El rock progre tuvo su momento de
auge, al igual que todo tipo de manifestación musical –Ya sin incluir bandas
netamente de los 70´s- gozaría de cierto prestigio academista, y no sólo en parte
de snobs, y beaturrones mimetistas e impostores chafarotes de cuello blanco,
sino de un público que dejaba la atmósfera alucinógena de los 60´s para
desplazarla irremediablemente por una nueva tendencia más espacial. Esto
caracterizó que un sinfín de bandas explotaran el sonido de espacial a
especial. Pero, esa reminiscencia la lograrían pocos exponentes contados con la
mano, pero no bastaría una mano –Quizás 3- para tratar de explicar el fenómeno
enteléquico que guarda cada embrión tiránico en potencia de titán incorruptible.
En pos de una buena ficha técnica, una
banda inglesa titulada bajo el perfil de una maquina electrostática: “Generador
Van Der Graaf”, pondría una semilla, o un ramaje nudoso, y de sangre amarilla (de un brillo constante
y cegador) en la historia del jodido progresivo (Porque si no progresa no sé en
que liga estamos jugando) pero, el eslogan de la mentada máquina (Descompuesta
en decibelio, por cierto) terminaría llamándose por uno de los miembros
incipientes, cómo:”Van Der Graaf Generator” así, ya sonaría, en vez de una
lonchera robótica, a una estufa autómata e inteligente, con brazos de Goliat y
pierna de musaraña: así de amorfa y bizarra sería esa especialización
fatalmente hibridizada.
Con lo que nos terminarían de curtir,
en su ambiente de locura y exasperación, sería con la llegada de su álbum
(Cataléptico y misántropo) “Pawn Hearts” en pleno 1971. Con este se marcaría
una carrera “undermente” prometedora, pero siendo soslayada bajo el influjo del
ostracismo general del mismo género. Victimas de la doctrina comercial, que una
vez oyó a Genesis y se dijo: Esto se puede echar como papel toalla en los
culitos negros de niños inquietos y sudorosos, de aquellos que tienen ganas de
cagarse a borbotones en la mala calaña sin darse cuenta de lo que rozan. A
chutar a otro lado. Pero, aquí ya no estamos hablando de bandas desechadas u
olvidadas, porque “El olvido no es ser olvidado, sino, tenerse en el olvido” la
obra que va a narrar a continuación habla por sí sola, y por ello el olvido
aquí no cuaja, no muela ni entra a pepinazos.
3 putas rajadas, como cuchillas en el
tórax, como aventajadas puñaladas profundas en el hígado alcoholizado, 3
bloques de cemento y hielo seco, 3 edificios ancestrales de argamasa, 3 esferas
de uranio y plutonio que se cuecen a fuego atemporal, a ribetes antiquísimos y
estirpes legendarias (Que en este caso serían cientos de caras distintas
acumuladas en 1 día, pero con la prolongación de una centuria); exactamente 3
putos temas nada más. Eso o nada, faltaría para componer harto disco de 45
minutos. ¿Pero, que viene en ese esotérico y traumatizante espacio vectorial?
Sin duda no sería tan fácil definirlo sin adentrase en las aguas espesas y las
negras visiones de éste enrollado, que de enrollado sólo tiene los dientes,
porque lo de más ni se cuenta.
“Lemmings” es el primer y corpulento
trozo que desarticula el prefacio, para entrar al primer obscuro y cochambroso
capitulo. Este con una carga complementaria en teclados, mellotrón, órgano y
saxofón. Estos crean el ambiente espectral y lóbrego, posado de nubarrones
irosos y anímicos, con una potencial creativa ineluctable indefinible. Lo que
hace la canción un completo laberintico y enredado camino, lleno de ramas secas (Como partes acústicas
intemporales, y algo descolocadas) como helechos lozanos, exuberantes y
picarones (Una introducción arrítmica en los puentes, y en los Loops del piano)
Las vocales que concuerdan con la tendencia inicial, unas pulsiones y registros
amanerados, por veces andróginos, pero con talante robótico infrahumano. El
cobertizo se llena de reinvenciones, cambios de ritmo sutilmente acompasados,
recordando por veces a unos “Residents” en su estado más atómico. Después le
siguen muchos instrumentos de percusión que idiotizan en ralentí los últimos
suspiros de la pieza. Regresamos a la misma armonía tontuela del principio, con
la continuación reverberante de unos teclados y saxofones chirriantes, a su vez
contaminando con ese órgano fantasmagórico e intimista.
La pieza logra divagar, mantenerse rígida,
sentimental y entrelazar las facetas experimentales con vanguardistas. Claro,
un elemento que debe de entrar por regla general, es el factor de “energía” sí,
pura entropía suculenta que se digiere en derredor de los primeros minutos,
deglutándose con los últimos. Excelente efecto eclíptico y mordiente, cuando
obtenemos los substratos de minuto final, con un cierre encallado.
Después, pasamos al segundo esbozo de
la obra pecunia, “Man-Erg” que empieza con teclados calmos, al son de una balda
de 2 minutos (pero, en realidad con 8 minutazos más encima) y que se va
deshilachando en un temerario acueducto de armonías sistemáticas, con una
excelente, y casi impecable ambientación cavilosa, de entramados reflexivos. Pero,
cuando la treta se nos jugó bien, con una irremediable artimaña, en los
siguientes minutos obtendremos el alucine psicogénico y taquicardico que nos
hacía flata para estas alturas. De una urgencia septentrional y obligatoria. Pero,
sólo 2 minutos surcaría ese circo pomposo y casi ridiculón, para entrar en los
siguientes 5 minutos de un aura popera y “Bowiana”; pero aquí entra la
manufactura jazzera, con los toques aromáticos en saxofón que dejan su hermetismo, para un derroche de
melodías con Emotividad jugosa.
El oyente tendrá que acostumbrarse
también a una batería trabajada, pero no muy apoyada hasta estas alturas, como
un bajo casi inexperto, sin muchos
arrebatos de los cuales se les nota cepa y caligrafía dorada. Pero, los demás
están haciendo un trabajo, en este punto menos denso, pero excepcional, que no
cabe muchas comparaciones. Algunos fueros vocales ya en sus penúltimas
vibraciones. Con la llegada de la atonal estructura tiquismiquis, llegamos a la
variante protestante y eufórica de nuevo. Pero sin muchos preámbulos, con unos cuentos e inocuos
adornos cierra descendentemente pero, el oyente después de pasar 2 cortes de 10
minutos, tendrá que soportar el último peldaño de 23 minutajoz. “A plague O
fligthouse Keppers” que recopila elementos de las anteriores, pero con juegues
de vocales operáticas, folclóricas y “enarbolaciones” quiméricas
.
La pieza esta es una total
destrucción, para resumir exponencialmente. Lo demás le cabe al oyente poner
muchísima atención a este tramo de aquí, que sería casi la mitad del álbum. No
se sorprendan por el esfuerzo que estos chabones se echaron a realizar con
semejante “broma” porque no le encuentro (Seriedad de sobra) definición
ofensiva; porque obscena es, y tiembla de tantas impurezas que contiene este
desecho de carbón. En fin, que queda para los escuchas. Enseguida pudiéramos optar
de una caja térmica temblorosa e indefinida.
En fin, álbum coloso, sin pierdes, y
con una exigencia (En paciencia más que todo) altísima. No hay términos medios,
te gusta o no. Así sería un estatuto para revalorizar lo que ya oímos, y una
urgencia por escuchar retos, que ni a legua había patentado. ¡Disfrutad del
gamberrismo, putos degenerados!
Nota: Un 8.7 más frágil que las minas
de diamantes.
Publicado Por: Albert Spaggiari.
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