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domingo, 31 de agosto de 2014

Jonh Ford - Trilogía de la caballería: Rio Grande (A.K.A Río Grande) [1950]


Maestrazo el Ford éste, cuchillero indeleble, patronazo del Wéstern, capataz del patriotismo más morboso, y curandero del buen arte cinético (Del movimiento aparente) Volvemos con metraje demás, salidito de las purgas espumosas sobre la caballería vs Apaches. Ronda final, “dramando” menos y calculando más. ¡Así se nos presenta Río Grande! Que hasta el momento recupera los mejores condimentos que Ford empleó para con sus anteriores vestigios. Y todo se envuelve esta vez en un ralentí motorizado por una trama más sencilla de lo normal, más categorizada, y, claro, muy centrada sobre el recurso a explorar o ¿explotar? De la misma manera que sus anteriores, el indestructible sandunga de Ford, nos presenta lo que sería su último dardo y su máxime achacado celuloide. 

Reclutando otra vez al maldito John Wayne (Este vez como Coronel Kirby Yorke). De éste poco se puede decir sino se ha dicho mucho, pero lo mucho que se ha dicho es poco para lo mucho que falta decir de él. Porque figura emblemática la tiene en toda la trilogía, ya que en cada apartado militar que requiera de una prestancia autoritaria y disciplinaria, éste coronel al mando hace de las suyas con impetuoso perfil y como por efecto un malestar en su catadura; También, añadir, el contraste de sus emociones: cuando hay que sentir tristeza por alguna pérdida o por el tormentoso vacío familiar, la sien de éste vuelve e mimetizar a regla cumbre de sus interpretaciones. ¡Wayne es calibre de señoríos! ¡El bigotón de los ojos furibundos!


Pero ahora toca en él, en Wayne, un papel no sólo de coronel/capitán sino de un marido que ha tenido por prioridad la caballería, el reguardo militar, y que poco se conoce de su vida privada, ya que lo único que gira a su alrededor es su trabajo; la familia queda en segundo plano, si es que está en algún plano. A fuerza de eso, la trama se consolida cuando llega el hijo del capitán York, de cuál hasta el momento sólo le conocemos que ha sido expulsado de West Point, y que para remediar su fracaso, se alista en la academia de servicio militar, aquélla que educa  los futuros soldados de caballería. Cabe resaltar, otro punto tensionado en la trama -Por eso agregué que, de paso en paso, se hacía más condimentada la cinta- y es cuando llega la madre en oposición de la voluntad de su hijo, el soldado York. Mauren O’Hara (Interpretación de la Señora York) se opone a que su hijo siga la misma vida que su padre, puesto que su vida conyugal con él ha perecido del todo, y los pocos lazos que los unen, y siendo el más fuerte, es el de su hijo.


A medida que la sucesión avanza encontramos una cinta más depurada en el contexto familiar/trabajo como temática central, y esta vez queda como retoque el asedio indio, sólo como vía transitoria para que los elementos rotos con los que abre Ford su Río Grande, puedan fluctuar en pos de armonía, y un desenlace pudiéndose decir: Agraciado. Otro rellano importante a tocar, es cuando la señora York se desmaya en medio de un insatisfecho ataque de los indios hacia los soldados. Esto tiene la repercusión de sintientes círculos simpatizantes por la pareja distanciada, haciendo una conexión prosaica del amor perdido y una vez recuperado. 


Otro desarrollo psicológico que aglomera Ford, es el desencanto paterno: escenas nos muestran claramente una dualidad de parte de Kirby, donde él admira la valentía de su hijo, pero como Coronel que es no puede mostrar alguna afección hacía éste -que tenía más de 15 años de no verle- y darle un trato especial por se consanguíneo. Y como tales, los insultos y degradados calificativos que recibe el Joven York, le enfurecen, y la honra de su fantasmal padre que ahora conoce, le resulta conveniente proteger y no manchar tal nombre, aunque éste no signifique mucho para sí, o ¿sólo es una muestra de lo que nos hace pensar el novato? Se da el caso de la escena donde lo vemos peleando con un soldado que le dobla la edad. Especial mención en la comedia sutil de Ford, ni muy aberrante y desesperada; o refinada y compacta. También tenemos una escena para eso, pero ya estriamos hablando mucho de sus escenas.


Todo recae cuando el Joven York y su Padre llevan la empresa que demuestra que este primero es todo un soldado. La acción se da cuando un grupo de apaches roba una carreta con una veintena de niños menores, y todos estos tienen que ser salvados mediante una estrategia que desenvuelve y “tragicomediza” las aventuras de los enviados. En fin, un final que se esperaba, aunque su humanismo es soberbio. Río Grande se sale un poco la ecuestre línea horizontal, y se basa en un simposio de elementos psicológicos primarios, asimismo haciendo notar los sentimientos más arraigados que, por ser lo más pasionales, se ven ocultos por la voz de la “razón” o la demando, cualesquiera.


Cinta cumbre, la mejor de la trilogía, y una catapulta para conocer el cine de Ford en su más amplia virtud. La madurez que iba teniendo, ya casi 40 años en el ’50 del inicio, era impactante; dejaba los soldaditos de guerra, para enaltecer valores más allá. Mediante el público iba creciendo, la cinematografía iba complejizándose y tomando más en cuenta factores humanitarios, heredado, claro y por obviedad, del cine del maestro CHAPLIN. Al final de la cuesta: Una película que entierra a las anteriores, y les enseña como carajo se debe hacer cine de calidad. 




Nota: 8.0, y le mando un nalgazo al director de fotografía, carajo.


Publicado Por: Albert Spaggiari.

miércoles, 27 de agosto de 2014

John Ford – Trilogía de la caballería: She Wore a Yellow Ribbon (La legión Invencible) [1949]




Llegamos a la segunda parte del terceto de la caballería, y esta vez la acción tiene lugar en “tiempo real” en pos de la muerte del oficial Custer, donde sus tropas han sido confrontadas por una civilización hostil de apaches. Todo recae en el oficial Nathan Brittles (El padrino, Wayne) donde los días para su retiro están contados, y ha sido encargado por su superior en una última expedición. Ésta consiste en alejar a los cheyennes del territorio norteamericano, orillándolos hacía las reservas de los nativos. Todo comienza cuando Nathan tiene que, como encargado y responsable de su caballería, transportas a las damas de sus superiores para unas diligencias en cuestión, la cosa se tuerce cuando hallan un campamento, del cual ya hicimos mención, donde dejó varios muertos, heridos y unos pequeños niños abandonados. 

El objetivo no fue cumplido, y las expectativas de Nathan se despojaron al ver que los chayannes se hicieron con unos refiles a través de una mala treta con unos contrabandistas, de cual, la peor parte se la llevaron estos últimos. Los chayannes se consideraban absolutamente mortales, sus flechas llevaban mortíferos venenos sedicientes en sus puntas, de tal manera, que esto hacia que lo enemigos desangraran a la vez de inficionaran. La tropa fracasa y sus intentos se ven entorpecidos por aparición de búfalos, heridos, tormentas e ineficiencia es las estrategias pertinentes. Por lo cual todos regresa regimiento de resguardo, sólo dejando a una tropa a cargo.
Al final, Nathan sale victorioso unas horas después de su retiro, comandando las últimas huestes y alejando a los nativos de una buena vez a sus reservas. Es nombrado, antes de su final partida, como jefe de exploración en su nueva jefatura. 

La trama para esta segunda realización tiene menos carga, pero siempre los mismos elementos persuasivos de dirección; pues claro, la firma de Ford es única. En esta ocasión hay un cierto aire de honor hacia la caballería estadounidense, resaltando actitudes como la moral militar, especialmente sobre el “perdón”: debilidad en cualquier momento o circunstancia; la disociable relación de las mujeres con la milicia; el respeto hacia las órdenes, por absurda que éstas puedan llegar a parecer, siempre y cuando vengan de un superior; las marchas militantes con su folclore popular en canciones de trote. Ese especial homenaje no es escindible del patriotismo que carga Ford, y la condimentada espesura con que lo realza. 

La producción inundada del tecnicolor que la usanza ameritaba, y que a pesar de ser un director de elite por el mudo, no se iba a permitir ni limitar a que sus escenarios tuvieran un cromatismo más afable y adecuado, sin que estos relumbraran y mostraran lo que es estar en una contienda a caballo y a la espera de cientos o miles de tribus armadas hasta los dientes. Punto talludo del film, se da con los paisajísticos cuadros; tornando estos de una viveza lirica y visual pronunciada y ecuestre. Claro, la música revigoriza esos valores visuales lustrados.  

Queda reafirmado que John Wayne con John Ford fue una de esas duplas inseparables, donde sus trabajos demuestran un esmero y una latencia por el cine como nunca. Especialmente en las aéreas transitorias, aventuristas y clamorosas del Wéstern: cine que nunca se le dio mal y que sus películas aisladas de esta escena no fueron más que suplicios soporíficos para algunos; aunque para mí todo lo que toda midas es oro: todo lo que hace Ford es calidad… así de llano.
Segunda entrega que no deja malparado, entre su primera placa se van a los monedazos, o como dirían en su cuchitril: 
Al establo con disputa y mano cargadita!


 

Nota: 7.2 pero relinchando, carajo!


Publicado Por: Albert Spaggiari. 

martes, 26 de agosto de 2014

John Ford - Trilogía de La Caballería: Fuerte Apache (Fort Apache) [1948]



 
Así es la vida, cada quién puede portarse como le parezca mejor, cada quien puede chutarse a una hembra en el rio si así lo dispusiere en contra de su voluntad. Cada quién puede actuar de la manera que mejor le parezca. Eso sí, todo tiene sus consecuencias, y a mi me resta mucho saber que una persona puede comportarse con una ética baja y falaz, lo que es tolerable y justificado, es que seas presa de la vendetta. Donde está el valor del ser para  actuar correctamente, más allá de su palabra y misión (aunque suene como sermón de vista de primera comunión) sin duda que radica en el beneficio colectivo (O sea, social) y la propensa predestinación a valorar los ideales “moralmente buenos” para con cualquier persona o ente, lo que putas sea.

Y de eso va el cine de John Ford, en darnos aleccionadoras muestra de vida, aunque independientemente de que no hemos vivido en su momento, en su tiempo, estas lecciones no tienen paredón o aduana, ya que, simplemente existe un lenguaje universal casi corporal, para mostrarnos cuando obramos de tal o cual manera, y qué consecuencias pueden traer estas. Fuerte Apache es la sucesión bélica de las invasiones colonas hacía los indígenas americanos, los famosos apaches. Todo centra en una guarnición (Bueno, así parece a primera vista) más bien un batallón del ejercito que reside en “Fuerte apache” allende al gran cañón, viejo oeste no menos. La trama se destila en excelentes (Creí que nunca iba a utilizar esta palabra en el “blog cine”) desfiles de hechos, sucesos y actos. Aunque lo parezca no éstos términos quieren decir lo mismo, por lo menos un suceso es un acontecimiento que gira en torno a una situación concreta; en cambio un hecho es un acto que está pasando por dicha situación, como algo emergente de tal: pepito destrozo el salón (Suceso) porque no quería ir a la escuela (Hecho) ahhahaa tremenda mierda de analogía.

Bueno ya claro. Entonces lo que sigue es el enfoque de un oficial degradado, Owen Thrusday (Henry Fonda) a dicho puesto, Fort Apache. En aquél cubil la organización de ORDEN tiene una connotación diferente para los oficiales, ya que su regimiento es perezoso, no viste adecuadamente, claro, que no son canallescos entre sí, sólo les hace falta disciplina, esa disciplina que sólo la ofrece: la militancia gubernamental, o bien, las mujeres a los mangoneados. Una trama sobre la conquista de los pueblos “salvajes” donde el mease del Western, nos muestra donde radica la ambición, y  la subestimación. 

Efectos colaterales tienen a la contienda que ésta pierda fuerza, a base de traición o simplemente de engaño guasado. Cámaras estacionarias que fortalecen el valor de unidad, de compañerismo, de rigidez, comando, servidumbre..  Como así primerismos planos, y el grato honor a los planos americanos (Planos de la altura de la cintura) o claro los primeros planos que dejan en visto la expresión, a veces estoica de los subordinados o comandos de bajo relevo, con un ristra neutral o descongojada.  La humanidad del film es única, como siempre ha sorbido el Fort.


Sin duda que también da cabida, a cuadros sensacionales, como es el caso de la hija del comandante a cargo, y el hijo de un primero oficial, de cual se le tiene con bueno meritos porque ha salido de la academia militar West Point.  Esa coyuntura entre su amor, el fúrico comandante, y su sentido de la obediencia. Vuelven a dar la conflictivas escaramuzas sobre las clases sociales, tan típico, pero estilizado de una manera sutil, no tan vulgar como comedidos programas sugerentes para la distracción, tal el caso de televisa.  Aunque ofendí con sólo comprar, bueeee! Y claro un Wayne putero, bien actuado, rollizo y pendenciero! Jodido este cabrón.
Me encanta el cine de Ford, es único, vetusto, añejo, añagazoso. Y esta es la primera parte de sus films, mas, vendrá su 2da production… y a al espera de Rio Grande, hijos de puta.  
Sólo porque me duele la rabadilla, no inquieto más las bocas, así que empiécese a bajarse con chanfle y patadón.



Nota: 7.5 ya no más, carajo! 

Publicado Por: albert Spaggiari.