Abramos bien las pepas antes de
sojuzgar un movimiento que se enlistó en una serie de desafíos y vicisitudes. Naciendo
del meollo Post-punk, New Order encabezó uno de los segmentos de la música
electrónica, continuamente para ser impelido entre aquéllas grandes y colosas
bandas del bruto rock al sofisticado enigma sintético. Muy a destiempo fue
llamado “Electro-rock” o demás afiches que le serían perjudiciales y
resonantes, acarreando una mara de desertores, o todo tipo de malinche. Ya de
por sí Kraftwerk se adelantaría centurias para desarrollar lo que vendría
siendo “El primer manifiesto de la música electrónica” y dejaría la bases para
los 80´s. La agrupación inglesa “Joy Division” después de la muerte de Ian
curtis, dejaría un legado propicio bajo el citado New Order. Este nuevo orden
huérfano, daría principal elegía con “Low-Life”
Integrados por: Peter Hook en el bajo
y percusión electrónica; Stephen Morris en la batería, sintetizadores y
programación; Gilbert en los sintetizadores y guitarra; Bernand Summer en vocales.
New Order tenía un objetivo muy dichoso y prominente a realizar, contar de una
alineación que dejase los preceptos estilísticos que una vez “Joy Division”
narró, el yugo tal vez carecería de ambiguas técnicas; La primogénita
agrupación de Ian Curtis, era caustica y ensimismada; en cambio “Order” se
orillaba a una movediza y elocuente corriente más “Dance” (quitando las
acepciones peyorativas del término) esto no quiere decir que la banda se
vendiese a un sonido más Ligth; lo que muchos anegados reprocharán, es que la
banda maduró una perdida.
El camino no era fácil, y los
señalamientos denostadores iban a estar presentes, pero cuando las ganas
corroen y crujen a más no poder, el sentimiento invaluable y un poco
espiritual, rechazaría las caducas presunciones de etiquetas como: “De culto”
esta virtud, sin ser encaminada a un fracaso rotundo, podría presuponer la
metamorfosis cualitativa, de una banda árida a un capullo temporal y virgen. El
nivel de electrodos, o las adiciones sintetizadas vendrían a romper
alienaciones, para provocar perjurios ante los mismos prejuicios. “Low-Life” se
aparta de los rígidos elementos de composición de la vieja usanza, para
transformarse en una suerte de “New Wave”; una riqueza compositiva ingente y
propensa a reinventarse en tan sólo pocos minutos; aunque, hay que saber los
músicos que estaban atrás.
No es para cualquier pichiche rebozar
esas escalas de ejecución sin saber lo que se hace, en el momento que se haga. Esto
quiere decir, que una banda que irrumpen su básico y comúnmente conocido
“sonido” al dicotomizarse (Por razones inexorables, como la misma muerte) se
puede comprobar el talento innato, perdurable y pocas veces irrealizables; de
millas en escarchas a parajes sensibilizadores. Y este Elepe, que pasaría a los
anales, no sería por su inoportuna melodía, sino, por su auto-escarnio y
cumplimiento ideal; una objetivización. No estaríamos muy tontos para rechazar
lo que se nos pone delante como una bandita promedio.
La calidad de Low-Life es casi iridiscente,
y decir que habla por sí sola sería algo repetitivo y estúpido. Antes que nada,
la maravilla que se demuestra aquí, es apta para aquellas personas que les
gusten el cambio y la renovación, no hay que ser muy nostálgico en estas
situaciones, ya que sería muy difícil concebir la obra en su esplendor. Antes,
que nada a despojarse de esos entronados sentimientos. ¿Que puede encontrar de
sustento aquí el escucha serio?
Hallamos en el paquete melodías colocadas,
casi, permeadas en todo el trayecto, qué decir, están en todo el recorrido.
Aparte hay una fosforescente aura contemplativa, que esto podría traducirse a
un espacio donde el oyente puede sumergirse en los teclados, bajos y guitarras graves,
oyendo una marea cambiante de ritmos sencillos, agradables y entonados, con una
magnificas escénicas vocales, un estadio perplejo de “Hooks” dilatados. Pudiese
ser que estos tramos al dilatarse se vuelven carismáticos, porque la incorporación
de elementos dispares y poco rimbombantes –Sin embargo muy chasqueantes- puede
hacer la diferencia entre una composición relajada y una porquería chiclosa y
vulgar.
Aunque su temática aún conserva mucho
dramatismo luctuoso, pero abusar con argumentos de: “Es que todas las
agrupaciones que se asemejen a Curtis siempre serán depresivas” es una
divagación muy pobre y prejuiciosa, y un tanto molesta. Señores, no confundan
arroces con frijoles. Esos argumentos que queden afuerita, porfis. Algo que
agregar sería le excelente interpretación en la dinámica de los Tracks; una
revigorizante prueba de cómo mover los hilos con canciones tan pegadizas,
arrolladoras, y mohínas (3 de los elementos dispares que mencioné hace un rato)
como: “Love Vigilantes” (Pegadiza), Sunrise (Arrolladora) y Elegia (Mohína).
Claro, que estos no son la santísima trinidad, hay componentes pero de mayor
prestancia, como el popero aire desenvuelto y armónicamente superior que todas:
“Face up”
En cuestiones del arte: Stephen Morris
en una edición en un exquisito blanco y negro, perfilado con una catadura que
manifiesta reprobación, severidad o simplemente reflexión (Tal vez esta última,
conociendo un poco el temperamento del interprete y baterista) las texturas de
las canciones, al igual que el tono álgido y disoluto, enmarcan uno de los
discos elementales de los 80´s, para el electro, rock, y la misma música. ¡New
Order presente en la abadía!
Nota:
8.9 y mancharse las manos no sólo es para obreros.
Publicado Por: Albert Spaggiari.
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