lunes, 11 de agosto de 2025

Black Country, New Road - Forever Howlong [2025]

 


No hay mejor forma de renacer (inconsistentemente, como mi costumbre acá), que mostrar otro renacer, uno mejor de quien escribe con sus famélicos dedos aún en este agonizante y bello blogcito. El renacer de una banda prodigio, ¿por qué?, ¿se la chiflan con las patas y tocan el piano con la cuca? No, mis bestias rumiantes. El portento de esta agrupación es por su ADN, por su sorprendente propuesta en esta cora de años que llevamos de siglo. Black Country, New Road, desde su origen, desde su debut, trajo el vuelo grácil de una bella mariposa, trajo a la música los verdaderos vientos eólicos, y no sus pedos. En resumidas, y sin tanta vuelta: dio propuesta musical en un mercado dominado por la homogenización.

Desde que existen, todo el internet y la crítica musical de la faz de la tierra rociaban elogios meritorios hacia sus discos. El “For the First Time”, del 2021 (discorro tirando ecos a Slint), y su segunda placa un año después: “Ants from Up There” (apogeo y mixtura de influecnias, entre ellas Bowie y Arcade Fire), los consolidaron como una de las bandas que daban aire fresco a la escena del rock. Sin embargo, hubo una caída para los amantes de Black Country (sí, abreviemos el nombre), y es la salida, por razones de salud mental, de Isaac Wood. ¿Quién es este compadre dentro de la manada de siete personas que conformaban la banduca? Ni más ni menos, que el vocalista y principal compositor de todo lo hecho. Así de facilongas.

Evidentemente, el hiato estaba justificado. Reponerse de tal pérdida compositiva, suponía enfrentar una nueva orientación para el ahora sexteto inglés, o un intento rascuacho de autoplagiarse. Y, vuelven y renace. Así de sencillo. ¿Qué ocurre específicamente? Sacan este “Forever Howlong”, que desde su portada psicodélica-alegre nos avisa, que, efectivamente, han cambiado de rumbo totalmente, pero… sin perder ninguna pizca de la originalidad que los identificaba.

Tiro groso modo, el estilo/ADN de la banda, como la vengo mencionando, para quienes no la conozcan. Se distingue por su barroquismo compositivo condensado en poco minutaje. Es decir, no son ultra-técnicos en sus instrumentos, si no, que engranan cada puta melodía que pueda emitir un saxofón, un piano, una guitarriña, el bajo, etc; para enlazarla entre los instrumentos que interactúan, y convertir cada canción en una orquesta intrincada, ordenadísima, melódica, y ambiental. Al vuelo, es como que disfrutes de un estribillito ricote a lo Bowie, pasan de un solo de Saxo, luego de cambios de ritmos sutiles, adición de instrumentos, para luego retornar al estribillo a lo David Bowie, pero con otros matices ya agregados. Por ái va la idea, mis ratas, pero si no: escuchar imperiosamente los predecesores de esta tercera entrega, y nos dejamos de descripciones inapropiadas de mi parte.

Ahora bien, retomamos la cuestión: el viraje tomado después de la marcha del líder. Para ello, me serviré de enumerar, a grandes rasgos, los aspectos medulares que han constituyen la transformación de Black country, New Road en este “Forever…”, o más bien diría: el renacer.

Primero, lo evidente, el clima apesadumbrado post-punk/post-rock se ha extirpado totalmente. No existe ya ni la voz grave y sosegada de Wood, ni una intención de dirigir la musicalidad por derroteros oscuros, como sí sucede prominentemente en su debut. Además, se ha disuelto por completo la crudeza y la intensidad que proporcionaban las guitarras y la batería, reduciéndose, tristemente en: discretas cuerdas acústicas de acompañamiento, y pausas, redobles, y platillos de Charlie Wayne. Eso sí, tienen sus momentos, pero son minucias, y no sobrevuelan como antes.

Segundo, lo sorprendente, habiendo mita y mita de hombres y mujeres en la banda, son éstas, las que tomen el poder, las riendas. Y no, no es broma: compositivamente, en letras, y en la voz, se reparten las labores Tyler, Georgia, y May. Como dije, sorprende, porque al oír a cada una de ellas en sus cantos pulcros y sobrios, es un goce auditivo que nos hace pensar cómo grandes putas no participaban vocalmente antes ninguna de ellas. Quiero decir, han resuelto el apartado vocal con creces, y nos han ofrecido una solución majestuosa. Evidentemente, los falsetes cuasi angelicales, los doblamientos entre las tres en un rango recitando las mismas palabras, y la delicadeza que les imprime; hacen que el curso sonoro sea otro, y no el pensado. Es casi como oír otra banda, referente a la “sustitución” del canto.

Y tres, la influencia que hacen suya. El trío de mujeres ha adoptado el matiz de la verborrea sonora de Joanna Newsom como columna armónica en su conjunto. Esta vena casi folk no explorada en sus previos trabajos, es el plato fuerte compositivo que han implantado los nuevos BC,NR. Las cantantes, en sus respectivas canciones, zigzaguean un perenne surco vocal a manera de laberinto, pero que aún en su complejidad (al igual que cada puto detalle instrumental que hay), abonan exuberantes melodías más pegajosas que chicle pateado. Y cuando digo que abonan, es realmente un raudal de trazos, de momentos, que enganchan a cualquier oyente. Este nuevo pelaje, dinamita el aura afable que no tenían, pero que personalmente, como oyente que goza de discos como “Ys” de Joanna Newsom, se agradece.

Estos tres aspectos no son necesariamente atributos inherentes, pero que, a juicio de un servidor, se han lavado la cara y los hacen más bellos. Si acaso, se extraña la contundencia y pesadez de antes, pero de eso se trata al renacer: volver a nacer. Claro, la naturaleza emergida en sexteto mantiene aún la estructura ósea de sus orígenes. Se vuelve a nacer teniendo conciencia de su primer nacimiento. A saber, los elementos que los edificaron siguen intactos: patrones rítmicos enrarecidos, cambios suaves de ritmos, compenetración y sincronía apabullante entre instrumentos y voz, enlazamiento entre instrumentos de viento (flauta, saxofón) con los de cuerda (guitarra, bajo, violín), y hasta con piano, armonías la amr de agradables condensadas en la instrumentalidad variopinta, la delicia del incólume e inexpugnable saxofón de Lewis Evans que tiene sello único en cada nota que exhala; y así, podríamos vanamente tratar de describir lo que es Black Country, New Road.

Por último, por si no ha quedado claro, no dispondré de ningún desgrano pormenorizado de cada detalle de cada momento de cada track que hay en el disco, al igual de lo que hace cada instrumento (son muchos) en cada segundo, porque me resulta imposible, hasta inefable diría. Además, sería tedioso cual camino de larva hacia su ciénaga. Únicamente, exhorto sus fétidos tímpanos a escuchar toda la discografía de una de las bandas más auténticas que habitan en la Tierra que parió este siglo. O cuanto menos, checar este disquiño, pa corroborar si las flores tiradas se las merecen los muchachones de Cambridge. ¿“Forever Howlong” es mejor o peor que sus anteriores trabajos?, ni lo uno ni lo otro, sólo es diferente siendo ellos aún.

El renacer se expresa por la mezcla de la muerte y del nacimiento. Sin fin y sin inicio, no se podría volver a nacer, volver a tener origen, volver a tener identidad siendo otro sin olvidar quién fuiste, es renacer.


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Nota: 10


Publicado por: Zdzislaw Beksinski


martes, 15 de julio de 2025

12 AÑOS DE EL MITO Y LA MITA

 El simple hecho de sentarme frente a la computadora para escribir en blogger, o lo que es peor aún, en El Mito y La Mita, uno de los blogs que vio desarrollar y profundizar mi gusto y pasión por la música, después de 2 putos años de letargo, coma, y casi extinción del mismo, vuelvo a dignarme después de tanto tiempo de ausencia, discontinuidad entre años previos, y los incipientes añales fecundos, siento extrañeza, rareza, tristeza por ver largos períodos de silencio, y sobre todo, una sensación de estar ausente de una parte de mí mismo. Perdón por redactar con tantas comas el caos hilvanado de la idea que quiero expresar, y de la entrada tan apesadumbra y nostálgica, pero son sensaciones al vuelo que les estoy poniendo palabras de la forma inmediata en la que estoy escribiendo esto.

Una vez aclarado en semejante tostón de párrafo miserable, la ocasión que me mueve los dedos índices y medios de mis manos esqueléticas no es el lloriqueo melancólico, si no, PARA CELEBRAR 12 AÑOS DE EL MITO Y LA MITA, HIJOSDEPUTAAA. Si bien, como dije anteriormente, la ausencia reinó, esta conmemoración de 12 añicos de almacenaje de música de distinta ralea y reseñas pedorras que vierten luz y caca a lo que nos apasiona desde la mirada de un servidor, es una alegría personal por un proyecto que se realizó, pero también, ha inspirado en mí, no sólo anunciar y celebrar la docena, si no, volver de alguna perra manera a pasarme por estos lares, a no dejar en coma a este pútrido y bello lugar, así que, dicho sea de paso: VOLVEREMOS, discontinuos y cojos, seguramente, pero regresaremos algún día para más disquitos que roer, mis cotorras paralíticas, y sobre todo...

QUE SE HAGA LA MÚSICA




Publicado por: Zdzislaw Beksinski