desgañitarse cual ser con gastritis sediento de sangre se acopla a las composiciones como parte de ellas y no como la focalización de la idea, ya que no empapan la voz, saben exactamente en qué tramos, logrando que ni aturde ni aburre. Un instrumento más que no se dedica a echar estribillos al 2x1. 

Razón extra por la cual se debe de ingerir el producto por su entereza y no desmembrarlo como si fuese el nuevo de Belinda. Puesto que, hay tanto momentos álgidos: En Bajo/Batería, como el tramo inicial/medio de: “Solitude Last Stand” donde el Bajo embadurna su presencia succionando almas y las batacas (correctas) relucen; En la Guitarra: los solos, y junto al Bajo TODO el álbum drenando con una densidad atmósferica sin llegar a mantener eternamente una nota ni cambios de ritmos extravagantes, pero cuando surgen los cambios de ritmos (escuchése: “Solitude Last Stand”, “Black Sky”) o los demoledores pasos de mamut obeso al ritmo de una tortuga (escuchése: “Spider Queen” y “Moonlight Ritual”) llegan a deleitar a todo amante del género. Y, ¿El vocalista?, Solo falta imaginarse el estribillo más reiterante y asequible del disco, el cual dedica con unas bonicas palabricas al Conde Orlok en “Keeper of Coffin (Guardián del Ataúd)”:
“Orlok 
Keeper of the coffin 
Orlok 
The sunlight's fallen”
Es una delicia, no es un canto semejante al Sludge, pero en ocasiones hay cotas de salvajismo y demencia en ése exquisito registro durante todo el tracklist (escuhése: “Hellbound Hearth”) que hace una dualidad con la abrumadora sección rítmica que se arrastra perfectamente en la misma malevolencia.

En resumen: Un disco que costará a la novatada más pecosa y virginal, pero a cualquier dosis esto es una jodida obra de Stoner/Doom que logra no solo entretener, pese a sus extensos Riffs prolongados y su inusual vocalista, a cualquier pelagatos que dedique bien su tiempo, sino, engrandecer con esas aparentes falencias para hacerlas sus fortalezas como recurso de una embrionaria y yacente identidad que se erige en la escena actual mostrando ése desértico camino hacía la Montaña de Hierro.

No cabe duda, Éstos gringos vinieron a plantar bien su cosecha, vinieron, como dije, hablando fuerte y golpeando a la mesa sin temor que venga un viejo lobo de mar a dejarlo en su merecido puesto. Un irreverente que debuta sobresaliendo ya con su primer vástago. 

A chuparla, bien chupada!!!!






Nota: 8.3


Publicado por: Zdzislaw Beksinski


La Cachada del 2019

Para darle actividad, promoción y conocimiento a la música no hay método más eficaz que reventarse el glande explorando las novedades que nos trae este delicioso y vasto arte que hacemos llamar Musicón!!!

Lo que todo neófito y/o melómano quiere en su puta y asquerosa rutina sedentaria: Disquitos del 2019, estrenos de año nuevo, jocotes en miel o cómo mierdas quieran llamarle. Especial dedicado a lo más reciente y variado, sin restricciones de género se avecina un aletargado "Especial 2019" donde se abordará críticas y descubrimientos dentro de todos los estilos y paladares.

Abrochen la cremallera y el sostén!!!, se viene una fuerte fiebre de novedades!! 




Publicado por: Zdzislaw Beksinski

lunes, 7 de enero de 2019

Cruachan - Folk-Lore [2002]


  Volviendo, volviendo hecho mierda después de tantos meses sin escribir ni abonar ningún disquito al blog. Pero proseguimos con el material y con el especial de Folk Metal….¿Folk Metal? Eso es mi cagada matutina de color verde, por los parásitos que recorren mis intestinos.




Cruachan, banda irlandesa que se fundó en 1992, y que en un principio asomó la lengua para saborear el sazonador especial del esperma del Black Metal de ése entonces. Recordemos: La hibridación del folclore nativo o regional de una sociedad antiquísima con el Metal para el contexto histórico en el que se hallaban los de Dublín era embrionario, casi escaso y carente de personalidad. De aquél costal precario destaca Skyclad u otros tipejos que manoseaban la fusión, de lo contrario amamantabas más de otra teta, como es el caso del gateante Black noruego. Pero, no es hasta el 2002 que nuestros amiguitos Cruachan se perfilan como uno de tantos(¿?) abanderados de rescatar la mitológica historia y raíces de su tierra y embadurnarla y depurarla con Metal hecho y derecho.

Cae al globo terráqueo: “Folk-Lore”: Titulo más que inspirador y “genuino” para regodearse entre el apogeo de los druidas metaleros de inicios/mediados del nuevo siglo, y aclarando de qué va el mambo de una puta vez. ¿De qué va?, el sonido, como mandan los cánones de todo género estereotipado, es ACCESIBLE hasta el hartazgo: flautas danzantes, sección rítmica como una sucesión de tonadas, melodía a mansalva viejazo!!! Acoplándose (inexorablemente) al “Lore”, es decir: a la mitología, a la historia y/o tradiciones de Irlanda. Y es que, cuando uno hurga en la lírica de todo grupete de Folk verá desde cuentos milenarios hasta cómo se inhalaban los pedos los duendes. 

Lo curioso o lo agridulce de la esencia que plasman los dublineses, es la tónica general, el “leit-motiv” como dirían los snobs, que resaltan taaaaaaaaaaaaanto manufacturar un sonido tan juglar, tan aural del año de la cuca, que para lograr esa “teatralidad” inundan el tracklist con melodía en demasía para forzar la asequibilidad a todo oyente. Pintarrajean con el recurso que, como dije, es agridulce, y eso no es otra cosa que Riffs, canto y melodías de flautas, mandolina, cello, e.t.c en constante tempo rítmico o danzante. Aclaro, tampoco estamos ante Justin Bieber chupando la flauta por más de 40 minutajos, pero la virtud y la falencia de la tercera entrega de Cruachan radica en ello.

 Habiendo focalizado la abrumadora predominancia de la melodía, cabe rescatar en alto, que pese a lo que a un servidor le puede parecer algo incongruente como un disco que en ocasiones es un tedio de mierda empalagoso, en ocasiones canciones como: “Ossians Return”, “Bloody Sunday”, “Death of Gael” me inyectan adrenalina conjugada con armonía. Es así, Karen Gilligan, como cantante es buenorra, pero hay una fisura: reiterar constantemente en la sencillez de explotar ese mecanismo de estructura: sonidiño folclórico-acoplado a un canto bueno pero genérico y desembocar en unos Riffs más gordos que el Gordo Max se vuelve entretenido y cansino a su vez. Y eso sucede hasta en las soberbias “Spancil Hill” y la famosísima “Ride On” que hacen alarde de perfeccionar el núcleo del disco y transportarnos a un ambiente mítico e insospechado en el que habitan ruinas, lagos e historia mística de una civilización antigua en derredor de un gélido pero extrañamente entrañable lugar.

Repito, Recalco y Remato con lo anterior dicho. No hay que confundirse, los Riffs del mandamás Keith Fay junto a la flauta de John te van a dar cerdas ganas de silbar sus tonadas juglares junto a tu clica de confianza, sino, olvidables como un pedo silente en el bus de la ruta 112. Recomendado a todo público, acá si no hay discriminación, cualquier pelagatos que precie de adrenalina bailona metálica le encantará. Cruachan al blog y a ver su los deleita su música o los aturde. En resumen: Agridulce y contradictorio “Folk-Lore”, que para ser lo más imparcial de la Vía Láctea es disfrutable dependiendo de la ingesta

Cerramos el especialón de Folkmetaleño y abrimos el 2019!!!!!






Nota: 6.0 raspadito, raspadito, raspadito


publicado por: Zdzislaw Beksinski