Y es que decir que
todo gigante muere cansado, es una absoluta e irremisible falacia de peso
completo; sea pues ésta provista de una contumaz
y rígida aclaración: ¡Todo gigante muere descansando! Y el epígrafe anterior se
ve envuelto en muchos parágrafos sucedáneos que, para no crear posiciones inflexas,
pueden ir desatando aletargadas contertulias. Eso es todo lo que uno puede, a
la hora de la verdad y la mentira, puede contrastar. Entonces, ahora, la
pregunta devendría en acaudalada reminiscencia: ¿Acaso KLubrick siempre fue el
vil y arrogante cineasta que todos conocemos? O ¿es que acaso nunca existió en
él pruebas que delatasen su “paupérrismo” cinético?... Señores, nadie nace sabiendo
todo, ni para los mayores artífices del cine, este sería su respaldo
justificante.
Bien, qué hacemos en los 51’s, ¿no fue el periodo de genios de la
costura de un Max Ophüls, de un Bergman? ¡A pues no me jodas! ni con la
absenta de más puede venir alguien a proferir palabras que Kubrick dominó el expansivo
y totalizador cine; y eso sería caer en las mismas falacias del gigante: A lo
mucho la etapa dorada de éste estuvo paliativamente adornada en los 60’s y 70’s…
lo demás es repollo bien lavado, pero REPOLLO (Bien la vado, repito)
En los 80’s a no ser por
el flamígero The Shining, la maquinaria no daría más. Puesto que los 50’s eran
los años de formación, de los incansables quebraderos de cabeza con la revista
Look y sus escasas remuneraciones. Un día el malhumorado Kubrick, después de
haber montado una sesión de fotos para dicha revista sobre la vida de un
Boxeador, descongeló esos fotogramas, para develarlos en una cinta documental
de, por obvias y consuetudinarias razones, bajo presupuesto. En ella el
director junto con un amigo de fotografía, captaban las rupestres imágenes en
todo un cortometraje (12 minutos versión adaptada, 16 minutos versión
exterminada) que supondría el primer esbozo de toda una figura, de todo un
director.
Sin embargo la dicha era
muy temprana para reconocerlo como tal, y seguía siendo un mero fotógrafo con
su cámara Reflex.
La historia centra la
realidad de un Boxear, previo antes de la contienda pugilística. La producción,
como el mero estudio de un aficionado, delicuescente y blanco negro. En añadidura,
la típica voz Off conllevada por un narrador que simpatizaba con los reflejos
cotidianos que el protagonista motorizaba. Como todo buen FOTÓGRAFO, el
detallado es sencillo, pero la inquietante y raída virtud recae en los
encuadrados sinceros; a lo mucho se imprimían en el corto, el plano general y
el plano conjunto -Recursos que realizó en sus posteriores producciones- lo demás es con una nubilosa dirección que no
aporta mucho.
El punto cumbre es el
mensaje de espera. Creo, a mí entender, que la fuerza de autodominio y
propulsor de cábulas, proviene de esa sencilla máxima: “El por enemigo es la
espera” Una cosa es de dejar clara, y por más sencillas que se vea enraizada la
producción, los refuerzos monologados o simplemente narrados, hacen que el espectador medite un poco; una de esas ensimismadas
proyecciones, se dan cuando tenemos esa reverdeciente frase: “24 años es mucho
tiempo y un pequeño instante, como esta preparación para la pelea, tan efímero.
Cuando el tiempo no quiere ser detenido pasa muy veloz, en cambio cuando no, se
detiene asfixiantemente” pero no sobrevaloremos, porque una pequeña frase no
salva en cuestión el film.
Kubrick bebesote aún,
las ideas estaban algo claras y la manera en que iba detallando sus apropiadas noticias,
era para decir: mmmm este director si se explota puede proponer algo bueno. No
estamos en tramos de “Explicación no pedida, culpabilidad manifiesta” no seamos
pendejos. En fin. Todos aquellos que se sienten los meros meros por andar hablando
importunidades sobre la naranja mecánica; mejor descubran y exploren por qué
este director fue lo que es. Así se los dejo, chorreados.
Nota: 4.0
Publicado por: Albert
Spaggiari.
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