El Odio tiene lugar en los suburbios de Francia donde
radican zonas marginales de propensa y elevada delincuencia, cuyo objeto
opresivo se ilustra a través de su clandestinidad, y por inminencia, relata los
hechos de 3 jóvenes cuyo odio hacía el represivo y hostil mundo “exterior” se
connota por medio de disturbios hacía urbanísticos. La intervención de la policía
es frecuente en dicho páramo deshabitado. Todo comienza cuando un joven de 16
años llamado Abel Ichah recibe un fuerte y duro castigo por parte de la policía,
que lo sume en un estado severo de inmovilidad y lo minutos después lo deja en
coma. Este hecho ha caldeado a 3 jóvenes, amigos de Abel, que tras la noticia, imprimirán
una venganza ahogada en el conato.
El
film sitúa su tiempo en 24 horas, nada más 1 día, que poco o menos será el más
cruel vilo a la espera de la muerte de Abel. Sus amigos: Vinz, un judío; Said,
árabe; Hubert, el negro vivirán la conmoción en aras de la espera de que suceda
lo que todos temen. Pero, más allá de uno revoltosos jóvenes, cada uno muestra
una principal habilidad y debilidad. Vinz es el tipo rudo, más extremista de la
pandilla, se torna como jefe del barrio; cree que puede tomar la venganza de su
amigo con un arma de fuego extraviada por un oficial la noche del disturbio, y
junto con su instinto de “supervivencia” encima demostrará el odio que lo colma, principalmente hacía los policías que
son culpable de que su joven amigo esté en tal situación.
Vinz
se ve increpado por Hubert, que viene siendo la cabecilla y sensatez del trío. Éste
tiene una visión más optimista de la vida, pese a que está consciente que su
deplorable condición no lo deja explayarse hacía nuevos rumbos, tomará la prudencia
como principal virtud haciendo de ésta uso de razón en los puntos neurálgicos (Tensión
de Vinz hacía el espacio) y tensionados de los conflictivos encuentros con el
Judío. Said, es el más timorato, éste reconcilia su enojo a través de un odio
en crisálidas proyecciones. Esto quiere decir que, Said más allá de ser el más
indefenso compañero, tiene un cierto repudio compartido con Vinz, sin llegar a
tanto el Judio sólo desprecia su situación; la venganza nunca está en su
cabeza, muera o no Abel.
En
cambio Hubert prospera a más, pero no halla la manera de salir del agujero que
tanto lo reprime de manera racial. Si bien, es un punto destacable el hecho “social”
que la película enmarca por los cuatro costados, hecho que una vez lejos de un
Paris veraniego, bohemio, lustral y paradisiaco, no es menos que una ciudad
infestada de mucha desigualdad, donde el catalogo de símbolos parisiense son
drogas, delincuencia, descontento político, y sobre todo Odio, eje motor del
trayecto. ¡Hasta aquí la trama! Lo demás les toca a ustedes contemplar.
Si
bien, los aspectos técnicos nos quedan embargados a la par de su trama. Antes
que nada, no pretende ser una película con un serio enfoque confrontativo,
donde las peleas sean eje y motor rítmico de su argumentación. No, las cosas no
tienen mayor lugar más que en unos cuantos arrestos, intimidaciones policiales,
amenazas etc, etc. El punto de inflexión de esta producción radica en su
excelente fotografía: un blanco y negro muy crudo, que enfatizan los pormenores
que el espectador sin mucha atención puede pasar de largo. A parte de esa fotografía,
los planos americanos, travellings, encuadre monocromático, realidad contundente
en la hilación argumental son sumamente fantásticos; crean la nitidez y el
apartado perfecto para palpar esa realidad que viven los jóvenes; cosa que es
muy difícil si estamos permeados por el cine de “espectáculo” o de menajes esperanzadores.
Y
por último; todo cunde ante las moralejas del metraje. Un hombre cae desde muy
alto, un piso de 50 plantas, y mientras va cayendo éste tiene que decirse: “Por
el momento todo va bien, por el momento todo va bien, por el momento todo va
bien” se acota la reflexión cuando se dilata la última estrofa que cita: no
importa si caes, lo importante es el aterrizaje. Posiblemente esta metáfora que
va colocada a principio, entre diálogos aparentemente chatarreros, y al final
de una escena elíptica mostraría el punto más alto y trascendental de la
película en cuestión.
No
se hable más. La Haine es una película con un gran mensaje, y un sentido más
amplío de lo que puede ser el cine en nuestros tiempos; no todo está por la
borda.
Nota:
7.1 muy ponderado.
Publicado
Por: Albert Spaggiari.
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