Katia Guerreiro es
una cantante portuguesa de 37 años de Fado. Conformando una de las principales
y reconocidas artistas del género contemporáneo, que supieron revitalizar el
Fado clásico y remontarlo en una vena más moderna, pero siempre conservando los
elementos que caracterizaron al dicho género.
Que les puedo decir
mis compinches…para empezar, la niña Katia Guerreiro cursó sus estudios de
medicina, a la vez apasionándose por la música natal de Portugal (así es el
Fado) manteniendo estas dos disciplina como sus más grandes amores, mis
estimados. Pero, para entender esencialmente lo que nos presenta el álbum,
tenemos que remontarnos al tango argentino, exactamente ese clásico tango de
Gardel y sus congéneres. El álbum recopila vastos elementos del tal género,
pero diferenciándolo drásticamente sobre su tempo y proyección ritualista.
Igual o en cambio,
tenemos, como la mayoría de veces, música apesadumbrada, acústica, emotiva,
sentimental y con un despiste un tanto nostálgico y evocativo. Katia, a igual
que Mariza, revive esos sentimientos lejanos, donde alguna de nuestras partes
se encontraban extraviadas y con la facilidad ecuánime, con la que cuenta
Katia, nos avocamos ante tales sensaciones y sentimientos. Revivimos
perfectamente lo que una vez hable en la reseña anterior. Pero, ¿Cuán real puede
llegar a ser la experiencia en la qué Katia nos involucra? Como todos los
casos, llenos de episodios subjetivos, puede o no enconarnos entre rubros,
aunque sí eres propenso a que tus emociones se activen de melancolía con
pequeñas retahílas e inmiscuidas paráfrasis, pues de seguro este disco te queda
bien justo.
Aunque no contamos
con una variedad rítmica de instrumentos, sí, nos volvemos a centrar en el
feeling: rango y timbre de Guerreiro, dejando pequeños tramos cetrinos para esa
triste y perezosa guitarra que va encaminada, al principio, con una voz estoica,
impertérrita y en contraste con su inicial estilo se va mojando, salpicando al
oyente, de un gran feeling auditivo. Eso
sí, par aquel que espera virtuosismo, mejor marchando en dirección contraria,
porque aquí, mis queridos colegas, tenemos música que emana el estado puro, quieras
o no verlo, de una sentimental columna montañesa e incólume.
Pasando al tema meridional,
“la instrumentalización”, para que no digan que puros borrachos/as estrechados/as a
la verborrea escuchamos. Bueno, la guitarras, tienen perfectos interludios,
vahos acomodados y pequeñas interdicciones, alejándose de lo encofrado, séptico,
críptico y de las experiencias de carácter complejas y rusticas para nuestros
oídos. Aparte de disfrutar de ese anterior estilo de música, a veces la ausencia imparcial
de percusiones, deja un poco de vacío tonal y rítmico, pero, si vamos a
enfrentarnos y poner caradura, tendríamos que dejarnos de tonteras, porque
siendo así su música (Muy simple) recrea ese ambiente, de nuevo, bohemio
y honesto, apartándose diametralmente del lucro o tácticas infalibles en ventas
seguras y fructíferas.
Pero, yo dejaría el
disco a un nivel muy personal, porque el simple hecho de ser una música con ligereza
y de decrecientes e intrincadas secciones rítmicas, es muy difícil catalogarlo de
obra ignota y absoluta; sin embargo, no podemos quitarle al César lo que es del
César…. Honestidad y pasión, ni Dios se las quita, y mucho menos a guantazos y
pérfidas miradas desdeñosas.
Hay canciones donde
nos derrocha una buena esencia de la mítica “Amalia Rodríguez” ese tributo
encajado, ensimismado y desorientado de cualquier oreja inquieta y desbordante
de ira e impaciencia. “Guitarra Triste” es ese homenaje, casi invisible y personificado
a favor de Katia, pero sí buscamos con una vehemencia de todo voraz lector melómano,
hallaremos que Amalia, como reina intocable, necesita de dos o tres Katias para
logar levantar sobre sus ojos sanguinolentos, esa varilla de hierro solido que
forjo hace anales; aunque Katia, como buena aprendiz y muy lejos de la
incipiente virtud fadista que caracteriza a Guerreiro, nos deja con loables tesituras.
Tampoco dejemos atrás
la ferviente inclinación hacía temas propensos y con una desembocadura mística,
idílica e ideal: como lo son las religiones. Cantándole, una tierna, cosiaca y tremebunda composición, llena de pequeñas ventiscas de luctuosas admiraciones
personales y enardecidas. Cosas muy respetables y aprobada, siempre y cuando sea
haga con sentimiento y lejos de alienación mercantil y metodista.
No hay mucho más que
agregar, ya que las canciones siguen una fluctuación similar y análoga; no hay
de donde perderse, si rascamos profunda y tenazmente el disco con las mejores y
más amenas ganas de aprender. Quizá no llegue a gustar a muchos, pero “la niña Katia”
cumple su objetivo, a pesar de estar soterrada en nuestras alevosas aficiones
por la tendencia Norteamérica Tenemos que brindarle un pequeño y emblemático
recinto y el cheque de aprobación con la careta sonriente y menos apócrifa que
tengamos. Sello de aprobación, pero pueden apreciarlo bajo aspectos
contrariados y patéticas discusiones sin lugar… depende de ustedes, mis amigos.
Portada, con la figura perfilada de la sien de Katia: Cejas negras, cabello igual negro, tez
blanca… nada de muñequitos prefabricados, sea por tal o cual razón, conocemos bien
el significado en este punto.
Bueno, mandriles sin
dientes, acérquense y bájenselo, no es la gran cosa, pero les aseguro que si
prestan e hincan los oiditos, tendrán una grata y espiritual experiencia…. No es
caviar, ni legumbres pasada por aguita caliente… pero tiene sabor, carisma y personalidad!!!!
Bajón de un pinchazo. “Yo también quiero vivir los días contigo”
Nota: 6.2
Publicado Por: Albert Spaggiari
No hay comentarios:
Publicar un comentario