miércoles, 27 de agosto de 2014

John Ford – Trilogía de la caballería: She Wore a Yellow Ribbon (La legión Invencible) [1949]




Llegamos a la segunda parte del terceto de la caballería, y esta vez la acción tiene lugar en “tiempo real” en pos de la muerte del oficial Custer, donde sus tropas han sido confrontadas por una civilización hostil de apaches. Todo recae en el oficial Nathan Brittles (El padrino, Wayne) donde los días para su retiro están contados, y ha sido encargado por su superior en una última expedición. Ésta consiste en alejar a los cheyennes del territorio norteamericano, orillándolos hacía las reservas de los nativos. Todo comienza cuando Nathan tiene que, como encargado y responsable de su caballería, transportas a las damas de sus superiores para unas diligencias en cuestión, la cosa se tuerce cuando hallan un campamento, del cual ya hicimos mención, donde dejó varios muertos, heridos y unos pequeños niños abandonados. 

El objetivo no fue cumplido, y las expectativas de Nathan se despojaron al ver que los chayannes se hicieron con unos refiles a través de una mala treta con unos contrabandistas, de cual, la peor parte se la llevaron estos últimos. Los chayannes se consideraban absolutamente mortales, sus flechas llevaban mortíferos venenos sedicientes en sus puntas, de tal manera, que esto hacia que lo enemigos desangraran a la vez de inficionaran. La tropa fracasa y sus intentos se ven entorpecidos por aparición de búfalos, heridos, tormentas e ineficiencia es las estrategias pertinentes. Por lo cual todos regresa regimiento de resguardo, sólo dejando a una tropa a cargo.
Al final, Nathan sale victorioso unas horas después de su retiro, comandando las últimas huestes y alejando a los nativos de una buena vez a sus reservas. Es nombrado, antes de su final partida, como jefe de exploración en su nueva jefatura. 

La trama para esta segunda realización tiene menos carga, pero siempre los mismos elementos persuasivos de dirección; pues claro, la firma de Ford es única. En esta ocasión hay un cierto aire de honor hacia la caballería estadounidense, resaltando actitudes como la moral militar, especialmente sobre el “perdón”: debilidad en cualquier momento o circunstancia; la disociable relación de las mujeres con la milicia; el respeto hacia las órdenes, por absurda que éstas puedan llegar a parecer, siempre y cuando vengan de un superior; las marchas militantes con su folclore popular en canciones de trote. Ese especial homenaje no es escindible del patriotismo que carga Ford, y la condimentada espesura con que lo realza. 

La producción inundada del tecnicolor que la usanza ameritaba, y que a pesar de ser un director de elite por el mudo, no se iba a permitir ni limitar a que sus escenarios tuvieran un cromatismo más afable y adecuado, sin que estos relumbraran y mostraran lo que es estar en una contienda a caballo y a la espera de cientos o miles de tribus armadas hasta los dientes. Punto talludo del film, se da con los paisajísticos cuadros; tornando estos de una viveza lirica y visual pronunciada y ecuestre. Claro, la música revigoriza esos valores visuales lustrados.  

Queda reafirmado que John Wayne con John Ford fue una de esas duplas inseparables, donde sus trabajos demuestran un esmero y una latencia por el cine como nunca. Especialmente en las aéreas transitorias, aventuristas y clamorosas del Wéstern: cine que nunca se le dio mal y que sus películas aisladas de esta escena no fueron más que suplicios soporíficos para algunos; aunque para mí todo lo que toda midas es oro: todo lo que hace Ford es calidad… así de llano.
Segunda entrega que no deja malparado, entre su primera placa se van a los monedazos, o como dirían en su cuchitril: 
Al establo con disputa y mano cargadita!


 

Nota: 7.2 pero relinchando, carajo!


Publicado Por: Albert Spaggiari. 

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