miércoles, 4 de diciembre de 2013

Igor Stravinsky – Petrushka [1911]

Stravinsky fue un compositor y director de orquesta ruso, murió a los 88 años en Nueva York en 1971, su existencia entre el siglo XlX y XX hizo que Igor se permeara de diferentes estilos musicales acorde con su ideología cosmopolita y progresiva, de la cuál compendio entre 3 principales periodos: Primitivo, Neoclásico y Serialista. Petrushka fue escrita entre el tramo, que posteriormente fue llamado Ruso (Primitivo) éste basándose en los antiquísimas leyendas folclóricas de la longeva y rupestre Rusia a principios del siglo XX.


Petrushka fue un Ballet que contaba de 4 actos con coreografía y música de Stravinsky principalmente con libreto de éste mismo y de Alexandre Benois, que es catalogado como uno de los máximos artífices del ballet ruso contemporáneo. Bonois llevó acabo los vestuarios del Ballet Petrushka; como dirían por mi barrio, se juntó la Cream de la Cream para crear este proyecto.

Pero si creyeron que los estrategas y principales figuras del ballet fueron únicamente estos dos, que mal estábamos. La interpretaciones dancísticas de los principales personajes se llevan acabo (En el caso sí alguno de nosotros hubiese visto la función) por el incólume e inmaculado, soberbio y virtuoso “Vaslav Nijinsky” junto con la pionera del mismo arte de girar “Tamara Karsávina”. Señores, como quisiera haber visto a estos sujetos, no sólo por su renombre, pero sí por sus piruetas esbelticas que hasta el día de hoy se siguen utilizando.

Antes de iniciar, como preludio contar al más entendido lector sobre que trataba la obra. Petrushka, como bien mencione antes, Ballet con ígneos artistas  y mentes, fue basada en una leyenda pagana rusa sobre un titiritero que mostraba a 3 de sus títeres en un circo local. Él aseguraba, alas personas que iban a contemplar su Show, que estos títeres no eran unos muñecos nada más, tenían vida y gozaban de movimiento así como los humanos, sólo que eran más pequeño y con un objetivo; “danzar” conformados por la Bella Princesa  (Karsávina), El Moro de cimitarra (Alexandr Orlov) y Petrushka, un marinero grotesco que no sabia bailar (Nijinsky)

La historia se desenvuelve por los ofuscados celos de Petrushka hacía el Moro, ya que éste y la Princesa eran amantes y los dos bailaban como unos ingenieros del arte de la danza moderna. La su desgracia la princesa rechazaba al feo marino, ya que sus movimientos bruscos y torpes le impedían bailar con ella. Petrushka se quejaba de ser una criatura nauseabunda y de deleznable baile, encolerizándose tanto con el Moro se lanza hacia éste, pero el Moro enojado de las pretensiones del Marín termina por matarlo con su cimitarra, atravesándole el pecho y dejándolo a descubierto con las personas que esperaban el acto del titiritero y sus “muñecos reales” Después que éste último convence a sus espectadores de que en realidad eran simple muñecos y que todo había sido planeado, para su desgracia no era así; los títeres eran reales.
Al final de la obra, el espíritu de Petrushka aparece encima del teatrín del dueño de los títeres, y enfurecido le dice a éste: “Tú me has hecho un ser abominable, un ser que no podía bailar y por eso mi fealdad te seguirá toda tu vida. Ahora, el amor que sentía hacia la princesa obnubilada hace que baile perfectamente, mira! JA JA JA” Cierras con unas tronantes y espantosas risas malévolas. Genial, ¿no?

Y con esta idea abstracta (Bueno si tienen un librito de cuentos sí se contextualizara mejor en sus mentes) podemos situar la música de Petrushka, O sea de Stravinsky, no del marinero que quede claro. Esas partes conturbas y torbellinos eufóricos de pianos estruendosos y violines a un galope espectral hacen que las escenas del marinero luchando por el amor no correspondido de la princesa se vuelvan encajadas y acartonadas en nuestra idea del cuento a carácter medieval.

Algunas tubas y tambores haciendo el aspecto tétrico y saltón de la historia, con esas bitonalidades que caracterizaron el compositor ruso. Hay excelentes melodías, como bien consta su época clásica; es más habremos de saber como fueron esas incursiones futuristas de las que tanto se hablaron en su cenit, su periodo astral, de la “Música Serial y dodecafónica” ritmos cambiantes y chirriantes que nos focalizan en una persecución, en un altivo gesto, en una danza virtuosa y descollante, como en un triste esbozo de agonía amorosa.

La obra tuvo que ser tocada con una infinidad de músicos, su cantidad la desconozco, pero por ahí está que fue una de las aperturas que más necesitó de elementos en distintas aéreas e instrumentos para lograr plasmara toda esa sensación empática de inmóviles frente a lo que se llevaba a cabo en ese momento. El piano hace un soporte excelente con los pasajes más apacibles y a lontananza de las fluctuaciones y cambios temporales en tonos altos, suaves, despaciosos y comestibles en su plenitud. Es música que suena cristalina, pura y mansa.

Por momentos se escuchan personas tosiendo, me ingenió que la obra fue grabada por alguna sinfónica más contemporánea, pero claro digitalizando los valores de la música de Stravinsky. No vayan a creer que son los gordos que tocan flautas parados haciéndose los imbéciles y rascándose disimuladamente los genitales. Para nada. Se oyen músicos profesionales, no es trabajo de patanes con instrumentos nada más. Una de las partes que más beneplácito me causa es su entrada incial, o su Escena 1 (Primer Track) seguido de “Russian Dance” (Segundo Track) que conmueven al oyente con esas aligeradas y tocatas esfumadas y serviciales.
 Aquí se da la polifonía tan hablada de Stravinsky, una pared de tambores, violines, tubas, pianos, clarinetes (Creo) contrabajos y demás parafernalia, que van haciendo que los personajes tomen vida en una escala cromática y rica en su música vertiginosa y zigzagueante; algo camaleonistica si prefieren.  En la “Escena 2, Rooms Petrushka” (Tercera canción) oímos de nuevo esas cabalgatas y tenaces capacidades de la compleja estructura, sin perder lo ameno y canturrio, que Stravinsky componía (Tocados, claro, por una muy competente Orquesta)

Saben, lo que le queda justo a este ballet, una de esas clásicas y morbosas películas anticuadas y mudas, enalbardando, claro, todos los elementos del ballet y la historia en su más orgánica desenvoltura, para ser vista con la mayor contemplación: ver la sigilosa aventura romántica y dramática envilecida por el vigor del moro, la astucia y nobleza de la princesa y la pobre y trágica desventura del marinero. Vaya que me ha fascinado el cuento, la música también, pero me gusta como adorno, no se me vaya a parar de su silla señor Igor.
 Sin duda que Stravinsky sabe evocar esos sentimientos que causa el entramado y maltrecho desenlace, más allá de su innegable talento, estamos frente a una divertida y sabrosa experiencia, que no sólo nos conmueve, sino también nos atrapa y por veces nos hace sudar. Sin duda una guantada al estilo clásico de este señor tan soberano de su arte.

Bueno, muchachotes, no hace falta que les indique que pinchen el botón de abajo, el que dice claramente Descargar, porque sin duda, si son amantes de deleitables y cálidas obras musicales sabrán apreciar este trabajo. Pero, si no les llama la atención la música clasicona, aunque está más contem… de seguro que el master ruso les dará una sensación diferente y hogareña. Escuchemos un poquito más…. Ah, Qué Rico... Grábenmelas en la frente tallada a mano, por favor.






Nota: Un loco 7.9 así como bucéfalo y su sombra, así de loca está la cosa.




Publicado Por: Albert Spaggiari  

No hay comentarios:

Publicar un comentario