Mero patrullón que rondeaba San
Salvador, donde el nuevo siglo se esperaba como el pan y el semitón en la boca
del cholco; todo bien arrebujado, pariente. Así era en aquellos infértiles ’99:
no había escena, papayito, todo estaba en penumbras para las nuevas Ages… Pero
lo que no se pone en tela de juicio es que, si bien no había escena, sí había
un medio underground que permeaba con sendos embalajes en cada costa: discazos
de EE.UU de la virulenta escena de Tampa, de los cuales los seguidores del
momento tenían pleno contacto, aunque, siempre refiriéndonos en términos under…
Pero no nos adelantemos a los hechos,
porque muchos han oído, en esas largas búsquedas
meridionales, a un tipejo con
lombrices en la panza gritar: ‘Mechudooooo’ y a falta de no hallar nada más, El
Salvador se encuentra situado entre uno de los países con más escasas productoras
discográficas de toda Centroamérica del mundo metalúrgico. Por ello no es difícil
ver que bandas que bien pudieron se catalogadas, en su momento, como creacionistas
de un estilo tal como lo fue el Death en Tampa, el Thrash en San Francisco o el
Heavy en la meca inglesa de principios de los 80’s, sean, pues, desterradas del
mapa galvánico. Por ello, las pocas pruebas que tenemos, el poco
atestiguamiento que nos respalda es el siguiente álbum de metal extremo: ‘Descomposición
Cerebral’
Eso sí, no me pregunten por sus
nombres; bien se sabe que la temática de estos grupos tiende a ser ora
graciosa, ora ofensiva, ora desparpajada. En lo que nos concierne, claro, es,
que muchas de estas agrupaciones tan tragicomedizadas o vituperadas por la
crítica, han sido sumamente encarnizadas e influyentes parar el renacer del
metal extremo salvadoreño de principios de los 00’s, por lo que le debemos el
nombre de vientre materno del metal extremo, casi nada, ¿eh?, Pijuyo.
Kabak lanza su única receta purulenta
parar el último rescoldo de los 90’s. Sí,muchos recordarán esos años como el
corte de caja del metal extremo, la definición, en pocas palabras, del género
mismo, género que una vez vio su renacer a principios de los 80’s. Y es cierto
que a muchos los asaltaran preguntas como ¿Y si tan viejarraco es el género por
qué ninguna banducha saco algún demo, un Tape o cinta blanquinegra? Ahí el
asuntín, mi rebosado carcamal feisbuquero: el merol bien pesarroncho sí
influenció medio paisnal; lo que pasó, simplemente, fue que, con la llegada de
industrial aficionadas de poca monta, el mero circuló, pero como bien mandan lo
canones del brutalizer: en cintas de poca estela. Ahora entiéndase lo
siguiente. Muchosg grabaron porque venían quemando pólvora desde las navidades del
’90. Y el Kabak, pues, desde el 94, ya había cimentado en garajes su cochino
troquelar de guitarras.
La banda recibe influencias
OBLIGATORIAS, como lo son bandas del talle de Suffocation, Dying Fetus,
ramalazos de un Cryptopsy. Dado que a la banda salvatruchera le gusta trabajar
con medios tempos (Sofo); Voces vomitadas y monocordes (Los dayin) y la velocidad a veces impetrada (Los cry)
chucho metal de entierro, parar saborizar una carnucha asadocha con pepineles bien reteque frescos.
Pero aquel babuino que espere técnica
de la de sabor nevería; que se vaya a comer chorizos vivos, que le hablen por
la oreja y escupan cementerio, Porque todo el álbum, empezando desde su
malhadada portada hasta su retoque cuchitril, centra el polomístico Art como
insigne y deja bien en claro sus intenciones. Se nota que no quieren agradar ni
de una u otra forma: ni siendo los más sucios ni los más técnicos, virtuosos,
defenestradores, o simplemente lo más sardónicos chabones del rincón del vago. La
influencia que también les gusta instigar hacia su música, es la de meter a tutiplén
samples de voces engorrosas y moscardonas, nos recuerda fácilmente ese guturalón
‘Macrovomiturium’ Esta bien fescavena: lo mejor de la fibra Cry-Sofo y el
tamplazo Dallin recobrado pal feudo.
Pero lo demás se torna bien Review, ya
palpado y mencionado. Aunque los cambios de ritmo agregan elote loco a la sazón
y suerte de un clásico del extreme. Disco obrero, bien trabajado, nada
explotado para alcanzar la última virtud o quintaescencia del mismo. Lo mismo.
Las guitarras son las que más lustre le sacan a la ollada de tajo; los Blast de
monorriel son algo abusados, y pues se pierde un poco el sabor robusto. Y a mí
por muy Grind que sea un ábum, me gusta que le metan producción gordales, bien
rellenadas, que no dejen esos huecos compositivos que, muchas veces,
enflaquecen exponencialmente la producción.
Puesto que, a decir verdad, me lo
esperaba más derretido el álbum, sin embargo, las escuchas van ajustando cuentas
pendientes que puedan tener el oyente para con el álbum. Buena tralla, la
verdad. Al final deja algo satisfechón, mi requesón.
Ustedes pínchenlo a ver si sacan
sustrato con olor a pipilsener.
Un bajón de loroco con chinches
besuconas.
Nota: al final hablé mucha paja, y le
caigo bien con el 8.5 carraspaseado.
Publicado por Albert Spaggiari.
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