martes, 24 de diciembre de 2013

John Coltrane – Blue Train [1957]

¡Hoy ni Dios descansa, malnacidos! Pues, hoy toca parlar de John coltrane, o “Trane” para los más íntimos a su música. Coltrane fue un compositor, tenor, saxofonista y soprano (Tocando el saxofón alto y la flauta) de jazz; una de las figuras más representativas del jazz americano de la asegunda parte del siglo XX. Grabó un centenar de obras, y su legado se extiende a los confines de muchos artistas de vanguardia y experimentación, ocupando a veces la silla con gente como Miles Davis y Duke Ellington (Igual, piedras angulares en la creación del estilo 60s Jazz, para muchos Free-hot)   


Sus encuentros con la música se basan desde que tuvo fiel contacto con los canticos, coros e himnos de la iglesia metodista a la que sus abuelos pertenecían, involucrando al joven a asociarse con este tipo de cantos Góspel y con una gigantesca influencia afroamericana. Se une a unas cuantas orquestas donde tocaría el clarinete, a pos de esto, los trajines le llevarían a ser un músico dedicado y comprometido con su arte  y sus medios hacia éste mismo. A pesar de la inabarcable obra del señor coltrane, hemos tenido el atrevimiento de tocar su “Blue Train” uno de tantos discos que se conservan en las antiquísimas repisas de cazadores de tesoros, vinyls, compac y demás parafernalia.

Blue train, es el primer disco de Coltrane que pasa a manos de “Blue Note” (Productora discografía que llevaría al estrellato al músico). El álbum cuenta con una diafanidad perpetua: embrocando temas de larga duración, se divide en 4 Tracks que conforman alrededor de 42 minutos. En este disco se embarcan por primera vez (siguiendo los cánones de la lectura rígida) los solos de saxofón mayor y menor de coltrane: componiendo todas las canciones, excepto “Im Old Fashioned” de Jerome Kern. Muchos expertos y estudios del género lo han nombrado al disco con una influencia hacía el Hard Bob de la época (precediendo al Free Jazz y Modal Jazz)

La percepción sobre la música de John, en este álbum, es sinuosa y con un estilo saltimbanquis de perfecta ejecución aural, tonal, asimétrica y sincrónica. Ante nosotros tenemos un disco dicharachero en todo momento: cargado de una amplia paleta de improvisaciones (Tanto en saxos como en pianos y percusiones, menos en bajo) en toda su extensión, jugueteando con arrítmicos e inarmónicos cambios de ritmos (Ragtime) tiempos quebradizos y políritmicos. La ampliación extenuante de sus solos en saxo tenor y menor están acoplados a una versatilidad e ingenioso destino, rico en musicalidad y agilidad; haciendo de la experiencia una agridulce y profusa.

A comparación de sus coetáneos, Coltrane, tenía un estilo muy particular en su Free Jazz, ya que elaboraba una cadena de retahílas, inacabados ritmos y cacofonías gruesas y de exageración en sus notas. Proponiendo un jazz de muy cuidado y elaborados tempos pétreos y  de unas muy difíciles escuchas. Lo que compone una dinámica variante y compleja a la hora de reproducir sus Tracks. Acercándonos a esas agujereadas y entrecortadas percusiones, siendo enfiladas con sendos contrabajos de antaño, y unas caracoleadas cinceladas en bordes imprecisos.

Unos ritmos extremadamente heterodoxos y despilfarrados en incontables maniobras de ingenio de todo un esquizoide y ensimismado artista, como una vez dije, muy enmarañado con su arte. Me imagino que el sujeto ha de haber sido un lacónico, compulsivo e histérico perfeccionista con su trabajo, solo basta escuchar su primera canción para notarlo enseguida.

“Blue Train” y “Moments Notice” son las canciones que más se identifican con lo que dije anteriormente: su soltura, pomposidad y alegres vibratos exceden la cordura en la precisión y la exactitud. Al contrario tenemos una cargada licuadora de ritmos acuosos, vaporinos y por veces airosos con elementos de una rapidez chispeante y escalofriante con unas percusiones (Bateria) que succionan los ritmos, cortes y armonías para todo el minutaje. El hemisferio de este lado está lleno de cambios y movimientos discordantes para cualquier oído no acostumbrado, por eso exijo una escucha amplia y sin descanso para tratar de darle una proporción adecuada.

Cuando entramos al ecuador del disco con “Locomotion” Y “Im Old Fashioned” damos un giro en 60 grados. En el caso del primero epilogo (Locomotion) aún tenemos ese carismático sonido saltarín y diametral. Ya cuando entramos a la cuarta canción del álbum, tenemos una semi-balada compuesta con una sola palabra para identificarla: Lirismo. Cuando llegamos a la parte final del álbum en “Lazy Bird” caemos en otras reverberaciones estridentes y chirriantes, pero con un eje central en arpones robustos y clavijeros lisonjeros incómodos: bueno, un sonido algo similar a eso.

Por añadidura tenemos un excelente álbum de jazz, de mucha atención porque revolotea en cada momento y creo, sin equivocarme, que su mayor objetivo es crear ese ambiente sincopado y polígamo. Me imagino ese sobresalto que debió de dar en aquellas febriles y mesuras épocas de mitigantes y estrechos límites en la música convencional. Mucha veces catalogado como uno de los discos más grandes del género, pero con los permisos de esos argumentos, me quedo en eclecticismo y le doy una palmada de honesto sabor al álbum, sin rechistar.

Antes de que me olvide, para finalizar, también chéquense en final de “Locomotion” y “Lazy Bird” con unos tramos y pequeños espacios para la batería; una resina y entramados yunques jinglares que suenan al final, como estar en el averno y meollo de las casillas de pulpos diestros, expertos y grandilocuentes que tocan para salir a flote.

Portaducha, pero con fondo azulado identificable, como si fuera el símbolo o documento de verificación para un polizonte que se asoma con la cremallera abierta del pantalón, insinuando un acto homosexual prematuro y definitivo al bajarse de su maltrecha motocicleta bonachona. Característica de la época, pero nada en especial. En fin, lo único que nos queda es bajarnos de los juncos, dejar de comer ciruelas de la vecina y cepillarse bien los dientes… porque aquí les traigo un solido en guaje bucal y con olorcito a pastillas rezagadas de clínica de mercado. Es hora que dejemos de escuchar a Blink 182 y nos pongamos serios.  ¿Qué ya estamos grandecitos, no?






Nota: 8.7 y los muros temblaran, titán.




Publicado Por: Albert Spaggiari

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