No
hace falta dar carta de presentación a la siguiente banda que hoy nos ocupa reseñar,
y es que por tanto que uno quiera, es imposible eludir hoy a una de las
megalíticas agrupaciones para la creación del Rock Progresivo de principios de
los 70’s, cuya influencia, abarcando desde los territorios de los ingentes King
Crimson hacia los bucólicos Genesis, marcó la plena distinción entre los
sugerentes movimientos de la época, para proponer una paleta de multicolores. Éstas
fueron bandas que supieron rediseñar esa centena música psicodélica a veces
jazzística, a veces orquestales, heredada de los sardónicos 60’s, en complejos
aparatajes de música ricamente estructurada, versátil, y sobradamente
inteligente. Hoy es curioso pensar -bueno, más bien, increíble- que, bandas que
militaron en los 70’s con harto derroches intrincados y compositivos, sigan
perviviendo hoy en nuestros días, más añadiéndole a ello que, en los momentos
que corren, sigan entregando lanzamientos de la calidad de antaño. ¿Sería algo
impensable, pues, que bandas como pink Floyd sacaran álbumes de la valía y a la
vez cuantía de un ‘Animals’? ¿Un “Dark Side…” del 2014?
Pues,
hoy básicamente traemos algo similar: 15vo Lp de los londinenses Pink Floyd,
padres indiscutibles del Rock Progresivo de élite. Referencias de algún disco
no hacen falta para tratar de constatar la gran calidad de la banda, ya que la
creatividad que flexionó la consustancial música de los ingleses, no tuvo un
período de pocas obras que lo respaldasen; 5 obras maestras, como mínimo, son
las que Pink Floyd registró en los exultantes 70’s (‘Atom Heart Mother’, “Dark
side…”, ‘Wish you Were Here’, ‘Animals’, ‘The Wall’) Cabe decir que ese período
de su vida, de la vida de los Floyd con o sin Roger, quedó en el pasado como
una indeleble huella de arduo perfeccionismo musical, raigambres estilísticos, climáticos
y traslúcidos. Bien sabido está que desde 1994, con su última placa, ‘Division
Bell’ no sacan ni un pepinillo, a no ser por regrabaciones y Splits, trabajos
personales (Fuera de Pink floyd), giras multitudinarias, y claro, las inservibles
e interminables remasterizaciones de toda la vida, de esas con la garantía de
escuchar mejoras cualitativas.
20
años tuvieron que pasar para que ‘The Endless River’ viera la luz del día,
aunque no está demás decir, que, cuyo encumbramiento no procede de un disco
fresco o pensado sin ningún bosquejo anteriormente realizado. Ciertamente que
lo que tenemos entre ceja y ceja, es un álbum residual (Perdónenme la palabra
aquellos devotos) pero no hay más que oírlo con una gota de criticismo y poco
análisis; Pink Floyd no está proponiendo algo hecho actualmente, a lo mejor, está
mezclando y colegido entre cientos de horas ya antes grabadas (Quizá con un lapsus
de 15 ó 20 atrás) sacando ahora “un nuevo álbum” pero prefiero -Me voy a tomar
la libertad- decir, un disco reciclado. Para colmo que se han tirado 2 décadas
en un disco que bien podría ser la continuación del etéreo ‘Division Bell’ por
no decir que ‘The Endless River’ se ofrenda como su hermano menor, así pudiéndose
ver la innecesaria e ineficaz adaptación de esta obra.
Y
si bien es cierto que ‘The Endless River’ ya no tiene figuras con ella como la
estampa de Roger, pero los teclados y órganos que resuenan son de Richard
Wright, obviamente que tocados en su tiempo, y simplemente aglutinados, eso sí,
con la mayor fineza y pulcritud posible para ser encuadernados de la forma tan
especial y refinada que los Floyd siempre han sabido imprimirles a sus
producciones; sin embargo, es fácil excusarse y cerrar los ojos, pero sería
ridículo hacer pasar el álbum como la última maravilla del cierre de su
carrera. ¿Acaso es un cierre legitimo? Pues, que sea instrumental no le quita
que logre una excelente recepción, pero si todo esto privilegia a bandas tan
consagradas para sacar plásticos con una manita de gato en redor, pues no sé
qué más decir. Que quede claro también que, cuando las bandas, o sea las vacas
sagradas, nos entregan un material nuevo, este tiene que ser pesquisado con el
mayor detenimiento posible, para que así tengamos una opinión no tan apologizada
de tal álbum, pese si es una mierda del tamaño volcán o si es el mejor sustrato
de Dioses. Pero así es la vida, a los más talentosos se les exige más, ¿no?
Y
cualquiera me puede decir que eso es una total injusticia, ya que “niego el
factor experimentación o creatividad”. Pero una cosa muy distinta es
experimentar y otra perder tu identidad. ¿Por qué, por ejemplo, Atrocity (Ger) ha
sido reservadamente elogiada con su drástico cambio desde su inicio hacia su
actual música? Atrocity siguió una coherencia musical en su evolución, a pesar
que fue escalón por escalón, la banda dejó sus temores y nos presentó un legado
que hoy es muy abundante y aprehensible de técnicas nuevas, elaboraciones
distintas, experimentaciones lógicas… y demás. Ahora volvamos al punto
concerniente: ¿Pink Floyd cambia su sonido para “Endless…”? en lo absoluto, no es propuesta. Ahora bien, ¿Pink Floyd
si no se ve coartado por la creatividad, experimentación, por qué presenta un
disco sin actitud, sin nombre y apellido que lo caractericen como tal?
Pues
para mí que la banda suena a los trabajos en solitarios de Gilmour (Discos
buenos sí que los hay), no a un trabajo de Floyd.
Si
en realidad este es el cierre de una de las bandas más legendarias, visionarias,
creativas, multidimensionales y ambiciosas; pues, me parece que es un cierre
innecesario, débil, sin personalidad, y sin la marca de la casa. 1 hora de
Ambient Rock, que fácilmente Brian Eno pudo haberlo hecho, pero el problema
yace aquí: que no lo hizo Eno, lo hizo…. ¿Pink Floyd?
Si
le quitamos la etiqueta de Floyd es un buen disco. Desgraciadamente estos ya
habían puesto el listón muy muy muy arriba.
Ustedes
pueden sacar sus deducciones….
Nota: 4.2
Publicado por Albert Spaggiari.
No hay comentarios:
Publicar un comentario