¡Hoy ni Dios
descansa, malnacidos! Pues, hoy toca parlar de John coltrane, o “Trane” para
los más íntimos a su música. Coltrane fue un compositor, tenor, saxofonista y
soprano (Tocando el saxofón alto y la flauta) de jazz; una de las figuras más
representativas del jazz americano de la asegunda parte del siglo XX. Grabó un centenar
de obras, y su legado se extiende a los confines de muchos artistas de vanguardia
y experimentación, ocupando a veces la silla con gente como Miles Davis y Duke
Ellington (Igual, piedras angulares en la creación del estilo 60s Jazz, para
muchos Free-hot)
Sus encuentros con la
música se basan desde que tuvo fiel contacto con los canticos, coros e himnos de
la iglesia metodista a la que sus abuelos pertenecían, involucrando al joven a
asociarse con este tipo de cantos Góspel y con una gigantesca influencia
afroamericana. Se une a unas cuantas orquestas donde tocaría el clarinete, a
pos de esto, los trajines le llevarían a ser un músico dedicado y comprometido
con su arte y sus medios hacia éste
mismo. A pesar de la inabarcable obra del señor coltrane, hemos tenido el
atrevimiento de tocar su “Blue Train” uno de tantos discos que se conservan en
las antiquísimas repisas de cazadores de tesoros, vinyls, compac y demás
parafernalia.
Blue train, es el
primer disco de Coltrane que pasa a manos de “Blue Note” (Productora discografía
que llevaría al estrellato al músico). El álbum cuenta con una diafanidad
perpetua: embrocando temas de larga duración, se divide en 4 Tracks que
conforman alrededor de 42 minutos. En este disco se embarcan por primera vez (siguiendo
los cánones de la lectura rígida) los solos de saxofón mayor y menor de
coltrane: componiendo todas las canciones, excepto “Im Old Fashioned” de Jerome
Kern. Muchos expertos y estudios del género lo han nombrado al disco con una
influencia hacía el Hard Bob de la época (precediendo al Free Jazz y Modal Jazz)
La percepción sobre
la música de John, en este álbum, es sinuosa y con un estilo saltimbanquis de
perfecta ejecución aural, tonal, asimétrica y sincrónica. Ante nosotros tenemos
un disco dicharachero en todo momento: cargado de una amplia paleta de improvisaciones
(Tanto en saxos como en pianos y percusiones, menos en bajo) en toda su extensión,
jugueteando con arrítmicos e inarmónicos cambios de ritmos (Ragtime) tiempos
quebradizos y políritmicos. La ampliación extenuante de sus solos en saxo tenor
y menor están acoplados a una versatilidad e ingenioso destino, rico en
musicalidad y agilidad; haciendo de la experiencia una agridulce y profusa.
A comparación de sus coetáneos,
Coltrane, tenía un estilo muy particular en su Free Jazz, ya que elaboraba una
cadena de retahílas, inacabados ritmos y cacofonías gruesas y de exageración en
sus notas. Proponiendo un jazz de muy cuidado y elaborados tempos pétreos y de unas muy difíciles escuchas. Lo que compone
una dinámica variante y compleja a la hora de reproducir sus Tracks. Acercándonos
a esas agujereadas y entrecortadas percusiones, siendo enfiladas con sendos
contrabajos de antaño, y unas caracoleadas cinceladas en bordes imprecisos.
Unos ritmos
extremadamente heterodoxos y despilfarrados en incontables maniobras de ingenio
de todo un esquizoide y ensimismado artista, como una vez dije, muy enmarañado
con su arte. Me imagino que el sujeto ha de haber sido un lacónico, compulsivo
e histérico perfeccionista con su trabajo, solo basta escuchar su primera
canción para notarlo enseguida.
“Blue Train” y “Moments
Notice” son las canciones que más se identifican con lo que dije anteriormente:
su soltura, pomposidad y alegres vibratos exceden la cordura en la precisión y
la exactitud. Al contrario tenemos una cargada licuadora de ritmos acuosos, vaporinos
y por veces airosos con elementos de una rapidez chispeante y escalofriante con
unas percusiones (Bateria) que succionan los ritmos, cortes y armonías para todo
el minutaje. El hemisferio de este lado está lleno de cambios y movimientos discordantes
para cualquier oído no acostumbrado, por eso exijo una escucha amplia y sin
descanso para tratar de darle una proporción adecuada.
Cuando entramos al
ecuador del disco con “Locomotion” Y “Im Old Fashioned” damos un giro en 60
grados. En el caso del primero epilogo (Locomotion) aún tenemos ese carismático
sonido saltarín y diametral. Ya cuando entramos a la cuarta canción del álbum,
tenemos una semi-balada compuesta con una sola palabra para identificarla:
Lirismo. Cuando llegamos a la parte final del álbum en “Lazy Bird” caemos en
otras reverberaciones estridentes y chirriantes, pero con un eje central en arpones
robustos y clavijeros lisonjeros incómodos: bueno, un sonido algo similar a
eso.
Por añadidura tenemos
un excelente álbum de jazz, de mucha atención porque revolotea en cada momento
y creo, sin equivocarme, que su mayor objetivo es crear ese ambiente sincopado
y polígamo. Me imagino ese sobresalto que debió de dar en aquellas febriles y
mesuras épocas de mitigantes y estrechos límites en la música convencional. Mucha
veces catalogado como uno de los discos más grandes del género, pero con los
permisos de esos argumentos, me quedo en eclecticismo y le doy una palmada de
honesto sabor al álbum, sin rechistar.
Antes de que me
olvide, para finalizar, también chéquense en final de “Locomotion” y “Lazy Bird”
con unos tramos y pequeños espacios para la batería; una resina y entramados yunques
jinglares que suenan al final, como estar en el averno y meollo de las casillas
de pulpos diestros, expertos y grandilocuentes que tocan para salir a flote.
Portaducha, pero con
fondo azulado identificable, como si fuera el símbolo o documento de verificación
para un polizonte que se asoma con la cremallera abierta del pantalón, insinuando
un acto homosexual prematuro y definitivo al bajarse de su maltrecha motocicleta
bonachona. Característica de la época, pero nada en especial. En fin, lo único
que nos queda es bajarnos de los juncos, dejar de comer ciruelas de la vecina y
cepillarse bien los dientes… porque aquí les traigo un solido en guaje bucal y
con olorcito a pastillas rezagadas de clínica de mercado. Es hora que dejemos
de escuchar a Blink 182 y nos pongamos serios.
¿Qué ya estamos grandecitos, no?
Nota: 8.7 y los muros
temblaran, titán.
Publicado Por: Albert Spaggiari
eternamente agradecido
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