Hay músicos que
destacan por atrapar tu interés inmediatamente, por la forma distintiva en que
desarrollan su estilo, y que no pueden pasar de largo por tus tímpanos. El
cantante, guitarrista y compositor Archy Marshall es uno de ellos. En un
principio quise comenzar la reseña haciendo una comparación de su sonido con
Mac DeMarco y Lil Ugly Mane, pero a medida que escuchaba “Space Heavy”, me resultó imposible la analogía sonora, me
incapacitó para fijar las influencias que bebe, o más bien, para relacionar el
“estilo” de composición, que no fuera con la música experimental en general.
Si uno indaga en
internet, incluso se ve la incapacidad de catalogarlo en un género y se adscribe
como una mezcolanza heterodoxa de dream-pop, trip-hop, jazz, post-punk, y demás
mierdas que ni van ni vienen. Cabe decir, que esta mención sobre la
personalidad de su banda/proyecto artístico: King Krule, no es debido a que
ofrezca un Avant-Garde Metal o unas chifladas de esa índole, sino, porque es la
peculiar y original propuesta que ha forjado el londinense, que ha llevado a resaltar
este punto, y que uno al escucharlo se lleve el agrado de ver un sello personal,
una originalidad pura y dura, algo arduo y pesado cual castigo de Atlas, en la
música.
Quinto discorro a
manos de King Krule, y para sus adeptos: otro disco donde acentúa su personalidad
musical llevada a otros senderos extraños; para los advenedizos: una aparente
amalgama de estilos en una carcasa de pop, o rock indie, que se torna inhóspito.
En ambos oyentes resalta la cualidad de lo raro, lo singular, lo atractivo que
termina siendo el elemento único que imprime en sus canciones, donde esboza con
soltura múltiples sonoridades de distintos géneros sin perder esa columna vertebral
experimental y sombría.
En “Space Heavy” presenciaremos desde la
inicial “Flimsier” con efectos aurales, el tono a lo MacDemarco de la guitarra
(ya saben, eso de sonar a lo Dream-Pop sin serlo del todo), la pausa breve de
silencio, el Bajo notorio, y la suave y melancólica voz al compás de una
austera batería, dan una idea de los ingredientes que conformarán esta
apesadumbrada atmósfera que esboza Krule, a los cuales, hay que añadir las
cualidades excéntricas mencionadas, donde se manifiestan desde entradas de
instrumentos sutiles que discurren todo el tempo rítmico, cual vacío se llena y
se sustrae con elementos, hasta el carácter impredecible de sus composiciones.
Lo dicho, crea un
ambiente desolador y desconsolador a base de ritmos lentos y jazzeros, efectos
que enrarecen, las idas y venidas de saxofón, bajo, riffs pesadísimos, Solos
imprevistos, violines discretos, batería alternada con caja de ritmos, y una
infinidad de detalles discretos que enriquecen y conforman la música de King
Krule, definiendo esa naturaleza impredecible e inaprensible, que junto a su
grave, arrastrante y melancólica voz nos introduce en sus parajes sonoros
oníricos, sin perder ningún ápice de sus trazos melódicos, como es en la Popera
y más “normalita”: “Seaforth, junto a la casi psicodélica voz de sirena de
Raveena en colaboración en “Seagirl”.
Dentro de los 15
tracks que conforman este singular trabajo, se destaca la estructura del mismo.
Ya dije y reiteré el gen experimental en las irrupciones volátiles de instrumentos,
y efectos de producción, al vacío anímico del sonido envolvente y aural. Sin
embargo, el músico inglés no se limita a la inestabilidad sonora en tomar de
improviso y por sorpresa al oyente, sino, que converge ese “saudade” con la
rabia, frustración y furia más acorde al Post-Punk, o del Grunge, en gritos
desgarradores con riffs afiladísimos e inventivos, como es el caso de: “Our
Vacuum”, o “Space Heavy” que pasa de musitar a tirar alaridos, notando el
perturbador canto. Asimismo, imposible no resaltar el saxofón esquizoide en “That
Is My Life, That Is Yours”.
Por último, la
sección concluyente del disquiño con las últimas tres canciones en las que engloban
el extravío, la ingravidez espacial, la densidad, el espacio, en síntesis, la
portada hecha música. Es donde prima el ambiente acogedor y opresivo a la vez,
esa ambivalencia que teje el ambiente calmo, introspectivo, y atemorizante, logrando
enfatizar Archy Marshall esa evocación de un mundo calmo, oscuro, silencioso, escalofriante
donde discurren los efectos, patrones repetitivos, los ritmos somnolientos, y
los sonidos que gravitan en el “Space
Heavy”.
Propuesta, que invariablemente te guste o no, ofrece la peculiaridad de tener una identidad muy bien marcada. Y cuanto menos, eso es lo más valioso que uno se puede encontrar en los lares actuales. Puede que atragante al pipiolo que se avecine, con sonidos conflictuados con los estribillos, incluso, puede ser muy divagante, sus canciones como disgregaciones cual meteorito se le desprenden rocas que lo constituyen, pero es sumamente interesante, atractivo y disfrutable una vez te dejas absorber por esta “rareza asequible”.
Nota: 8.5
Publicado por: Zdzislaw Beksinski