viernes, 27 de diciembre de 2013

Ornette Coleman – Something Else!: The Music Of Ornette Coleman [1958]

¡Qué tranzas pues, mis camarones! Hoy se cae desde el pórtico un pequeñón disco que tenía por ahí guardadín con ganas de meterle dientes hasta la medula y sacarle un poquito de todo. Ya, como en este especial de jazz rico y sabroso para los más barrigones, les avecino un rechupete de Ornette Coleman: Visionario del nuevo movimiento Free Jazz, que vería luz en la década de los 60s (Qué tiene de nuevo… váyase al 40 años para saber quién apesta a muerto, hijo) pero nuestro utópico y desenfrenado barbitas nos entrega algo, que para los más puristas y ortodoxos en el estudio clásico y contemporáneo del jazz, podría llamarse y nominarse como uno de los primeros discos de Free Jazz.


Ornette Coleman tuvo un periodo cruel e injusto, pasando por trabajos como ascensorista, cabriola y trapo sucio de algún hotel mugriento de 2 estrellas, tal vez. Pero siempre con libros de música a la mano para echarle una ojeada, a lo que posteriormente sería una pasión, tal como jugar golf o comer papitas enchiladas; componer música, y vaya qué música, mis perrines. Inspirado en Charlie Parker, pero con su permiso comiéndole la cabecilla, las patas y el nombre. Coleman, robusto y despreocupado, siempre mantuvo desde muy pequeño, en sus pequeñas clases, una actitud holgazana y poco metodista.

Tal vez, el carácter del sujeto fue factor importante para comprender brecha y todo lo que lo compone. Apoltronado a observar a los grandes del Jazz de ese tiempo y a mantener la mirada temple y callar cuando los adultos estaban hablando de cómo hacer música. Ah, joven descarriado, de pocos amigos, que lo único que le importaba era estallar su Saxo y Trompeta. Esto le ayudo a conservar una gran entereza en el camino y óptica hacía su “Jazz” y nombrarlo “Free” ya queda en absurdísimos para aquiescencias, cataduras y cervales miradas de los más “experimentados” Odiado y amado por el estilo tan libertino e inverosímil de su música, patrón del laconismo desobediente y  pavo real de la odisea y espontaneidad.

¿Qué pelambres nos presenta don Onette Coleman aquí? Año 1958, antes ¿De dónde viene esa influencia para construir rieles pétreos e intragables, movimientos acuosos y a la buena de Dios? Por favor preséntese el virolo de John Coltrane, 1 año antes (1957) y destetándose de las leyes y la norma paradigmática. Señores, un pequeño paréntesis, corchete o llave, lo que gusten. ¿Cuántas veces, cuántos nombres y en cuantas y en repetidas ocasiones no sea impuesto una regla para los músicos, para encasillar su arte y su estilo en géneros lineales, en tremendos y horizontales pilones de piedra inamovible?... irrisiblemente, muchas y seguirán hasta el final de nuestros días o de nuestros oídos.

Me encanta ver gente díscola, aventajada, iconoclasta y rebeldes sin causa, de ellos será el infierno, el inferno donde muchos van y donde pocos se preguntan porqué. En fin, sigamos anchándole flores al Ornette en otra ocasión, pero dejando fuera todas las guarradas, éste señor se merece todo el respeto por romper con la norma y las leyes (Breaking The Law… ) Ornette no sigue el mismo camino del Jazz convencional, de aquella y de esta época.

Prosiguiendo con su sonido. Señores, tenemos un disco muy poco cocinado, algo despeinado y sin aceite para moverlo en la cacerola con tranquilidad y pasibilidad. Tenemos que sentir esas reverberaciones que van estallando en una serie de retahílas ricas en improvisaciones, litúrgicos y descompuestos cambios atonales y pocas veces armónicos ritmos. Trompetas logradas, saxofón enfurecido y errabundo que camina descalzo por la tierra fría y sin paradero, sin destino, con la mirada tapada por un velo blanco y sin quererse desamarrar en lo mínimo. El consomé está diseminado en pianos, percusiones que van hormigueando, dando pequeño pasitos en platillos y tarolas, creando el efecto de acabose y marginal estridencia.

Un sonido muy etéreo que vapulea tirando cemento y embates de acero solido, destripando sólo la poca pericia del oyente y aburriendo al aburrido. Pero, a pesar del azaroso destino de las canciones, tenemos un repertorio concreto y más palmado. A diferencia del señorito coltrane, Coleman posiblemente juega con su saxofón y trompeta, de manera pueril, pero conservando una supina sapiencia e innatos interludios creativos y desenfundados en locura mayestática.

Resquebrajando esa línea invisible entre el ecuánime tecnicismo y quimérico feeling, acercándose mucho a ese camino escabroso, que pocos han logrado rebasar como el carrito de Yoshi en Mario Kart; así, metiéndole botón, pedales y huevos. Otra cosa muy destacable, del emporio instrumental, es como los pianos pasan a tercer plano y la batería, con unos deliberados retazos, llega a ser un eslabón incipiente con mirada gacha y ojos lacrimógenos. Parece ser que el hombre de viento manda y con una severidad verosímil, aunque guiándonos por el carácter del dicharachero, será infantilismo acertado y no disciplinario: carcajadas y pasándoselas de amiguetes.

Me inclino por pensar que “la improvisación” es más que un juego, algo extremadamente complaciente para el creador y totalmente lúdico para nuestros oídos, pero serio y valido para los que nos tomamos al pie de la letra la música. Un arquetipo, y quizás paradoja en ostinato, sería el sistema de composición: introducciones fieles, seguidas de crucigramas indescifrables y enredadas cuerdas, sogas y cintas en un nudo gordiano, posteriormente volvemos a las primeras fieles y diáfanas introducciones que nos hicieron tararear. El estilo ígneo se estaba creando, a partir de una soltura y perfiladas ideas en pedirse esfuerzo y propuesta; no dejándome mentir, no todo le sale de estirpe pura, azula y notabilísima, aunque esfuerzo y manos se engrasaron y vaya que han de haber quedado sucias.

La ejecución, así como la composición y la calidad son genuinas, y esto eleva el nivel, sea técnico, neutral o sentimental de cualquier álbum, añadiéndole la vultuosidad y el orden cronológico, académicamente histórico y renovador para el Jazz.  Pero combatiendo todos estos aspectos, con el sencillo me gusta o no me gusta, el anterior queda muy, muy desgonzado. Así que Ustedes sean jueces y dueños de su opinión, yo sólo expreso una vivencia musical. Pero no armen un motín antes de las fuertes mareas, aunque tomen ese fuelle de su fusil y clávenlo en sus espaldas de merinos en entrenamiento, porque para aquellos que quieren una polveada y repasón ala ligera ahí se los aviento, con carnita, cebollas, chile verde y papas mal fritas.

Nuestra depilación gustativa empieza con tres temitas: “Invisible” (No el adjetivo ni mucho menos la banda), The Blessing, Jayne que serían nuestro primer montículo de asfalto. Éstas cargadas de simpatía y relumbrones en Saxo inherentes a la fiesta y semánticos pianos endebles, con una fuerza rítmica como en su única y total parte; “Chippie”, “The Disguise” y “Angel voice” aceleran el paso y el picor se acrecienta y se presenta mudo y danzante con ganas de crear revoltijos y tratando de crear desmesura  y fervientes espacios esporádicos… otra vez, que venga y caiga lo que se presente; “Alpha”, “When Wild The Blues Leave” y “The Sphinx” amortajan el sonido ya antes descrito y comprimen el introspectivo blues que el álbum guardaba en sus entrañas.

Para ir concluyendo: a parte de los tiempos entre medios y rápidos, lo que sería para reflexionar es el grano con que se muele y la ventaja que saca el empapelado a la hora de referenciarlo, quizá sería ineludible colocarlo entre un disco fundamental para la creación de la vanguardia Jazzistica. Y ahora, por último como de costumbre, la portadita. Huele a mierda. No sé para que explicamos algo sin mucho sentido, ya que el Coleman con un saxofón entubado a la boca y un trasfondo blanco aburrido, nada en especial.
Ya se dijo mucho y se agrego demás, así que mis colegas y mis cucarachas, ya saben que hacer cuando estén solos/as, pínchense el botoncito que dice descargar y bájenselo de una puta vez, a lo mejor se llevan una bofetada salida del guante de Darth Vader, o quién sabe, un Sablazo en la nuca o un disparo en las cervicales… por mi parte, haría todo lo imposible para propinarles las 3 Opciones. 






Nota: 8.5 y las cuerdas se tensan como el pene erecto de un violador al ver una minifalda y piernas






Publicado Por: Albert Spaggiari

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