Muchos
se pierden buscando con la mirada en el cielo lo que podrían encontrar en los
charcos que pisotean.
Hay
quienes buscan o esperan la reinvención de los paradigmas musicales en discos
recientes, y hay otros (incluido yo), que sólo quieren encontrar algo
disfrutable digno del apoltronamiento auditivo. Tiny Flaws responde a la
demanda de la segunda marabunta: ofrecer algo sin ninguna pretensión, más que
la de zarandear el pie hongoso al son de las tonadas.
Estos “Pequeños
defectos” londinenses paren (de parir, no de parar), su segundo vástago:
“Imperfection Blues”. Denotando hasta en el título la honesta modestia que
encierra esta agrupación con su oda sonora a la sencillez, el fallo, la
imperfección, lo que es simplón; pero con más integridad y franqueza que los
mil millones de copias chafas de Pink Floyd que pululan actualmente.
¿Buscabas Blues jazzeado, rockero, popero,
asequible, directo, y para pasar un buen ratote? Este disquirrinix es pa ti
compa. El más puro Blues sin más: tempo cadencioso en los rieles de la sección
rítmica de la batuca y bajo, el timbre característico del género de una
semipresencial guitarra, una armónica rebosante y danzante sin embadurnarse
abusivamente, y un vocalista más sobrio que un cura un domingo.
Directo
para ambientar la parlada en la cafetería mientras mueves el pie al son de la
música y los sorbos, y si lo prefieres, directo al pub del suroeste de Londres
un “domingoma” cuasi ausente de pepescas vivientes mientras toca en vivo la
banda misma, porque estos capitalinos seguro no subsisten económicamente de
esto, pero sí perviven espiritualmente de un buen Blues para el medio tiempo,
para la escucha atenta, o simplemente para el deguste mientras comes magdalenas
y lees el periódico.
Recalcar
que dentro de los 12 tracks, la banda dinamiza el asunto. Si bien desde la
inicial “Photogenie” sabemos en instantes de qué va el invento, en el
transcurso nos cuelan “baladas”, o composiciones pausadas, que dota cuotas de
Jazz sosegado para que no quede en el hastío de cualquier desprevenido.
Ahí
tenemos “From the Soul” con su introducción a teclado mutado en órgano, la
parsimonia de la percusión, la cumplidora vocalización del cantante acoplándose
al ritmo tranquilón y unas cuantas intervenciones del saxofón; o la plácida
solemnidad austera de “Whispering City”, donde la sección rítmica minimalista
conduce prominentemente el desarrollo de la canción mientras el vocalista de
nuevo nos atrapa acompañado de un piano expresivamente sutil y los puntuales
detalles orquestales de esta “Ciudad Susurrante”.
Aunque,
el plato fuerte es en esencia el Blues directo de todo el disco donde los intervalos
son para la serpenteante armónica y sus vibrantes melodías; junto en algunas
ocasiones, las inclusiones de guitarras discretas o teclados olor órgano
setentero, que acompasan, como sucede en “Caffiend”, las tonadas reiterativas
de los estribillos que incitan el zarandeo corpóreo; o la Rockera “The Ones in
Your Head” que en sus patrones arquetípicos del Blues y el desparramado Solo de
Guitarra y su marcada línea rítmica anima a todo dormilón a escuchar este
material; Para más de lo mismo, ante la entrada
del track homónimo, a todo Contrabajo y esos zigzagueantes caminos que
toma Joff Watkins con la harmónica, sólo puede haber una reacción: agitar el
pie y cabecear como respuesta fisionómica al disfrute; y por última
ejemplificación de lo que hablo: “Cake Shop”, fin del disco. Instrumental que
despliega, con tono rebosantemente animoso, los encuentros armoniosos de los
instrumentos que desembocan en la alegría exultante de unos típicos coros
ingleses que no hacen más que alegrarte el día y volver a zampar este “Blues de
Imperfección” o “Imperfecto Blues”.
Recomendado para todo amante del Blues. Música que exhala franqueza desde Inglaterra y que nos sumerge en los circuitos del subsuelo musical con una propuesta harta sencilla y directa. Para chasquear los dedos mientras bebes tu cafécito de la tarde, o tu regia mohosa un domingo que no pasan el mascón.
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