Ahora vamos con una banda, o más que
todo por un proyecto que empezó, como los grandes, siendo una banda de
homenaje, para luego dar forma a la banda perdurable de Smudge (Markus Bird).
Esta Rara Avis, que apareció no más
de una década, y que sus escritos, absolutamente desconocidos, hoy son una
muestra del talento incógnito que estriban en unos pergaminos renegridos del
Drone. Pero, a veces, la suerte de estos no es muy alta, sólo logrando captar,
por sus resonancias, a los más bizarros y viscerales escuchas del género. No se
llega a Dröne porque sí. No me dejarán mentir; ¿Qué sujeto podría centrase en
la agrupación que hoy compete, sin siquiera oír un puto minuto al señor
O´Malley? Es como renegar sobre conocer
a Luciferon (Death Sueco) y nunca haber oído hablar de los zarrapastrosos Entombed.
Hay cosas que no pueden ser, tanto por
el hecho que se desconocen las bases y no las raíces profundas. Eso no cabe en
una mente musicalmente estudiosa. Huele más a ser una jetón con cabeza de aguacate y describir
toda banda que se ponga enfrente, con el Youtube en mano peluda, sin siquiera
gustar del sonido, más, por entra en un determinado círculo social sostenible y
aparentemente de salubridad social. Así, que aquel que se jacte de haber oído
las mil y unas rarezas de por allí, y me venga a hablar de Smudge con harto
conocimiento, entenderé que es más allá de un apasionado, un participe de
nuevas sensaciones, todo un señor.
Pero la intención no es hacer el
parlanchín guapo, porque cuando se hable de un género tan solidificado y entierrado,
como lo es este, hay que callar, oír y entender lo más que se pueda. Haré,
también, de caso que los que lean esta reseña, o bien sean incipientes del
movimiento dronístico o mejor aún sepan a lo que se están metiendo. No incluiré
que las canciones largas necesitan un cuota de paciencia, como comprender
mujeres; eso es calzado de pendejos. Ahora bien, hacía la epifanía. Con suma
certeza, Dröne con sus 9 y tantos discos en su haber, para el 2010 sacaría una
de sus manchadas cartas, manchadas así como, amancebadas y degollantes: “Bleak
II” donde el zumbido se desplazaría en 3 largos moldes en crudo; aunque en una
edición limitada se agregaría un Bonus Track de 35 en metraje (Minutos) empero,
he decidió omitir semejante trago, por el hecho que en nuestro deber nos atenemos
a la fidedignita del trabajo.
Como dije antes, todo el deslice se
lleva acabo por Markus, siendo éste el único miembro de la banda, hasta incluyendo
el arte en sus aptitudes estetas. La música que se cuece es letal…
trabajaremos, de momento, con sólo este adjetivo. Letal porque su entorno se
codea de angustia, cuando en primeros planos oímos (Los Dientes de Dios) unas
voces tibetanas con profundo y arraigado sentido de la desesperación, añadiéndole
a todo esto un empuje sin apuros, sin cambios y sin basculaciones variopintas. Esto
quiere decir que entramos ante una belicosa producción que te mata lento, sin
esperar nada. Bien sabido lo tiene este sujeto, por la escuela ((())): llenas
sondas emplomadas y pulimentadas que se crean callosidad en sus reproducciones
estáticas. Uno de los sonidos más difíciles de concebir.
.Sin duda alguna, en la estadía que presagiaba
una monotonía y uniformidad estricta, aparece el consuelo de pocos, pero la sofocación
de todos, Empieza: “And The Devil Followed Them” con expediciones de libreto rojo de Dangerus, una pieza que
enrudece el contorno, siendo más flaca en perspectiva, pero ahogando tales
puntos con las impredecibles frecuencias dormitadas; este un excelente recurso
que dictamina el simplismo de Smudge, pero su amplia, irónicamente, visión de
encerrado campo, rompiendo la acompasada tradición de discordancia melódica o
censura de ésta. Claro, sin macerar los confines del género. Y la pieza se
renueva con sus mismos, y por enésima vez, menesterosos elementos: Guitarras
distorsionadas a Cuma abierta, y Bajos indiferenciables.
Pero, lo mejor esta por dar. Cuando
empieza la mejor canción de Dröne (Agrupación, no se me haga el ciego) DCCXXXI,
convirtiéndose de lleno en mi canción preferida del raruno trazo aquí plasmado.
Vertiendo las gruesísimas guitarras en magma, acero fundido y estaño en
evaporización. Con una melodía nublosa que se añade en interpolados minutos, creando
la resonancia idónea y estruendosa, inaguantable y por mismo ciclo: Letal (Como
habíamos comenzado) claro, que hay voces versadas en oratorias lóbregas e inverosímiles.
Como con tan simples acordes, ni siquiera un compás ordenado, de ejecución compleja, puede mostrarnos
un matiz de eterno en su explicita interpretación.
Esos ronroneos de gatos mutantes, o
balidos enfermizos de cabras sofocadas, hacen de este un disco memorable y
elemental, de esencia antigualla y con olorcito absceso y batiente. Lo que mana
de aquí es pura presencia Dronera, en todo su esplendor. Lo hallo un disco muy
maduro, y quizás, su discografía sea caso de análisis y observación, ya que con
tan poco trabajo y por contraparte, tan fecundo material, ya sería catalogado
como nombre primordial, y grande. Pero, dejaré eso como una sujeción
especulativa… aunque ya lo empiezo a creer, sin ayuda de un laboratorio y
probetas. y por ulterior motivo, ¿qué se puede decir de ese arte, que demuestra una pasión maloliente, de tal vez un cráneo ovíparo? qué llaneza y peculiaridad vasta de ingeniosa espontaneidad.
Disco obligado para todo aquel que
musita las grandes palabras, y no se atreve a bajar al centro de la tierra,
donde los ruidos y los quejidos, sin considerados emanaciones del espíritu inquieto
y enlutado de por vida. ¡Hágase el Dröne!
Nota: 8.4
Publicado Por: Albert Spaggiari.
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