Cuando los churritos
y la superficialidad del cine estadounidense tratan de tocarte los sentimientos
con una sobrecarga de elaboraciones técnicas y una historia enrevesada,
nosotros caemos como moscas moribundas sin saber que nuestro bolsillo ha sido
violado por la corrupta imagen que produce hacia nosotros el hacernos creer lo
que queríamos creer: Una Historia Conmovedora. Tampoco juzguemos mal a estos
gringos por el simple hecho de mentirnos, que al fin de cuentas nosotros somos
los responsables de este parásito.
¿Y por qué llego aquí
rondándome como el señor de las películas diciendo tremendas pendejadas desde
el inicio del texto? Porque ayer con mi nariz congelada al hurgar por la zona
europea con un rumbo en los 90s en mi cabeza, encontré la verdadera esencia
conmovedora, que no endulza ni contamina la realidad de los afectos humanos.
Desde las tierras idílicas y culturales de República Checa de a mediados de los
90s, se estrenaría de la mano de Jan Sverak como director e hijo del guionista
y protagonista principal de la obra: Zdenek Sverak, una demostración grafica y
sencilla de la transformación que puede sufrir una persona ante el contacto de
un niño: “Kolya”
¿De que va esta temática
parecida a “Un Papá Genial” o “Un Gran Chico”? Comienza desde el plano de Franta
Louka (Zdenek Sverak): un hombre maduro, soltero y mujeriego que se gana su
pasta tocando el violonchelo en funerales, clases privadas, entre otros
negocios. Y en esa liberal vida se consigue amantes para llenar un vacío
emocional. Tras no poder pagar deudas con el insuficiente dinero que consigue,
llega la oportunidad de su vida cuando un amigo le propone que contraiga
matrimonio por conveniencia con una joven rusa que necesita adquirir la
nacionalidad Checa. Tras aceptar la proposición de su amigo, la joven rusa que
había llegado con su madre al obtener la nacionalidad viaja hacia Alemania
Occidental. El problemón arranca cuando deja su hijo: Kolya, en tierra de Praga
al cuido de su madre que finalmente fallece y el acogimiento de Louka hacia
Kolya impulsa el interés hacia el espectador por las sucesivas circunstancias
que deben de pasar las dos personas hasta necesitarse uno del otro.
La belleza y la
naturaleza con la que imprime el film los problemas de ambos, ya sea dentro de su
relación hasta la ilegalidad del casamiento, las diferencias entre idiomas y
edades distintas, entre la experiencia y la inocencia, absolutamente todos esos
aspectos son méritos ingeniosos que dificultan los sucesos que podrían pasar.
La pedagogía y espontaneidad del cuido que lleva Franta a un niño de 5 años es
sorprendentemente común del ser humano. Todo el rodaje es cuajado sin hechos
reales o basados en no sé quien putas, encantadoramente aplasta hechos
extraordinarios con actos ordinarios que llevan a lo extraordinario. Esa es la
simpleza, la brillantez y genialidad que transmite Jan Sverak con ningún fin mercantil
hacía nosotros.
Y como si no fuera
poco un inicio-nudo-desenlace de ordinaria trama profunda, nos embargamos a un
ambiente Checoslovaco en toda su extensión: la antipatía de los checos hacia
los rusos, la milagrosa Revolución de Terciopelo, los paisajes, la banda
sonora, el vestuario y demás…Son 100 x 100 inspiradas de la tierra donde
procede la dupla Sverak y nada de colorantes. El realismo que implanta hacía
nuestros ojos hacen ver que no necesitamos una dosis de King Kong para
sumergirnos a un mundo visual sin que perdamos la pista.
Los protagonistas
secundarios actúan con cuidado y excelencia para construir la progresión tras
los dos protagonistas principales. No hay defecto en el amoroso clima, en las
intervenciones legales y políticas, en el sentir vida gracias a otro prójimo,
en el cambio mental rotundo tras algo o alguien. En fin, lo que ustedes quieran
cucarachas, todo empapado de ternura, amor, inocencia y la lista corre por sus
cuentas. Totalmente recomendable para una noche de tranquilidad, reflexión y
entretenimiento con un buen pedazo de 1996: “Kolya”
Nota: 7.5
Publicado Por: Zdzislaw Beksinski
No hay comentarios:
Publicar un comentario