Llenando
la algarabía, introduciendo algo más a la parroquia de los “60s” del
psicodélico pasmón que traemos entre manos, rozándose las palmas con rapidez,
es de menester indultarnos antes una banda-sabandija que hoy nos ofrecemos a
reseñar. Pero, mis amigos, que clase de música surgió en la década sesentera.
En aquella época donde se aspiraba flores, betunes, ácidos, desencadenados
movimientos culturales y literatos, donde San Francisco ofrecía concordiosas
tertulias al son de los irredentos solos de guitaras de algún espantajo
desconocido, donde las calles de EE.UU se llenaban de melenudos con el filo de
atigradas costumbres “iconoclastas”
Abigarrado
todo es cerollo indumentario, estaban saliendo por agujeros negros la materia
oscura, del orificio purulento y carnicero de algún situado huracán milenario,
de aquellos que se acrecientan con las lluvias del apocalipsis, y el devenir de
los infortunios fatalistas. Sale, Spirit, camello peliagudo, vomitón y
estropajoso amarillento, medio enfermo y
algo indispuesto en su ficha de
banda “Psicodelica” como plena enjundia del vigor aceitoso del los 60s. Spirit
quizá sea conocida y recordada hoy en día (Me imagino que por algunos fanzines
o musicólogos calvos cuarentones) como aquella banda explosiva que su peculiar
intro en “Taurus” fue descaradamente robada para la tempestuosa “Stairway To
the Heaven”
Pero,
¿quién la recuerda por su música? Tal vez por su extranjera y postiza caratula,
de dualismo contraste, usanza de la época en rostros contrapuestos y
ensimismados en cortes y aglutinamientos pegados entre sí para formar una sola
cara. En sí, su música andaba, en esta primera carretea, para los más fumados: pop
zapateado y olvidadizo. Aunque decir semejante discurso sería presuponer el
nivel de la banda a secas, sin maridar sus tentáculos.
Banda
estadounidense de Los Angeles, California integrada por: Randy california como
montículo de la banda y verde gigante de todos los músicos en persistencia y edad,
en Bajo, Guitarra y Vocales; Ed Cassidy, percusión, tambores y batería; Jay
ferguson, percusión, teclados y vocales; John Locke, en los teclados (No confundir
con el avalador de la propiedad priva, el empirista ingles) Por ahí circula que
todos, o la mayoría de los músicos han fenecido, muchos doblaron la pata por
vejez, Randy por surfear y otros pues las pulgas les cayeron bravas.
La
música de los desparpajados es una especie de donosura y especial
grandilocuencia para crear composiciones decentes, de poco minutje, raudas y simples,
con escayolados vericuetos y ramajes embates de alindados canticos infantiles,
progresivones y algo apacibles. Todas están amoldadas para encajar en un Lp de
pop, con toques lisérgicos, algo experimentales y otros, un tanto espontáneos y
sueltitos. Hay muchos de los instrumentos que son clave para su música, y para
desairar ese efecto espumoso: Algo de los Beatles y otro tanto de espíritu de
caravana.
Embudos
fluorescentes, pipas cafés desgastadas y un zarrapastroso muelle de lucecitas
chocantes e infames. Eso nos trae aquí: una cruciforme desventura de los menos
hipps y los más montañosos y alabastrados espías de música de mucho efluvio y
manantial anacrónico. Por ejemplo: el Randy ese, tenía una influencia más
cercana hacía el Jazz (el ejemplo más dignifico y legitimo sería:”Elijah”
canción que se desborda los impacientes 10 minutos) Otras que son ecolocaciones
rebuznadas de la mera psicodelia pre-floydiana son rolas como: “Gramophone Man”
suave aire Groove y desvergonzado. Lo merjorcito del álbum, mis zapos.
Toda
la música aquí ejecutada con dos bolas, aunque suene como adorno de
floristería. Si orquídeas de falsetes y aires acústicos de nimbados querubines
que sobresaltan en tremendas campañas decorativas y simultaneas al decoro de
los compradores, guiándose por la vistosos colores y no por el contenido gordal
y enigmático. Eso no significa que el
disco cuente de botox capilar o cualquier instrumento llamativo anodino. Pero,
si hay mucha libación, nos tienen como tontos oyendo la misma melodía
repetitiva y hastiadora.
No
somos Allmusic para andar alabando todo lo de antaño, de chaleco marrón y
prometedores elogios. Y por ende, no puedo negar que mis expectativas con el
álbum se han diluido cada vez que le he pegado la más cariñosa escucha, porque
si bien, no estamos ante una joya de ónice (Lo cuál lo creía) pero su
inngeociable calidad está más que presente en cada momento, y reconocerla no
sólo sería lo más loable y noble que podríamos hacer, sino que estaríamos
rescatando una obrita encharcada y algo menudita por el tiempo que paso sin
comer oídos nuevos o neófitos.
No
es un disco para tirar pompas y aventárseles en ditirambos y paroxismos
ridículos, ya que a veces existe la tendencia a sobrevalorar las épocas con un
desmesurado y fingido ímpetu que no va al caso. Lo más doloroso del caso sería
reponernos al grado de la objetividad más rigurosa y exacerbada, pero tampoco
estamos en el diario local; un poco de todo, diría yo. Así que no me parece de
todo un desperdicio, ya que la banda tiene lo suyo: un sonido particular. Disco
de repisa, pero de fin de semana, sin mucho que hablar de él, pero con un paseo
que no es estrobo ni perdida.
Escuchemos
la marea espiritista, y dejémonos llevar por las negruras de las olas.
Nota: Un desilusionador 7.0
Publicado Por: Albert Spaggiari
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